Opinión

Francamente, Rufián

Rufián milita y ha medrado en un partido cuyas figuras capitales desprecian su origen familiar, pero a él no le importa porque su actual chollo en Madrid bien vale esos desprecios

  • Oriol Junqueras junto a Gabriel Rufián

Hay que reconocerle a Gabriel Rufián Romero, el hijo de Antonio, natural de La Bobadilla provincia de Jaén y de Pepi, natural de Turón provincia de Granada, un talento extraordinario para tocar las narices al prójimo. Su dominio del arte de irritar por redes sociales es solo comparable al desespero instantáneo que provoca en sus colegas parlamentarios su manera de encadenar argumentos falaces en un discurso a cámara lenta ideado específicamente para conseguir ese efecto. Esa capacidad para irritar es una cualidad muy española, propia de, usando la denominación acuñada por Alejandro Fernández en una memorable intervención en el Parlament de Cataluña, un españolazo de libro como es él.
Pues resulta que este español prototípico, catalán de origen andaluz por los dos lados, casado con una vasca y residente en Madrid, ha decidido reventar de golpe el espíritu navideño tan propio de estas fechas recordando a Felipe VI una foto en la que se ve al entonces pequeño príncipe saludando a Franco acompañada del siguiente texto: “No hay que olvidar nuestros orígenes”.
Teniendo en cuenta que Franco murió en 1975, hace ya la friolera de 47 años, y que Felipe VI nació en 1968, poca agencia tenía el actual Rey en el momento en que se tomó la instantánea. Pero ni siquiera el hecho de que se trate de la foto de un niño detiene a Rufián, que es firme practicante de la creencia de que ningún escrúpulo ético debe impedir la redacción de un mensaje despreciable pero eficaz, como ya probó con su tuit sobre las 155 monedas de plata que forzaron el destino de Puigdemont y su república de los ocho segundos.

Al españolazo Rufián se le podrían recordar las afirmaciones racistas de prohombres de su partido como Heribert Barrera, absolutamente sonrojantes

El problema de Rufián respecto a 2017 es que ahora lo conocemos perfectamente y sus tuits ya no tienen el impacto de antaño. Por eso se está hablando más de las respuestas que ha recibido que de su ataque propiamente dicho, empezando por el magnífico recordatorio que le ha hecho Arturo Pérez Reverte colocando, una al lado de la otra, dos imágenes prácticamente calcadas: la de las juventudes Hitlerianas y la de las juventuts d’Estat Catalá. Sin necesidad de llegar a la presunta naturaleza fascista de la organización dirigida por Dencás y los hermanos Badía, con sus líos de faldas incluidos, en los que la enemistad entre los Badía y Companys tiene el nombre de mujer de Carme Ballester, al españolazo Rufián se le podrían recordar las afirmaciones racistas de prohombres de su partido como Heribert Barrera, absolutamente sonrojantes y suficientes, por sí mismas, para cancelar al partido político que no reniegue de su figura. Tanto, que no quiero manchar mi columna citándolas.

Rufián milita y ha medrado en un partido cuyas figuras capitales desprecian su origen familiar, pero a él no le importa porque para una persona que solo tuvo un trabajo antes de entrar en política, del cual además fue despedido por absentismo, su chollo en Madrid bien vale esos desprecios. Incluso su actual líder, Oriol Junqueras, ha hecho declaraciones sacando a relucir en pleno siglo XXI el orígen genético del pueblo catalán sin que se le mueva una pestaña y sin percatarse de hasta que punto ese discurso biologista es inaceptable.

Hay que tener un pasado muy limpio para ir de visita con exigencias morales al pasado de los demás y a Rufián, esta vez, no le podía salir bien

Esos orígenes están más cerca que la foto en la que un niño pequeño da la mano a Franco, ese mismo 'Generalísimo' al que no hizo ascos, antes al contrario, el alcalde franquista de Pineda y abuelo del president de la Generalitat Pere Aragonés. Rufián tiene también entre sus orígenes muy cercanos fotos infames en las que no tiene la excusa de la edad. Ya sabía muy bien lo que hacía cuando posaba sonriente junto a Otegui, dejando imágenes que hieren el corazón de las víctimas de ETA Para siempre.

Hay que tener un pasado muy limpio para ir de visita con exigencias morales al pasado de los demás y a Rufián, esta vez, no le podía salir bien. Quizás deberemos agradecerle que con su tuit cínico y ventajista, nos haya obligado a todos a salir de nuestra cómoda amnesia colectiva para recordar quién es él, de dónde viene y cuál es la historia del partido que representa. No hay mal que por bien no venga.

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