La semana que termina nos ha traído de golpe a la ‘nueva normalidad’ de la España del coronavirus, dibujada a trazo grueso entre un Congreso anestesiado que dimite de sus funciones y más de cuarenta millones de ciudadanos encerrados otra vez mientras barruntan un invierno de ruina, miran con envidia el liderazgo de Francia o Alemania y asisten espeluznados a cómo buena parte de la clase política permanece ajena a la realidad de lo que se está viviendo en la calle.
Porque solo a un político que vive en su matrix particular de despachos y estancias oficiales le podía parecer buena idea acudir –en pleno estado de alarma- a lo que Rufián calificó después como “botellón del Ibex”, al salón real del Casino de Madrid, bajo lámparas de araña y pisando mullidas alfombras, a compartir mesa y mantel sin mascarilla con 80 personas (camareros aparte) no convivientes. Consejos vendo...
El ministro de Sanidad, que se ha cansado de pedir a los españoles y en particular a los madrileños que no salieran de sus casas, y otros dos compañeros de Gabinete que acababan de dar cobertura al toque de queda para toda España; la cúpula entera del PP; el alcalde de Madrid que tanto sacrificio pidió a sus vecinos; la líder de Ciudadanos que apoyaría horas después la prórroga de seis meses del estado de alarma… Todos se sorprendieron después cuando les afearon su conducta, “es un acto de trabajo” intentaron decir; “se cumplieron las medidas”… Acabaron por pedir perdón algunos.
Solo a un político que vive en su matrix particular le podía parecer buena idea acudir –en pleno estado de alarma- a lo que Rufián llamó después “botellón del Ibex"
La ‘jotafiesta’ puso de relieve la desafección política con la otra España, la de carne y hueso. Fuera, en la calle, un pequeño empresario de autobuses había llorado ante las cámaras unas horas antes y a apenas unos cientos de metros del casino implorando ayudas para salvar su empresa. En las redes, junto a la foto de los oropeles y los trampantojos del edificio de la calle de Alcalá, se mostraba la de dos jóvenes sentados en el bordillo de una acera ante su negocio de hostelería en Zaragoza, derrotados porque tenían que volver a cerrar...
Y el Gobierno se sube el sueldo...
Pero la semana ya no se enderezó tras el revelador episodio del Casino. Al contrario. Ese mismo día se supo, con la presentación de los Presupuestos, que los miembros del Gobierno se subían el sueldo un 0,9%, y que el gasto en contratados eventuales y altos cargos se elevaba entre un 15 y un 45% para el próximo año. España ya tiene el mayor número de empleados públicos de la historia y a los funcionarios se les subirá el sueldo mientras el sector privado espera ayudas confinado en sus regiones.
Mientras en Francia, Emmanuel Macron anuncia hasta 10.000 euros en ayudas a todas las pequeñas empresas que se vean obligadas a cerrar o reducir su actividad por las restricciones, y en Alemania, Angela Merkel se compromete a pagar el 75% de lo que hubieran facturado en noviembre de 2019 a las empresas de menos de 50 trabajadores, en España siguen los problemas para cobrar los ERTE, Iglesias y Escrivá se tiran el Ingreso Mínimo Vital a la cabeza y se reproducen las protestas de autónomos y hostelería por unas ayudas que nunca llegan. ¿Alguien se imagina lo que sucedería hoy en las calles si el Gobierno fuera de otro color y Podemos no ocupara la Vicepresidencia?
Ya lo dijo Fernando Simón: comparecer cada 15 días en la Cámara para prorrogar la alarma “es un engorro”. Lo que no sabíamos es que también lo pensaba la mayoría de los diputados
El ciudadano se siente cada vez más desamparado. La semana ha dejado claro el desdén del Ejecutivo hacia el control del Congreso y el desestimiento de éste a la hora de cumplir su cometido constitucional. El presidente del Gobierno, que ni siquiera se dignó a defender la prórroga del estado de Alarma, dejó su escaño vacío cuando habló la oposición. Y la mayor parte de sus señorías aplaudieron gustosas los seis meses de manos libres que han dado al Gobierno. Ya lo dijo Fernando Simón: comparecer cada quince días en la Cámara para prorrogar el estado de alarma “es un engorro”. Lo que no sabíamos es que también lo pensaban la mayoría de los diputados.
Domar el legislativo, el judicial... y las redes
El jefe del Ejecutivo tiene ya el campo expedito para hacer y deshacer seis meses sin tener que comparecer ante el Legislativo. Ya puede seguir peleándose con Madrid –el espectáculo de Isabel Díaz Ayuso en Ávila da para otro artículo-, intentar una renovación del Judicial a su medida y hasta para amordazar al mal llamado Cuarto Poder con la ley para vigilar las redes y eliminar los mensajes de odio en 24 horas. ¿Quién decidirá qué es un mensaje de odio? Podemos, impulsor de la ley, tendrá la respuesta.
La semana que arrancó con la vergonzante fiesta de la mascarilla termina con el equilibrio de poderes seriamente amenazado, los españoles encerrados en sus 17 autonomías –un sistema que ha dejado sus vergüenzas al aire al ser sometido a la titánica prueba de fuerza del coronavirus- y con la amarga sensación de que la “nueva normalidad” se parece demasiado a la vieja historia de las dos Españas en la que siempre acaban pagando los mismos.