Empieza un nuevo año y es hora de hablar de comienzos y novedades, sin que yo pueda hablar de una que me concierne sin un final reciente. Si Dios quiere, a finales de febrero de este 2025 saldrá publicado mi primer libro, "Salvar Europa" con la Editorial Ciudadela. Un ensayo de pensamiento y acción política sobre las nuevas formas de poder y estatismo, inflamado ya en su forma de globalismo, bajo la tecnocracia y la dictadura emocional antihumanista, así como de la islamización de Europa que acompaña al desastre. Pero principalmente es un libro sobre la verdad y la guerra espiritual que libramos, mucho más profunda y decisiva que la manida y superficial batalla cultural ideológica que ha ayudado y distraído de lo importante, salvar la civilización cristiana. En la expulsión de Dios y la verdad, y por tanto de nuestra identidad, llegamos a una Europa que no podremos —ni querremos— salvar.
Un libro que quizá jamás hubiese escrito sin el constante ánimo de Don Dalmacio Negro para que lo hiciese. Dos días después de nuestro último encuentro en una comida, la noticia de su fallecimiento el 23 de diciembre de 2024, día en el que cumplía 93 años, interrumpió nuestra conversación y nuestra amistad a través de los escritos, las ideas y una mesa. Una noticia que deja inacabado el prólogo que iba a dedicar a mi humilde libro, el penúltimo honor que me concedió el hombre más sabio, inteligente, bueno y honesto que ha dado España y alrededores desde Donoso Cortés. No puedo hacer un relato triste, pues la vida de Dalmacio Negro es un hecho histórico y legendario a celebrar con una preciosa familia y un inconmensurable legado intelectual.
Hay cosas que suceden en la vida que no siempre tienen una explicación mundana, pero que ocurren. Con ánimo de resumir mucho los hechos, a mediados del año 2023 me encontraba en hondo camino intelectual y espiritual, acababa de terminar de leer varios ensayos de Ratzinger sobre Europa, cuando encontré el libro Lo que Europa debe al Cristianismo, de Dalmacio Negro (Unión Editorial, 2004). Debido a mi fascinación por la res publica que me llevó a estudiar Derecho, ya conocía al profesor por su famosa «ley de hierro de la oligarquía», así como por algunos de sus textos sobre el Estado, imprescindibles para quienes queríamos tener una buena formación jurídica y política desde la Universidad. Pero fue con este libro cuando encontré lo que quizá llevaba toda una vida buscando. Ya estaba terminando de leerlo cuando un amigo me escribió para contarme que en una conferencia de Dalmacio Negro en la universidad, éste había pedido imprimir y repartir a todos los asistentes uno de mis artículos en Vozpópuli sobre la nación española, cuestión obsesiva y recurrente en mis columnas. Tras este hecho abrumador —un gigante intelectual, autor del libro que estaba leyendo con devoción me había leído a mí— recibí una llamada de teléfono. Era el editor de una editorial independiente que me llamaba por indicación de Dalmacio Negro, por si yo quería participar en un libro colectivo que él encabezaba sobre diagnósticos de España y que ya estaba terminado. Para mí fue una llamada de honor al deber y escribí el epílogo, El asesinato de España en un libro finalmente titulado España o el 78. Tras esto me atreví a pedir el correo electrónico de Dalmacio Negro para agradecerle su inmensa generosidad conmigo, a lo que me contestó con una convocatoria a una comida en El Pardo, a la que siguió una amistad en su último año de vida. Solía decirme tras algunos de mis artículos que debería seguir con esa idea en un libro, que con esta otra idea debiera hacer la tesis doctoral para continuar una labor que yo entendía no me merecía.
Una noticia que deja inacabado el prólogo que iba a dedicar a mi humilde libro, el penúltimo honor que me concedió el hombre más sabio, inteligente, bueno y honesto que ha dado España y alrededores desde Donoso Cortés
Dicen que el alumno encuentra al profesor, pero con asombro y honestidad de cómo hace el Señor todas las cosas, en esta ocasión fue el maestro quien me encontró, me eligió y me convocó para que saliese de una oscuridad. Dalmacio tenía esa especial inteligencia tan poco usual para ver antes, mejor y ver más allá que nadie, para reconocer, enseñar y crear.
