Hace unos años me despertó en mitad de la noche una llamada de mi amiga Sheila: le habían dado un puñetazo en la nariz por haber cometido el crimen de pasearse por el Port Olímpic de Barcelona de la mano de la que hoy es su mujer y madre de sus tres preciosos hijos. Y, a principios de mes, amenazaron de muerte a un amigo. El motivo; haber denunciado ante los Mossos d’Esquadra una agresión homófoba. No contento con la amenaza de muerte, el agresor sigue acosándolo por redes sociales tras las dos denuncias presentadas.
Esto sigue pasando en pleno siglo XXI y siento una impotencia muy grande porque, aunque nos dotamos de leyes que otorgan derechos y protegen de la discriminación a los ciudadanos, no estamos siendo realmente capaces de garantizarlos y hacerlos efectivos. Y, si queremos que esto cambie, todos nos tenemos que implicar en la consecución de un verdadero cambio.
No basta con conmemorar que el 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) considerase que la homosexualidad debía dejar de ser una enfermedad mental y, por lo tanto, no era necesario curarla. No basta con celebrar el 28 de junio, el Día del Orgullo Gay, los hechos ocurridos en 1969 en el pub Stonewall, donde el colectivo LGTBI dejó de ser un objeto pasivo ante un sistema que les señalaba, estigmatizaba y perseguía.
Erradicar la discriminación y el acoso no es tarea fácil, porque significa cambiar en muchos casos la cultura y la visión del mundo que durante muchos siglos ha sido dominante, y que ha pasado desapercibida por haber sido normalizada. Pero la cultura no es estática, sino dinámica y cambiante, y la experiencia demuestra que es posible promover una cultura de derechos humanos y derrumbar los estereotipos y prejuicios. Por ello, desde Ciudadanos hemos presentado varias propuestas al respecto -a nivel autonómico y también en el Congreso- porque los derechos no se garantizan sólo poniéndolos sobre un papel, sino aplicando políticas activas y poniendo los recursos económicos y humanos necesarios para hacer estos derechos efectivos.
Por ejemplo: poniendo los medios necesarios para luchar contra la lgtbifobia en el deporte, donde aún hoy persisten tabús y prejuicios. Prácticamente no existe ningún otro contexto social donde la participación de personas del colectivo sea tan escasa o tan poco visible. La realidad es que la mayoría de deportistas profesionales, si salen del armario lo hacen una vez que se han retirado, porque si tu vida profesional depende del deporte hacerlo público puede tener consecuencias serias. No es concebible que, en pleno siglo XXI, el deporte limite la libertad del colectivo LGTBI a expresar su orientación sexual por miedo al rechazo.
Desde Ciudadanos seguiremos trabajando, exigiendo un absoluto respeto a la libertad individual y el respeto a la libre identidad de las personas. Porque una sociedad avanzada es aquella que considera a todos libres e iguales con independencia de su sexo, de su identidad de género, de su orientación sexual, de su lugar de nacimiento, del color de su piel, de la lengua en la que hable, de su origen social o de su religión. Una sociedad avanzada es aquella que no ve en la pluralidad y la diversidad una distorsión de ningún orden natural. Y en esto nos tenemos que implicar todos para poder disfrutar de un mundo más libre y justo.