Opinión

Los tertulianos no sabían que hay pobres en Madrid que hacen cola por comida

Los más populares tertulianos mañaneros expresaban este lunes su sorpresa por la cercanía y la abundancia de la miseria. ¿Cómo no pudimos darnos cuenta antes?

  • Banco de alimento en época de coronavirus

Alguien publicó este domingo un vídeo en el que se apreciaba una larga cola de personas que aguardaban al reparto de comida por parte de una asociación vecinal. El impresentable Juan Carlos Monedero aprovechó la ocasión para practicar uno de los ejercicios más habituales en su partido, como es el de servirse de los pobres para medrar en política. O, simplemente, para conseguir el aplauso fácil de su parroquia. “Mientras tú te haces fotos (Isabel Díaz Ayuso), tu pueblo pasa hambre. En Madrid. No en Venezuela”, escribió.

La longitud de la fila ofrece una buena panorámica sobre la magnitud de la crisis económica que se ha abierto paso en las últimas semanas a la sombra de la pandemia, que amenaza con generar desvelos aún mayores que los de la 'gran recesión' de 2008 y con destrozar a la ya famélica clase media española.

Sobra decir que las imágenes de quienes aguardaban por comida fueron utilizadas por unos y por otros para mantener vivas sus guerras políticas, pues si en algo son especialistas los partidos y los tertulianos de este país es en utilizar a las víctimas de escudo y, a la vez, de arma arrojadiza. Pocos se resisten a parapetarse tras los muertos o los desheredados para ganar un aplauso fácil o exigir la enésima reforma del Código Penal.

Sorpresa en las tertulias

Los más populares tertulianos mañaneros expresaban este lunes su sorpresa por la cercanía y la abundancia de la miseria. ¿Cómo no pudimos darnos cuenta antes? Parece que hay pobres entre las fiestas en los balcones, las coreografías de hospital, los mosaicos de arcoíris y las ruedas de prensa gubernamentales en las que prácticamente se celebran los 150 muertos diarios, pues son pocos en comparación a los que se registraban hace un mes. Vaya.

Iluminados por el calor de los focos, quizá los contertulios sean incapaces de ver la gelidez con la que las crisis aterrizan sobre quienes sobreviven con lo mínimo, que son muchos más que los de los medios muestran.

Las empresas periodísticas los suelen olvidar para concentrar sus esfuerzos en relatar los pormenores de la actividad de sus pagadores, que son sus anunciantes, y en exponer cada uno de los puntos de la estéril batalla dialéctica que se libra en las Cortes Generales y en los cuarteles generales de los partidos. Entre dorar la píldora a los financiadores y exagerar los defectos de quienes no lo hacen, apenas si queda tiempo para hablar de la vida real. Y de los pobres, claro.

¿Cómo no pudimos darnos cuenta antes?. Parece que hay pobres entre las fiestas en los balcones, las coreografías de hospital y los mosaicos de arcoíris

El fenómeno lo explica de una forma magistral la película Brexit: the uncivil war. Versa sobre la estrategia que siguieron los partidarios de la ruptura entre el Reino Unido y la UE en las semanas previas al referéndum del 23 de junio de 2016. Sus estrategas cayeron en la cuenta de que había un porcentaje significativo de la población británica a la que hace muchos años que nadie hacía ni puñetero caso. Pertenecía a las capas sociales más bajas, a cuya puerta no solían llamar ni los congresistas ni los periodistas. Estos últimos, en tal caso, para exagerar los conflictos que les afectaban, movidos por el sensacionalismo.

Escuchar a los contertulios que se expresaban este lunes causaba estupor y confirmaba que no son muy conscientes de lo que ocurre a pie de calle. O no lo quieren contar. Primero, por atribuir la pobreza de una parte de la población a lo acaecido en las últimas semanas, cuando, realmente, hay una parte de los ciudadanos a la que nunca le alcanzó la recuperación. De hecho, en 2007 la tasa de personas en riesgo de pobreza era del 19,7%, mientras que, en 2018, en pleno ciclo expansivo de la economía, del 21,5%.

Parece que a una parte de los medios le cuesta descodificar los titulares y cerciorarse de que los datos macroeconómicos caen a plomo sobre el asfalto. Expresaba la Airef hace escasas fechas que el PIB nacional descenderá el 8,9% en 2020 y sólo crecerá el 4,6% en 2021. Basta restar la primera cantidad de la segunda para hacerse una idea del sufrimiento que ocasionará esta situación en las empresas y en los trabajadores.

La cosa podría enturbiarse aún más, pues en caso de que la situación sanitaria empeore y haya que volver a estar confinados unas semanas más, fijaba la caída en el 11,7%.

La autoridad fiscal independiente auguraba que la deuda se disparará hasta el 124%, así como que se incrementará ostensiblemente el déficit y disminuirá la recaudación. En otras palabras, nos acercaba un poco más a la Argentina que los dejes peronistas del insoportable Gobierno hacen sospechar. Y lo que es peor: la Airef apreciaba riesgo de que el 30% de los afectados por Expedientes de Regulación Temporal del Empleo (ERTE) se vayan a la calle.

Quizá las colas de los bancos de alimentos, de las que tanto se sorprenden algunos -y que han intentado instrumentalizar-, sean actualmente de un tamaño mucho menor del que pronto alcanzarán.

Quizá las colas de los bancos de alimentos, de las que tanto se sorprenden algunos -y que han intentado instrumentalizar-, sean actualmente de un tamaño mucho menor del que pronto alcanzarán.

Si inquietante es este problema, no lo son menos las soluciones que proponen estos tertulianos de postín, en hilo directo con los propagandistas del Gobierno, pues básicamente pasan por incrementar el gasto público hasta límites insostenibles. Quizá para evitar el estallido social que se intuye cuando aumenten los aprietos de la población -aún más-. O para echar la culpa a Bruselas cuando obligue a meter la tijera a cambio de garantizar liquidez.

Son muchas más las voces que piden subsidios por doquier y sugieren la necesidad de incrementar la carga fiscal a las rentas más altas que las que hablan de incentivar la iniciativa empresarial y apoyar a las pymes, pues es el trabajo, y sólo el trabajo, el verdadero 'escudo social' de los ciudadanos, y no las medidas populistas que promete Pablo Iglesias.

Se sorprende el periodismo de las colas y pronto se alarmará de sí mismo, pues resulta a todas luces insostenible ejercer una profesión que consiste en contar la realidad... y estar más alejado de ella.

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