Opinión

También Argelia le estorba a Sánchez

Décadas de buenos oficios diplomáticos, de cuidadoso trabajo para mantener el difícil equilibrio con los dos vecinos del sur, han saltado por los aires

  • Pedro Sánchez en el Congreso. -

A Pedro Sánchez le crecen los estorbos. Sabemos -porque así se lo comunicó él mismo el martes a Alberto Núñez Feijóo en el Senado- que el PP "lo único que ha hecho ha sido estorbar, estorbar y estorbar a lo largo de estos años de legislatura”. Para que nadie excusara el vilipendio presidencial como un calentón parlamentario, Sánchez se lo repitió el miércoles a Cuca Gamarra en el Congreso: “Ustedes bloquean, ustedes estorban, ustedes crispan, ustedes hacen ruido”.

Pero el PP no es el único estorbo para Sánchez. Le estorban sus socios y aliados, aunque es a los únicos que medio-soporta. Le estorba el Parlamento. Posiblemente le estorbe más de la mitad de su Consejo de Ministros. Le estorban las instituciones que intentan mantener una brizna de independencia. Le estorba el Banco de España, como también le estorban todos los institutos económicos que corrigen a la baja sus previsiones de recuperación y alertan de los malos datos. ¡Se atreven a crisparle mentando la inflación! Por eso le estorba la OCDE, y el FMI, y el Banco Mundial… Le estorba, y mucho, que haya elecciones porque sabe que las pierde. Ya le está estorbando Juan Espadas, su ungido, y los restos del PSOE andaluz que sobrevivieron a la guadaña que aplicó concienzudamente hasta segar todo rescoldo del susanismo. Le estorba la humillante derrota que los andaluces le van a infligir el domingo 19. Le estorban los votantes, porque ya no le votan. Y empieza a estorbarle -mucho- la realidad.

Es previsible que no tardemos en conocer relevantes detalles sobre quién redactó la inconcebible carta que, en marzo, Sánchez envió al Rey de Marruecos

Desde este miércoles, además, hay un estorbo especialmente molesto para su persona. A Pedro Sánchez también le estorba Argelia. En su sorprendente (y escasamente productivo para España) acercamiento al rey Mohamed, le crispa y le bloquea el ruido que Argelia ha decidido hacer para estorbar su ignota agenda marroquí.

En estos tiempos de Pegasus y socios antisistema, es previsible que no tardemos en conocer relevantes detalles sobre quién redactó la inconcebible carta que, en marzo, Sánchez envió al Rey de Marruecos; a qué obedece su pasmosa redacción, y cómo se decidió la inopinada forma de hacerla pública, en Rabat y en Madrid.

No hay que descartar que termine por desvelarse el misterio (envuelto en un enigma) de a quién beneficia (en España) el viraje de Sánchez en la posición española sobre el Sáhara. Lo que ya hemos empezado a conocer es el astronómico coste de la denominada “nueva relación” de Sánchez con el rey Mohamed VI: estamos estrenando una singular relación con Argelia, el otro vecino del sur.

Argelia era, hasta la sorprendente misiva de marzo, el fundamental proveedor de gas de España. ¡Ay, si el catalanismo hoy gobernante hiciera honor a su mejor historia qué no dirían de que Sánchez haya decidido arrumbar el visionario proyecto de Pere Duran Farell para traer a España el gas argelino con una red de gasoductos! Hasta los prohombres del catalanismo estorban al presidente... aunque el independentismo catalán de hoy no sepa bien ni quien fue Duran Farell.

Este miércoles, mientras los más solícitos socios de Sánchez remarcaban -desde la tribuna del Congreso- su irreparable discrepancia con el incomprensible viraje de la posición española sobre el Sáhara, el presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, decidió la ruptura del “Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación entre el Reino de España y la República Argelina Democrática y Popular”, firmado un ya lejano 8 de octubre de 2002 entre José María Aznar y Abdelazid Bouteflika. Tomaron nota de cómo el presidente Sánchez calificaba su nueva posición sobre el Sáhara en milimétrica sintonía con Marruecos, y aquello no les gustó.

