España se encuentra inmersa en una de esas encrucijadas que pueden cambiar el rumbo de la historia. Después de cuatro años de bloqueo institucional, las costuras del país dan señales de agotamiento y urge resolver la situación. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha puesto sobre la mesa su plan: un pacto con la extrema izquierda y con un variopinto conglomerado de independentistas, nacionalistas y regionalistas.
Mientras, el líder del principal partido de la oposición, Pablo Casado, guarda un elocuente silencio. Semejante actitud sólo puede obedecer a dos motivos. El más benévolo es que el PP esté descontando que finalmente ese pacto no se materialice, ya sea por problemas de entendimiento entre PSOE y Podemos o bien por la falta de los apoyos parlamentarios requeridos. Pero también puede ser que el PP esté callado porque le conviene que salga adelante ese Gobierno y que Sánchez se vaya cociendo poco a poco en su propia salsa... hasta que llegue el día de ir de nuevo a las urnas.
Sea como fuere, lo cierto es que una parte de los españoles, incluidos los votantes del PP, están estos días alarmados por la mera posibilidad de que en España se constituya una coalición de Gobierno única en Europa: la socialdemocracia echada en brazos de la extrema izquierda. Sánchez, en un alarde de exageración, ya dijo en su día que el 95% de los españoles no podría dormir si hubiera ministros de Podemos.
Obviamente, y viendo la euforia desatada en ciertos colectivos, también entre algunos pseudoperiodistas, parece que ese porcentaje es mucho menor. No obstante, sí que existe una preocupación real en una parte de la sociedad, no tanto porque se pueda constituir un "Gobierno rotundamente de izquierdas", como dijo el presidente en funciones el día del falso abrazo con Pablo Iglesias, sino porque ese Ejecutivo pueda estar compuesto por personas que siempre han reconocido su deseo de acabar con el sistema que se levantó tras la Constitución de 1978 y, para colmo, que esté apoyado desde fuera por los enemigos de España.
Chantaje permanente
Ante semejante panorama, es una frivolidad que Casado permanezca impasible. Él tiene en este momento la responsabilidad de ofrecer una alternativa. Se puede compartir con el PP su análisis de que el PSOE actual está radicalizado y de que la amenaza de Vox desaconseja cualquier pacto con Sánchez, pero en momentos excepcionales, y este es uno de ellos, conviene tener claras las prioridades. Y en este momento un Gobierno en solitario del PSOE es muchísimo menos peligroso para los intereses generales del país que la hipótesis de que Sánchez tenga que convivir en el Consejo de Ministros con el matrimonio Pablo Iglesias-Irene Montero y con el chantaje permanente del independentismo catalán.
Ha llegado la hora de los valientes. Esos que saben que la nación está por encima de los partidos, las siglas y los líderes. Albert Rivera, expresidente de Ciudadanos, no se dio cuenta de ello, y así ha terminado, fulminado en las urnas por los españoles, que no entendieron su caprichoso bloqueo de estos últimos meses. Si Casado repite el mismo error, el gran beneficiado la próxima vez que se celebren elecciones será Santiago Abascal, con todo lo que ello supone.
Casado y su equipo tienen claro que el acuerdo PSOE-Podemos va a provocar caos y depresión económica. Por tanto, no se entiende su parálisis. ¿A qué esperan para actuar? Cada minuto que pasa sin que hagan una propuesta alternativa a Sánchez les sitúa como cómplices del futuro desaguisado. Ya deberían haber planteado una abstención patriótica del PP, incluso gratis total, con tal de evitar que España quede en manos de gente poco recomendable.
La posible trampa de Sánchez
En la sede central del PP no todos comparten el silencio de Casado y está habiendo debate sobre cómo responder al 'pacto del abrazo'. Alberto Núñez Feijóo, el presidente de Galicia, que hoy es el otro gran referente de los populares, ya ha dejado nítida su postura: hay que ofrecer una salida a Sánchez. Sin embargo, otros creen que el PP no debería hacerlo porque eso es lo que precisamente quiere Sánchez. Según esa opinión, el presidente del Gobierno podría haber tendido una trampa a Iglesias, en una nueva demostración de su cinismo, para que todo el sistema se movilice y obligue a Casado a pasar por el aro de la abstención gratuita. Pero, aunque todo eso fuera cierto, que no se puede descartar conociendo al personaje que habita La Moncloa, qué más da. ¿Prefieren esperar hasta ver si descarrila o fragua el acuerdo? Si acaba siendo lo segundo, será demasiado tarde...
Y lo mismo aplica para todos esos empresarios, consejeros delegados y presidentes del Ibex 35 que, en efecto, no pegan ojo desde que el 12 de noviembre se anunció el preacuerdo entre socialistas y comunistas. Están aterrados, no paran de llevarse las manos a la cabeza e incluso han dado la orden de paralizar las inversiones a la espera de lo que acabe pasando en el Congreso de los Diputados a mediados de diciembre.
Sin embargo, y en vez de estar llamando a unos y a otros para presionarles, lo que deberían hacer es decir públicamente lo que opinan, no vaya a ser que les pase lo mismo que les ocurrió en Cataluña, cuando su silencio ante la deriva secesionista acabó por hacerles cómplices de la locura en la que se encuentra hoy en día esa región. Se echa en falta un discurso de los Botín, Ortega, Roig, Pallete, Pérez y compañía para que al menos la España que estos días brinda con cava sepa exactamente lo que puede suceder.
Sánchez cree que Iglesias y Montero son tan cínicos como él y que, una vez que pisen moqueta, se harán moderados. Puede que tenga razón, pero es mejor no arriesgarse a comprobarlo
A algunos de ellos Sánchez les está tranquilizando estos días con la cantinela de que es mejor meter a Podemos en el Gobierno para desactivar su potencial riesgo. Inocentemente, el líder del PSOE cree que Iglesias y Montero son tan cínicos como él y que, una vez que pisen moqueta, se moderarán y se mimetizarán con el sistema. Puede que tenga razón, pero casi es mejor no arriesgarse a comprobarlo. Sánchez es un político poco ideologizado, pero Iglesias y Montero, como buenos herederos del comunismo, son gente de principios y, lógicamente, querrán aplicar sus ideas una vez lleguen al poder.
Por tanto, todavía hay tiempo para armar una alternativa al 'pacto del abrazo': basta con que Casado dé un paso hacia adelante, olvidándose de sus intereses partidistas, y que todos los que no pueden dormir desde el 12-N lo digan abiertamente. De lo contrario, pasaremos una buena temporada enganchados al orfidal.