Opinión

Siria, el laberinto infernal

Muchos sirios se pregunten si se han jugado la vida para reemplazar a un dictador como Assad por unos extremistas islámicos

  • Milicianos islamistas en Siria -

Llevamos varios días tratando de asimilar lo que ha sucedido en Siria en apenas unas horas. El futuro del país es muy incierto, y no ya el medio plazo, sino el corto, cortísimo plazo. Realmente nadie sabe cómo estará Siria dentro de dos semanas o un mes. La cuestión principal es saber por dónde irá esto, y si el grupo islamista que se ha apoderado de la capital cumplirá con su palabra de abrir paso a una transición ordenada que alumbre una nueva Siria en la que quepan todos sus habitantes. En definitiva, si esto será el fin de la guerra civil o, por el contrario, el pistoletazo de salida de una nueva fase aún más caótica.

Otra de las preguntas que están en el aire es cómo el régimen de Al Assad ha implosionado tan rápido. Los rebeldes de hoy ya no son los de hace diez años. Están mucho mejor preparados. Hayat Tahrir Al Sham, el grupo mas importante, no es una milicia desorganizada e ineficaz. En los últimos años ha mejorado en todos los aspectos. Están bien entrenados e impera la disciplina en sus filas. Disponen de unidades de operaciones especiales, escuadrillas de drones e incluso misiles de fabricación propia. También ha influido que los grupos que se oponían al régimen dejaron de lado sus diferencias para centrarse en un objetivo común: derrocar a Bashar Al Assad.

El hecho es que todo eso lo podría haber neutralizado un Gobierno con un ejército concebido para sostener una prolongado conflicto asimétrico contra guerrillas. Ese no parecía ser el caso del ejército de Al Assad que, recordemos, sin la ayuda rusa e iraní, habría sucumbido hace ya muchos años. El padre de Bashar Al Assad, Hafez, tomó el poder en 1970 tras dos década en las que hubo veinte golpes de Estado, trató de asegurarse que su golpe fuera el último. Quería un ejército que fuese incapaz de sublevarse.

Todo estaba pensado para que las fuerzas armadas no se les volviesen en contra. Priorizaron la lealtad sobre la competencia, descuidaron el entrenamiento y se esmeraron en crear servicios de inteligencia que vigilasen a los altos oficiales. Consiguieron evitar nuevos golpes de Estado, pero al mismo tiempo, impidieron que las fuerzas armadas estuviesen convenientemente preparadas luchar contra insurgencias en el interior del país, o contra enemigos externos de cierta talla como Israel.

Assad se puso en manos de iraníes y rusos, que fueron quienes consiguieron mantenerle en el poder. En el momento en el que estos dos se retiraron el régimen se quedó sin su único apoyo real

Padre e hijo llenaron la parte alta del escalafón con un pequeño círculo de familiares y oficiales de acrisolada fidelidad. Hafez organizó el ejército en cinco divisiones a pesar de tener efectivos para nueve. Lo hizo porque sólo pudo encontrar cinco generales de división en los que confiara plenamente. Tampoco buscó que el ejército estuviese bien integrado, ya que un ejército unificado podría darle más fácilmente un golpe de Estado. La desorganización, la desunión y las rivalidades internas eran lo habitual. Los oficiales se peleaban con frecuencia, los problemas de disciplina eran continuos y en ocasiones incluso se producían enfrentamientos físicos y tiroteos entre ellos.

En 2013, cuando los iraníes se metieron de lleno en la guerra, lo primero que advirtieron fue que el ejército de Assad era un desastre, que no estaba preparado y que no sabía combatir contra los grupos armados que habían brotado como setas por todo el país. Dos años más tarde entraron los rusos y observaron lo mismo. A partir de ahí, Assad se puso en manos de iraníes y rusos, que fueron quienes consiguieron mantenerle en el poder. En el momento en el que estos dos se retiraron el régimen se quedó sin su único apoyo real.

De todo esto se han beneficiado los rebeldes. Sabían que mientras los hombres de Hezbolá y la aviación rusa estuviesen sobre el terreno poco tenían que hacer, salvo mantener sus posiciones en el norte protegidos por los turcos. En Moscú y Teherán dieron por bueno que Turquía extendiese una franja de seguridad junto a su frontera y que los kurdos, respaldados por Occidente, se quedasen con el cuadrante noreste, pero al menos el resto del país, la parte más rica y las principales ciudades estaban en sus manos. Han sido las guerras de Gaza, el Líbano y Ucrania las que han desequilibrado la balanza.

En el Líbano había cientos de miles de sirios jóvenes que habían ido instalándose en el país. Sabían que si regresaban serían detenidos y ejecutados, pero muchos, a raíz de los problemas en el Líbano durante el último año, decidieron regresar al norte de Siria y ponerse al servicio de las milicias rebeldes que en poco más de una semana le han dado el tiro de gracia al régimen.