Jamás perdonaré que la clase política, pseudointelectual y periodística de este país en ruinas no haya dado el lugar público que merecía Dalmacio Negro y nos haya arrebatado como nación el colosal pensamiento español y cristiano que representaba, y tanto necesitábamos, al arrinconarlo a los márgenes públicos, el único lugar fértil de pensamiento posible en España las últimas décadas.
Tras haber terminado mi libro y con él una parte del viaje a las profundidades de la conciencia de lo político y lo humano, me encontré coincidente en la verdad de Dalmacio Negro, a la que había llegado desde otro lugar y en la que he crecido tanto gracias a él. En honor y homenaje a mi profesor fuera del aula, mi libro será publicado sin prólogo, no puede haberlo de nadie más.
Gracias por tanto, querido amigo Dalmacio. Gracias por haberme permitido sin merecerlo ser testigo de su bondad y grandeza, porque sólo un gran hombre puede ser tan generoso y excepcional. Quedo en soledad y orfandad tras su marcha, con el único consuelo de saber que está con el Señor, en la verdad fundamental de la que tanto hablamos. Prometo seguir en la acción. Cuide de nosotros desde arriba. La verdad prevalecerá.
alonso_muñoz
01/01/2025 01:18
Con el testimonio de Dña. Irene junto con los bonitos y sentidos que han salido en otros lugares se ve, en mi opinión, que el verdadero saber es personal. Que el conocimiento, en tradición platónica, hispana y católica, no es una fría colección de volúmenes, sino "traditio", entrega personal. En este testimonio se ve un espejo de ese sano, mediterráneo, católico personalismo. El maestro Dalmacio ha implantado, abonado, la unidad de corazón e intelecto, de razón y existencia de la que Dña. Irene es, permítaseme el juicio, un exponente señero. Nuestra mejor parte es esa unidad de nuestro yo con el mundo "externo", de empatía intelectual y política. Y por tanto, creo que si hay una escuela dalmaciana, ése sería uno de los rasgos de la paternidad intelectual y espiritual del maestro en nosotros. Gracias Irene. ¡A seguir bebiendo del Maestro!
alonso_muñoz
01/01/2025 01:27
Con el testimonio de Dña. Irene junto con los bonitos y sentidos que han salido publicados en varios medios se ve, en mi opinión, que el verdadero saber es personal. Que el conocimiento, en tradición platónica, hispana y católica, no es una fría colección de volúmenes, sino "traditio", entrega personal. Y en este testimonio de Dña. Irene se ve un espejo de ese sano, mediterráneo, católico personalismo. No cabe duda que el maestro Dalmacio ha implantado, abonado, la unidad de corazón e intelecto, de razón y existencia: esa unidad de nuestro yo con el mundo "externo", de empatía intelectual y política de la que, si se me permite el ilegítimo juicio, Dña. Irene es un señero exponente. Creo que si hay una escuela dalmaciana, ése sería uno de los rasgos de la paternidad intelectual y espiritual del maestro. Gracias Irene. La verdad prevalecerá.
jos_antonioruizpere
01/01/2025 17:21
aaa
hulk1965
Preparada tengo la botella de espumoso no catalán para ese día.
mcrobio
02/01/2025 18:11
Estimada Irene, le ruego que vuelva a avisarnos cuando salga el ejemplar a la venta.
pepe_perez_
02/01/2025 18:34
Llega un punto que esto parece una competición por ver quién trató más al pobre finado. Los hay o, más bien, las hay que parecen perrillas en un parque marcando territorio. Lo siento, pero es la impresión que me da.
eruizadsuar
03/01/2025 05:56
Pobre Dalmacio, utilizado para el autohomenaje. Por cierto, esperemos que el libro esté mejor escrito.