Aunque la imagen de una Argentina rota por el socialismo perteneciera al pasado, para Sánchez muestra un futuro inevitable. La historia reciente nos enseña que los gobiernos con matrices corruptas atropellan las instituciones democráticas y destruyen el tejido social. El kirchnerismo es un caso emblemático de cómo estas políticas afectan a un país. Hoy, políticas muy similares del sanchismo provocan estas reflexiones por mi parte.
He vivido en ambos mundos y, como repito aquí a menudo, vengo del futuro. En esta oportunidad, siento como si me hubiera montado en el DeLorean en Argentina por el 2010, y apareciera en España rozando el 2025.
Aunque los contextos sean diferentes, las estrategias de consolidación del poder a través de redes delictivas muestran patrones inquietantes. El kirchnerismo utilizó el Estado como herramienta para perpetuar su control, apropiándose de medios de comunicación, cooptando la justicia y estableciendo pactos internacionales controvertidos con regímenes autoritarios como Irán y Venezuela.
Néstor y Cristina consolidaron su poder mediante una estructura delictiva que operaba en las sombras, garantizando impunidad y favoreciendo aliados políticos y económicos.
Los paralelismos alcanzan incluso a los personajes que cumplen roles protagónicos en estas bandas. Por ejemplo, el secretario de comercio argentino que intimidaba empresarios con una pistola sobre la mesa para controlar precios; tiene su equivalente en el ministro Puente. Ábalos o Koldo, Berni o Aldama, que son irremplazables por su pericia en el “dirty job”, tuvieron sus “sosías” en los gobiernos kirchneristas. Aquí, como en una película de Chaplin, no falta el clásico personaje que se tropieza con todo y culpa al suelo. Solo que, en este caso, el suelo somos todos nosotros.
Las consecuencias de este modelo fueron devastadoras. La corrupción sistemática generó polarización social y debilitó las instituciones democráticas. La cúspide de estas prácticas quedó expuesta con los múltiples escándalos que rodearon a Cristina Fernández de Kirchner, desde condenas judiciales hasta la muerte del fiscal Alberto Nisman, asesinado horas antes de denunciar a la expresidenta.
La existencia de “arrepentidos”, como Víctor Manzanares, contador del kirchnerismo, permitió conocer el funcionamiento interno de estas redes. Sin embargo, la violencia o las represalias contra estas personas, incluyendo muertes dudosas, dejaron claro que estas estructuras no toleran fisuras. En cuanto a Aldama ya le dieron unos tiros al coche, o sea que tiros tiran. ¿Qué pasa si lo matan? ¿Y si a los tiros les sigue una bomba?
En un sistema así, los denunciantes de irregularidades corren serios riesgos, como en el caso Aldama, tampoco pueden permitir que se suicide en forma misteriosa, o que parezca un accidente
Lo de Lobato es una amenaza leve, de otro calibre, solo para que quien quiera meterse por adentro con ellos tenga el dato. Tosco, muy a lo Gila: “Alguien va a tener que pagar por esto. ¿Quién? Pues… ¡que lo digan ellos, que lo saben!”. Pero en serio, no hay lugar para errores ni arrepentimientos. Solo falta que alguien diga: “Es solo política, nada personal” y ya estaría.
Ojo, porque está en juego una de las dos principales intenciones de este tipo de gobiernos: saquear recursos y garantizar impunidad. En un sistema así, los denunciantes de irregularidades corren serios riesgos, como en el caso Aldama, tampoco pueden permitir que se suicide en forma misteriosa, o que parezca un accidente. Cuidado.
Aunque España no ha llegado a los niveles de descomposición social de Argentina, ciertos patrones del gobierno de Sánchez son alarmantes. El uso de RTVE como herramienta propagandística y la manipulación de la justicia a través del nombramiento de figuras afines al gobierno son indicios evidentes de una matriz corrupta en desarrollo.
Pactos con fuerzas políticas radicales y acuerdos con la dictadura venezolana recuerdan el modelo argentino. La experiencia muestra que un gobierno con matriz corrupta inevitablemente lleva al deterioro social e institucional. Hoy España requiere de voluntad política, medios de comunicación independientes y un sistema judicial imparcial. Sin estas herramientas, las bases de una crisis similar a la argentina ya están en construcción.
Ciclo de desconfianza
La corrupción también desmoraliza a la sociedad, creando un ciclo de desconfianza que toma generaciones revertir. Es tiempo de que los españoles exijan transparencia, justicia y compromiso con los valores democráticos. La experiencia demuestra que los gobiernos corruptos no pueden sostenerse indefinidamente. Finalmente caen, pero dejando un país fragmentado y un tejido social roto.
España tiene que aprender de los errores de otros países y evitar una crisis institucional de magnitud. Sin embargo, el tiempo para cambiar de rumbo se agota y no sucede lo que debería, porque la oposición no existe. Lo que le pasó al radicalismo argentino, le pasa hoy a los populares. ¿Cómo puede suceder que un país use calcado un manual fracasado? No hay una explicación fácil. Me viene a la mente un pasaje del gigantesco Cantinflas: “¿Cómo quiere que le explique lo inexplicable, joven? Pues eso…inexplicablemente”.