Con su “hasta aquí” nos ha anunciado su decisión de revisar el precio del gas que nos vende. Avisa de que ese precio deberá “justo”, que hay mucha demanda

Hasta aquí el desarrollo de las relaciones entre los dos países”, reza el comunicado de ruptura. ¡Hasta aquí! ¡Fin de la amistad con Argelia! Además, el gobierno argelino decidió suspender las operaciones comerciales con España y congelar las domiciliaciones bancarias, imprescindibles para esas operaciones de comercio bilateral. Argelia sigue siendo hoy un más que imprescindible proveedor de gas para España. Eso sí, con su “hasta aquí” nos ha anunciado su decisión de revisar el precio del gas que nos vende. Avisa de que ese precio deberá ser “justo”, que hay mucha demanda y escasea aún más la oferta con la crisis ucrania.

Los españoles vamos a pagar todo el coste del “hasta aquí” que ha dictaminado Tebboune para estorbar a Sánchez. Y no sólo como empresarios y consumidores. No sólo con la “desesperación” de las empresas españolas que exportaron a Argelia unos 3.000 millones de euros en 2019. El otro coste, mucho más disruptivo, también tuvo su aperitivo el miércoles, para dejar bien marcada la fecha en el calendario: ese día llegaron a las playas de las Islas Baleares seis pateras argelinas con 113 inmigrantes a bordo. Ésa es la parte más estremecedora. Aunque Marruecos frene las avalanchas impulsadas desde sus fronteras, las playas argelinas pueden convertirse en una muy preocupante lanzadera de inmigrantes, empujados (también) por la escasez de cereal y la probable hambruna africana sobre la que el Banco Mundial ha alertado esta semana.

Argelia era, hasta el viraje de Sánchez, un país que asumía los vuelos de repatriación de inmigrantes irregulares que llegaban a las costas españolas desde las playas argelinas. Sus autoridades decidieron suspender la aceptación de esos vuelos de retorno justo después de llamar a consultas a su embajador en Madrid. Pero aquello solo fue el aperitivo de marzo, tras la misiva marroquí. El plato fuerte llegará ahora, con todas las consecuencias del fin de un Tratado de Amistad que ha durado veinte años.

Lamentos e insultos

España ha pedido ayuda a Europa, y le han sido concedidas declaraciones de apoyo desde Bruselas, con peticiones a Argel para que recapacite. Feijóo también pidió a Argel que no haga pagar a los españoles por los errores de Sánchez. Pero el régimen argelino ni es ni pretende ser una democracia liberal. Ni es ni pretende poner los valores europeos en el frontispicio de su ejecutoria. Ni tiene por qué sentirse concernido por los problemas de los españoles. Históricamente, su cercanía ha sido con Moscú, y su forma de ejercer el poder es de un presidencialismo con el que ni Sánchez se atrevería a soñar. Porque a nuestro presidente no le gusta que le llamen “autócrata”. Tampoco que se discutan sus arbitrarias decisiones, inexplicados caprichos y desafiantes dicterios. Hacerlo es “insultarle” y “estorbar”. Y ahí va, repartiendo iracundos lamentos por tanto insulto y estorbo como él siente que padece a diario.

Hay otra forma de verlo, menos condescendiente con el presidente del Gobierno. Décadas de buenos oficios diplomáticos, de cuidadoso trabajo para mantener el difícil equilibrio con los dos vecinos del sur, han saltado por los aires. Ahora España se ve impelida a asumir el chantaje de Marruecos junto al desprecio de Argelia. Y todo a cambio de no se sabe qué, ni en beneficio de quién. Pero, eso sí, debemos extremar el cuidado para no estorbar a Sánchez.

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