Lo que nos faltaba. Desde las cloacas del Estado emerge con fuerza el affaire BBVA. Enésimo olor nauseabundo. Ni los guionistas de las series de Netflix son capaces de acercarse mínimamente a la despiadada verdad del capitalismo de amiguetes patrio. La realidad es mucho más dura, más repulsiva, pero también más teatral. Todo, además, alrededor de personajes oscuros que no han aportado absolutamente nada, ni a las empresas que han dirigido, ni mucho menos a nuestra sociedad. Eso sí, sus emolumentos, cuantiosos, porque, claro está, ellos se lo merecen.
Detrás de todo, el proceso de privatización de las joyas de la corona de las empresas públicas patrias, la mayoría otrora monopolios naturales, y que se hizo bajo el dictado y las directrices marca de la casa. Sus presidentes, colocados a dedo por el gobernante de turno, sin haber mejorado para nada el desempeño de las empresas que dirigieron, otrora monopolios naturales. Además, como un condimento más, las presiones y el pasteleo de grupos privados estaban a la orden del día. Todo ello regado con el buen caldo que se maceraba en las columnas de opinión de nuestros mass media, esos que ahora se quejan de las “fake news”. Lo vengo repitiendo hasta la saciedad: España es el ejemplo más claro de Totalitarismo Invertido a lo “Sheldon Wolin”.
Mientras tanto, los españoles se empobrecían
El escenario en el cual se representaba esta obra de teatro sintetiza dos herencias de nuestra literatura. Por un lado, el sainete, de donde toma el lenguaje, ambientes, situaciones típicas y arquetipos de personajes. Casi todos ellos, chusqueros. Por otro lado, el teatro de Unamuno, por su visión trágica del hombre y del mundo. Porque esa España de vino y rosas en la que se desenvuelven nuestras elites dirigentes -económicas y políticas-, contrasta con la profunda crisis social, económica, y política que vive nuestro país. Dos realidades paralelas, nuestro Matrix particular. Pero ambas convergen y se sintetizan en una honda depresión moral.
“Ahora sabemos que un gobierno del dinero organizado es tan peligroso como un gobierno de la mafia organizada” (Roosvelt)
Lo más sorprendente es que, en plena decadencia de nuestra querida España, esas mismas élites indolentes, que nos han llevado hasta aquí, no dudan en bramar contra lo que ellos denominan los populismos, que simplemente son reflejo del inmenso hartazgo de nuestra ciudadanía. Pero ellos, los indolentes, osan autodenominarse garantes de la estabilidad patria, o sea, del actual statu-quo. Parafraseando al gran Delano Roosvelt, no son más que “…los viejos enemigos de la paz: los monopolios empresariales y financieros, la especulación, la banca insensible, los antagonismos de clase, el sectarismo, los intereses bélicos. Habían comenzado a considerar al gobierno como un mero apéndice de sus propios negocios. Ahora sabemos que un gobierno del dinero organizado es tan peligroso como un gobierno de la mafia organizada”. Clarividente, como siempre, el gran FDR.
Desindustrialización patria
Lo más divertido es ver como el capitalismo de amiguetes patrio, las grandes empresas de nuestro terruño, mientras hacían y deshacían, bajo el buen caldo que se maceraba en las columnas de opinión de nuestros medios de comunicación, crearon el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC). Enésima contradicción, porque si profundizamos en el comportamiento de estas empresas, veremos que no han hecho prácticamente nada por cambiar el modelo productivo de nuestro país. Su actividad investigadora es nula, debido en parte a que se trata de grandes oligopolios, si no monopolios. Sólo nueve empresas españolas figuran entre las mil primeras inversoras mundiales en investigación y desarrollo. Eso sí, los consejos de administración de las mismas han sido raudos y veloces a la hora de atribuirse mayores remuneraciones.
Lo más preocupante cómo el capital extranjero se hace con el control de muchos de los negocios de nuestro país que realmente valen la pena
Y con estos mimbres se les llenaba la boca sobre cómo resolver y hacer frente al drama del desempleo y de la pobreza en nuestro país. Algunas de sus propuestas, ni las practican ni las practicarán, como aumentar, por ejemplo, el gasto en I+D. Otras son un brindis al Sol, como incrementar el tamaño de las empresas y su capacidad para exportar, prueba de que realmente desconocen qué factores idiosincráticos y macroeconómicos determinan tanto la probabilidad de exportar de las empresas manufactureras patrias como la intensidad en las exportaciones. Lo más preocupante, además, es ver como en plena fase de financiarización global, el capital extranjero ha entrado a espuertas en aquellos negocios de nuestro país que realmente valen la pena, esas empresas pequeñas y medianas exportadoras que compiten de manera excelente y sorpresiva en los mercados globales. Pero de ello ni pio. No aprendemos. La propiedad de la empresa es vital para el bienestar de los trabajadores. Si pasan a capital extranjero, se genera mano de obra barata.
En realidad, muchos de los sectores representados en el CEC no están abiertos a la competencia, de manera que sus ajustes los acaban pagando tanto sus empleados, con salarios menores, como sus clientes, con precios mayores. Predominan antiguos monopolios naturales, básicamente empresas eléctricas, petroleras y del sector de telecomunicaciones. Junto a ellos, el sector inmobiliario, ligado al BOE; y el bancario, aún a fecha de hoy profundamente inestable y susceptible de ser de nuevo devorado en la siguiente burbuja que estalle.
Sería interesante aprovechar lo que salga de las cloacas del Estado para intentar derribar ese capitalismo de amiguetes que, de la mano de nuestros gobernantes, nos han llevado a la nada.