Opinión

La caja vacía, los cajones llenos

Uno de los primeros deberes del futuro Gobierno será aflorar el déficit hoy escondido, procediendo a corregir el falsario dato oficial

  • El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la número dos del partido y ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

Próximos a un posible cambio de Gobierno, pues si el consenso demoscópico acierta tal circunstancia sucederá al final de este año o al inicio del que viene, no es difícil prever el escenario financiero que pueda encontrarse el nuevo Ejecutivo que se forme tras las elecciones generales. Y no es difícil hacerlo en función de la memoria histórica relativa a los cambios de Gobierno sucedidos en España desde que inauguramos la actual democracia, así como de la trayectoria seguida por el actual inquilino de la Moncloa.

Empezando por la primera cuestión. En la reciente historia de España existen dos experiencias de sustitución de un Gobierno de izquierdas tras el correspondiente proceso electoral. Una, la salida de Felipe González en 1996: otra, la de José Luis Rodríguez Zapatero en 2011. Centrándonos en cuestiones de dinero, en ambas el Gobierno que entraba -primero José María Aznar, después Mariano Rajoy- se encontró con una herencia poco halagüeña y además sorpresiva. Es conocido que en mayo-junio de 1996, el Gobierno recién constituido se encontró con una descomunal ausencia de liquidez en las arcas del Tesoro, hasta el punto de tener que recurrir urgentemente a la solicitud de varios préstamos a las entidades bancarias españolas para poder satisfacer la paga extraordinaria de verano a los funcionarios públicos, pues materialmente no había tiempo para la emisión y suscripción de la Deuda Pública que hubiera hecho falta. También lo es que cuando Rajoy sustituyó a Zapatero, descubrió que éste había dejado un déficit público encubierto, no contabilizado, no reconocido y no declarado, cuya dimensión era el 50% del que figuraba en las cuentas públicas oficiales. Ello provocó que, mediando conocimiento y conformidad de las autoridades europeos, hubiera de rectificarse el déficit del Estado desde el 6% -poco más- declarado por Zapatero al real, que era algo superior al 9%.

Puede pronosticarse que la irresponsable alegría -mejor aún, frivolidad- con la que viene despilfarrando los recursos públicos en un furor populista ilimitado se acrecentará conforme vaya avanzando el año

Todo apunta a que los antecedentes expuestos pueden reproducirse, incluso con más intensidad, cuando Sánchez deje el Gobierno si así lo decidimos los españoles. Con escaso margen de error, puede pronosticarse que la irresponsable alegría -mejor aún, frivolidad- con la que viene despilfarrando los recursos públicos en un furor populista ilimitado se acrecentará conforme vaya avanzando el año motivada por el mas descomunal electoralismo que nuca haya sido visto en España. Eso, que según hemos visto forma parte del ADN de Sánchez y de sus socios de Gobierno, provocará que de llegar Núñez Feijóo a la Moncloa se encuentre con la caja del Estado ayuna de la más mínima liquidez para hacer frente incluso a los más pagos más perentorios.

Pero probablemente no acaba ahí la cosa, pues es fácil anticipar que el nuevo presidente se encuentre también con una cifra de déficit público convenientemente falseado. Desgraciadamente, así cabe esperarlo vista la afición a las manipulaciones contables y estadísticas que tienen lo miembros del actual Gobierno. Valga como paradigma el escandaloso falseamiento de la cifra de desempleados que realiza constantemente apoyándose en los efectos de una contra reforma laboral que, a tenor de los hechos, en buena medida iba especialmente dirigida a eso, a falsear los datos del desempleo. De modo que uno de los primeros deberes del futuro Gobierno será aflorar el déficit hoy escondido, procediendo a corregir el falsario dato oficial, oficialidad lograda con la pasividad, hay que señalarlo, de las autoridades comunitarias. Como vemos, hoy como ayer, pues también fueron pasivas ante el falseamiento cometido en su día por Zapatero que después tuvieron que reconocer.

Los sindicatos, a la calle

En definitiva, el Estado va a recibir a Núñez Feijóo con la caja vacía de recursos líquidos y con los cajones llenos de facturas y de pagos no contabilizados. Y coincidiendo además con la reentrada en vigor de las reglas fiscales que de manera culpable se mantienen todavía suspendidas por la Unión Europea. Negro panorama que obligará al nuevo Gobierno a introducir las inevitables normas de responsabilidad en su gestión como medida obligada para deshacer el quilombo que va a heredar. También es fácil pronosticar que, llegado ese momento, los responsables del entuerto heredado se lanzarán a la calle acusando al heredero de lo que no es sino consecuencia de la envenenada herencia que ellos han dejado. Será un dejá vu como también lo será ver que los sindicatos, corresponsables del drama heredado y beneficiarios directos e indirectos de una buena parte del despilfarro causante de la herencia, serán los primeros en secundar las protestas de los irresponsables heredados. Éste y no otro es el guion de las salida de los Gobierno de izquierda acaecidos en España en las últimas décadas. Es una pena que, a diferencia de lo que ocurre en Derecho Civil, a los nuevos presidentes de Gobierno no les quepa la opción de aceptar la herencia económica a beneficio de inventario.

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