La falsa polémica que ha sacado ahora la vicepresidenta Calva respecto al lenguaje de la Constitución tiene varios objetivos. El primero es distraer a la opinión de los temas importantes. Si la RAE dice que es innecesario establecer un lenguaje inclusivo en el texto de 1978, y da razones, Calvo tiene que buscarse otra cosa para seguir distrayendo. Por eso ha dicho que el Congreso de los Diputados pase a llamarse “Congreso”. Imagino que nunca ofrecería que se llamara “Congreso de España” para no sulfurar a sus aliados comunistas y nacionalistas.
El segundo objetivo es que este Gobierno está pensado contra la oposición. En política es una falacia aquello de que la mejor defensa es un buen ataque, porque suele abrir dos frentes y, en consecuencia, permitir golpes por ambos lados. Es decir; este “ataque” no va a impedir que hablemos de la chapuza autoritaria de Dolores Delgado, de los presupuestos pactados con Bildu en Navarra, de que Garzón diga que la Fiscalía no es poder judicial sino ejecutivo, del intento de politizar en su beneficio al CGPJ y al Tribunal Constitucional con los nombramientos, de la reforma del Código Penal para sacar a Junqueras de prisión, de la financiación boliviana y bolivariana de Podemos, del caso de corrupción del embajador de Zapatero en Venezuela, o de que Sánchez haya batido el récord de superar el objetivo de déficit anual en tan solo quince días.
Es una maniobra de distracción, como ya hicieron con la exhumación de Franco, y ahora lo intentan con el PIN parental. La falta de interés general por esos temas contrasta con el estado efervescente de los medios de comunicación adictos al gobierno socialcomunista, que alientan la alarma social y la emergencia.
La clave de la política es hoy, además de la red clientelar como saben en Andalucía, Cataluña y el País Vasco, generar un lenguaje que cale entre la población
El tercer objetivo de la maniobra de Calvo lo ha desvelado en su última entrevista: “El cerebro no puede seguir funcionando en masculino”. Las mentes funcionan con un marco cognitivo, unas herramientas lingüísticas que nos permiten aceptar explicaciones sobre lo que nos rodea y tomar decisiones. La clave de la política es hoy, además de la red clientelar como saben en Andalucía, Cataluña y el País Vasco, generar un lenguaje que cale entre la población. No hay nada nuevo. Es la idea orwelliana de la “neolengua”, pero que teóricos de la neuropolítica tienen muy trabajado.
La finalidad es conformar un marco cognitivo a través de palabras que justifique luego una acción política. En este caso, se trata de imponer una “gramática calva”; es decir, inclusiva pero con rencor, con una violencia contenida en plan revancha, que desprecia al disidente, para hacer luego ingeniería social. Es el feminismo estatista y socialista que pretende que si no se cumple su dictado, esto no es una democracia. ”¿Qué hacemos las diputadas en un lugar que se llama Congreso de los Diputados?”, dice Calvo. No importa forzar el idioma o a la gente, las costumbres o los gustos. Lo relevante es mandar para transformar la sociedad a su antojo y perpetuarse en el poder.
La “gramática calva” sería el resultado de ese feminismo de segunda ola, del que escribieron Beauvoir, Firestone o Millet. Hablo de ese que sostiene que el género es una construcción cultural y el sexo una determinación biológica, y que, como la cultura es capitalista establece una inferioridad de la mujer a la que explota por el simple hecho de no tener genitales masculinos. (Ojo, porque el transfeminismo piensa lo contrario y está en guerra con estas feministas).
El parto y la case obrera
Así, la maternidad, el matrimonio y la heterosexualidad serían estereotipos capitalistas que alienan a la mujer. ¿Cuál es la solución? La lucha de sexos para cambiar los géneros, para lo cual es necesario derribar o corregir el capitalismo, y despreciar la maternidad o la familia “tradicional”. Beatriz Gimeno, por ejemplo, que ahora es directora del Instituto de la Mujer con Irene Montero, escribió que dar el pecho a un hijo es reproducir el capitalismo. Y que parir, en consecuencia, es aumentar la clase obrera que será explotada por la burguesía. En el caso de tener hijos, claro, hay que contrarrestar su presencia en este mundo capitalista quitándoselos a los padres para adoctrinarlos en las bondades estatales del “progresismo”: feminismo socialista y ecologismo radical.
La “gramática calva” no es una broma. Detrás hay un plan de ingeniería social con evidentes tintes autoritarios. Nuestra suerte es que han puesto al mando de ese plan a esta vicepresidenta.