Opinión

Desestabilizar Kiev, mejor que invadir

Escribe certero Jaime Ojeda en el último número de la revista Política Exterior que en el conflicto de estos días juega a favor de Putin la ambición rusa de restaurar

  • Ejercicio militar de la población civil en Kiev. EFE / EPA / Sergey Dolzhenko.

Escribe certero Jaime Ojeda en el último número de la revista Política Exterior que en el conflicto de estos días juega a favor de Putin la ambición rusa de restaurar la unidad de la nación con Ucrania y nos recuerda que para el sentimiento nacional predominante en Moscú Ucrania es el origen histórico de Rusia, como ilustra que, por ejemplo, Nikita Kruschef, León Trotsky o Leónidas Brejnef fueran ucranianos, al igual que otras numerosas personalidades políticas, científicas y artísticas de todas las épocas. Para nuestro embajador, que observa el panorama desde su cabaña en las montañas de Virginia, lo que ya ha logrado Putin es distraer la atención, sembrar la división entre los aliados y contrastar la fuerza y determinación de sus adversarios americanos. Los 120.000 efectivos que el Kremlin ha desplazado a la frontera ucraniana serían insuficientes para una invasión, pero capaces de inducir una desestabilización del gobierno de Kiev alentando un golpe de estado patriótico a la manera de la KGB, cuyos líderes procederían a reclamar la intervención de las fuerzas armadas putinistas.

Al otro lado, el presidente norteamericano Joe Biden, después de la salida unilateral y en desbandada de Afganistán, sin la menor consideración hacia los participantes de otros países sumados a aquella coalición de voluntarios, ni dar muestra de lealtad alguna hacia los afganos que por haber estado a su lado iban a quedar estigmatizados a partir de su estampida, tendrá que demostrar, por una vez, que es un aliado fiable si no quiere quedarse aislado, por grande que sea su superioridad armamentista, más aún cuando el espíritu de defensa se ha convertido por sí mismo en una nueva arma. Porque, como hemos aprendido en las democracias, podrían medirse las partes de sobrearmamento debidas a la desconfianza inconsciente de los dirigentes y los militares, respecto a la voluntad de defensa de sus conciudadanos. Alexis de Tocqueville dijo que “los franceses quieren la igualdad, y cuando no pueden obtenerla en la libertad, la ansían en la esclavitud” y ahora a los europeos puede sucederles lo mismo con la cohesión.

“La libertad colectiva", es decir, la capacidad que posee un país de ser dueño de su destino, no se adquiere sólo en los supermercados de armamentos

Además de que como sabemos una política de defensa no consiste sólo en acumular armamentos; supone consolidar la cohesión nacional. Y está comprobado, a la inversa de una idea demasiado difundida, que “la libertad colectiva", es decir, la capacidad que posee un país de ser dueño de su destino, no se adquiere sólo en los supermercados de armamentos. Añadamos que ya en Jenofonte aparece de manera nítida la distinción entre tres tipos de combatientes: los soldados de la patria, los soldados de la causa y los soldados de la paga. Los primeros ostentan esa condición de modo natural, como una prolongación de sus deberes inmediatos hacia sus familias, sus mujeres, sus hijos, sus casas, sus tierras y su manera de vida. Su clave fundamental es el arraigo, su superioridad defensiva reside en el conocimiento del terreno. Las guerras de Argelia, Vietnam o Afganistán lo prueban pese a la insondable brecha tecnológica entre los combatientes. Pero estos principios del patriotismo de proximidad, que Horacio sintetizaría después en el dulce et decorum est pro patria mori, dejan de ser activos en los soldados de la paga, los mercenarios. Tampoco los soldados rusos en la frontera de Ucrania son soldados de la causa, como los que acaudillaba Napoleón. O sea, no habrá invasión rusa de Ucrania. Continuará.

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