Esta maldita epidemia de coronavirus se nos llevó el pasado 23 de marzo a José Folgado Blanco, economista insigne, político y empresario, uno de los grandes españoles de la era de la Transición, que muchos están empezando a comprender que fue una época dorada e irrepetible, habida cuenta del jaez del material humano que ha llegado después.Durante diecisiete años, desde 1979 a 1996, tuve el honor de coincidir en la CEOE con Pepe Folgado, él como director de Economía y yo como director de Comunicación. Éramos además grandes amigos y trabajábamos muy a gusto codo con codo, redactando los papeles importantes de la patronal. Como en las óperas y en las zarzuelas, donde un autor compone la música y otro redacta el libreto, Pepe se encargaba de la música de los documentos empresariales y yo les ponía la letra lo mejor que podía. Y como en óperas y zarzuelas, la música de la teoría económica que entonces generaba la CEOE era siempre excelsa, de una calidad incuestionable.
Junto con Cristóbal Montoro, que también procedía de la CEOE, Pepe Folgado fue el principal inspirador de una política económica que en ocho años creó cinco millones de empleos netos
Folgado fue el cerebro económico de la patronal bajo las presidencias de Carlos Ferrer Salat, primero, y de José María Cuevas, después. Y eso era mucho decir en una época en que la CEOE era una de las instituciones más influyentes, prestigiosas y respetadas de España.A partir de 1996, Pepe Folgado tuvo la oportunidad de poner en práctica las propuestas que durante tantos años había realizado desde la patronal, al ser nombrado por Jose María Aznar y Rodrigo Rato secretario de Estado de Presupuesto y Gasto Público.Junto con Cristóbal Montoro, que también procedía de la CEOE, Pepe Folgado fue el principal inspirador de una política económica que en ocho años creó cinco millones de empleos netos, equilibró las cuentas del Estado, redujo casi a la mitad la deuda pública, permitió la entrada de España en el euro, y deparó a los españoles una ola de prosperidad y crecimiento en libertad como no se había vivido en los últimos dos siglos.De 1996 a 2004 Pepe Folgado ocupó sucesivamente las Secretarías de Estado de Presupuesto, de Economía, y de Industria, Energía y Pymes, siempre cumpliendo escrupulosamente con los objetivos encomendados. Y cuando el PP perdió el Gobierno en 2004, Folgado se presentó como candidato al Congreso por Zamora, su provincia natal, donde obtuvo el 60 por ciento de los votos, siendo, después de Acebes, el segundo diputado con más apoyo popular de España.
En 2012 fue nombrado por Rajoy Presidente de Red Eléctrica de España, cargo que ocupó hasta junio de 2018
Después, en 2007, el PP le pidió que se presentara a la alcaldía de Tres Cantos, y allí obtuvo mayoría absoluta y gobernó sabiamente durante cinco años.En 2012 fue nombrado por Rajoy presidente de Red Eléctrica de España, cargo que ocupó hasta junio de 2018, cuando dimitió tras el acceso de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno. Ni qué decir tiene que Red Eléctrica, bajo la Presidencia de Folgado duplicó su valor y triplicó sus beneficios.Doctor en Economía con Primer Premio extraordinario, con una inteligencia abrumadora y una sólida formación en valores cristianos, Pepe Folgado era un poco como los primeros reyes de la antigua Roma, que dejaban de labrar la tierra para ponerse la coraza y derrotar a una horda de invasores, para a continuación seguir arando detrás de sus bueyes. Siendo Secretario de Estado, recuerdo que utilizaba las cortas vacaciones navideñas en ir al pueblo a hacer la matanza, o a talar los chopos de su pequeña parcela a orillas del Duero y vender la madera.En esta época de tanto feminismo de boquilla, una anécdota podría ilustrar mejor la personalidad de Pepe Folgado. Era secretario de Estado de Economía cuando un día le pregunté:-Oye, Pepe, tienes nueve altos cargos que dependen de ti: seis direcciones generales, tu jefe de gabinete, la Presidencia del INE y la de la CNMV. ¿Cuál es la razón de que todos estén ocupados por mujeres?Y Pepe me miró con sincero asombro y me contestó:-Pues si no me lo llegas a decir… ¡no me hubiera dado cuenta!