Lo que no saben es lo que pasará ahora y surge aquí una nueva pregunta. Una vez que la euforia haya pasado, ¿podrán los sirios instaurar una democracia como muchos de ellos desean, o se encontrarán en una nueva dictadura esta vez de carácter islamista? Motivos hay para pensar que esto podría conducir a lo segundo. El jefe de los rebeldes que tomaron Damasco el domingo pasado, Abu Mohamed Al Golani comenzó su carrera en Irak tras la ocupación estadounidense. En un documental televisivo admitió que recibió 50.000 dólares para llevar el Estado Islámico a Siria por orden directa de Abu Bakr Al Baghdadi. Más tarde, cuando el Estado Islámico y Al Qaeda se peleaban por ver quien capitaneaba la yihad mundial, Golani aclaró que su grupo estaba afiliado a Al Qaeda y juró lealtad a Ayman Al Zawahiri, el sucesor de Osama bin Laden.

Lo que la mayoría quería era que el Gobierno de Assad terminase, y eso ya lo han conseguido. El problema no es el corto plazo, ese ya está resuelto, sino el medio y largo plazo. En las zonas controladas por Golani se han producido en los últimos años todo tipo de atrocidades contra opositores

En 2016, cuando esa marca se convirtió en un problema, Golani cortó vínculos con el grupo y formó Hayat Tahrir Al Sham con grupos rebeldes de ideas afines en Idlib, una zona segura muy cerca la frontera con Turquía. Desde entonces Golani ha intentado reubicarse como un nacionalista de inquietudes islámicas. Unos creen que, hasta cierto punto, Golani y su grupo han experimentado una auténtica transformación. Otros están convencidos de que se trata de una máscara y que, tan pronto como se encuentren bien asentados y seguros, mostrarán su verdadera cara. Todavía hay una recompensa de 10 millones de dólares por Golani, y tanto Estados Unidos como la Unión Europea consideran a Tahrir Al Sham un organización terrorista.

Es lógico que algunos sirios se pregunten si se han jugado la vida para reemplazar a un dictador como Assad por unos extremistas islámicos. Lo que la mayoría quería era que el Gobierno de Assad terminase, y eso ya lo han conseguido. El problema no es el corto plazo, ese ya está resuelto, sino el medio y largo plazo. En las zonas controladas por Golani se han producido en los últimos años todo tipo de atrocidades contra opositores, algunas han llegado hasta oídos de la ONU gracias a informantes sobre el terreno.

En definitiva, que en Siria muchos se ven entre la sartén y el fuego. Sienten que no tienen elección sobre quién gobierna. Las distintas milicias llegan a su zona armadas hasta los dientes y la gente tiene que arreglárselas para sobrevivir. Eso es con lo que dice querer acabar Tahrir Al Sham, que ha montado una entidad denominada Gobierno de Salvación. Ese Gobierno ha estado gobernando la ciudad de Idlib durante varios años con varios ministerios que cubren áreas como sanidad, educación u obras públicas, pero no hay una sola mujer en ese Gobierno.

No hay posibilidad de gobierno islámico

Golani ha anticipado que Siria será gobernada bajo la sharía sin aclarar si habrá elecciones libres. En una entrevista con CNN, insistió en que el próximo será un gobierno con un “consejo elegido por el pueblo”. Pero en Idlib ese consejo está copado por afines a su organización. Que se aplique la sharía en un país tan diverso desde el punto de vista religioso puede ser un problema serio. Siria está lejos de ser un país unificado religiosamente. El 10% de la población es cristiana de distintas denominaciones (ortodoxos griegos, armenios, siríacos, jacobitas, católicos orientales y protestantes). El 3% son drusos y el resto musulmanes sunnitas, chiitas, alauitas, ismaelitas y yezidíes. No hay posibilidad de un Gobierno islámico porque una buena parte del país no lo aceptaría. No lo harían los cristianos o los drusos, pero tampoco la mayor parte de musulmanes.

Golani sabe que este es su momento y que no puede dar un paso en falso. Se ha presentado como un joven sirio que se enfadó por la ocupación estadounidense de Irak y eso le llevó por el mal camino, pero ahora asegura haber madurado. Ha cambiado hasta de vestimenta. Ya no se pone el turbante ni la túnica, va vestido de militar o al uso occidental con una chaqueta y una camisa. Hasta ha recuperado el apellido familiar. Su nombre verdadero (de pila diríamos si fuese cristiano) es Ahmed Hussein Al Sharaa. Ha insistido en que su principal tarea es reconstruir un país machacado por la guerra. Pero hay motivos para sospechar que en el fondo sigue siendo un extremista. Deshacerse de esa imagen requerirá mucho más que una campaña de relaciones públicas o algunas entrevistas en los medios occidentales.

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