Opinión

La traición de Yolanda Díaz a Pablo Iglesias: "Verdades a la cara"

Pablo Iglesias no recuerda ahora que fue él, con su 'dedazo', quien eligió a Yolanda Díaz como sucesora y que se la impuso a Pedro Sánchez con el resto de cambios, Ione Belarra incluida. Pero de todo ello presumió en un libro: "Verdades a la cara"

  • Yolanda Díaz y Pablo Iglesias

Yolanda Díaz hasta en la sopa. Menos de una semana después de la presentación de Sumar –mucho más ruido que nueces, hasta ahora- se han hecho todas las lecturas sobre el pasado, el presente y el futuro de “La Fashionaria” de Ferrol y la nueva musa del “espacio a la izquierda de Pedro Sánchez”. Es decir, la ultraizquierda. Pero como sucede en estas ocasiones, lo más clarificador es bucear en lo que se escribió hace un año para, con perspectiva, ver dónde están unos, dónde quieren llegar otros y cuán equivocados estaban los que se creen en posesión de la verdad.

Es el caso de Pablo Iglesias y su libro “Verdades a la cara. Recuerdos de los años salvajes” (Editorial Navona) que publicó hace ahora un año justo. En él, entre otros episodios narrados con pomposidad y prosopopeya, y un enfermizo narcisismo, Iglesias relata su decisión de designar, con su ‘dedazo’ de líder y macho alfa, a Yolanda Díaz como sucesora.

Un episodio ese del nombramiento ‘digital’ de su sucesora que, hace solo unos días y preso de un ataque de amnesia sobrevenido tras los últimos acontecimientos, aseguraba Iglesias que nunca se produjo: "Yo no designé con el dedo a Yolanda Díaz, yo di mi opinión".  Desafortunadamente para el exlíder de Podemos, excandidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid y exvicepresidente del Gobierno, está su propio libro para desmentirle.

Yolanda Díaz y el 'dedazo' de Pablo Iglesias

Así narra Iglesias el momento en que “oh, dios mío”, todos se cayeron del caballo y abrazaron la designación del líder en la figura de Yolanda Díaz tras decidir inmolarse contra Ayuso en las elecciones a la Comunidad de Madrid:

La situación era desesperada porque estábamos convencidos de que iban a inhabilitar a Isa [Serra]. Tras saber que Alberto Garzón había decidido finalmente no presentarse —me explicó que en IU no lo veían—, Irene me propuso presentarse ella. En ese momento lo vi: era absurdo que se presentara ella. Debía hacerlo yo, por muchas razones que empezaron a caer como una cascada en mi cabeza. Cuando se lo fui diciendo todos pusieron cara de “oh, dios mío”...

“Pero no tardaron mucho en rendirse ante la evidencia de que era lo correcto. Quizá el que más se opuso de todos fue Enrique Santiago [secretario general del PCE y entonces aún secretario de Estado]. Pero no había otra alternativa, aunque la decisión suponía en la práctica dejar el liderazgo del espacio político. (...)”, nótese el sacrificio de Iglesias…

Y el líder de Podemos deja escrita negro sobre blanco una estrategia que, un año después, será precisamente la que emplee Yolanda Díaz para intentar acabar con él:

“En aquellas elecciones existía un riesgo real de quedarnos fuera de la Asamblea de Madrid y, en esas circunstancias, hacer la transición con Yolanda [Díaz] habría sido mucho más complicado. Si poníamos en marcha el proceso de relevo después de un eventual batacazo, todo se interpretaría como un intento de recomponer los muebles en una situación desesperada, cuando la decisión de que Yolanda tomara las riendas la tenía clara ya desde el verano anterior”.

Es decir: por un lado, el dedazo lo tenía decidido desde meses antes (aunque ahora no quiera acordarse); por otro, negociar después de un “batacazo” es lo que va a hacer Yolanda Díaz ahora, que pretende esperar al 28-M, que se consumen los malos resultados de Podemos (también hay riesgo de que se queden fuera de parlamentos regionales como Valencia o Madrid) y negociar desde una posición de fuerza la sumisión de Podemos dentro de Sumar.

En el libro, Iglesias vuelve a desvelar cómo la elección de Yolanda fue en todo momento una estrategia suya:

“En esas conversaciones en las que se terminó de tomar la decisión, que se resolvió en horas, no participó Yolanda Díaz. Para que saliera bien, sabía que no podía decírselo. De hecho, si se lo hubiera comunicado no me habría dejado hacerlo (…). Se ha dicho mucho que no quería ser ministra de Trabajo, pero ser ministra de Trabajo le encanta (…) Pero entonces no quería oír hablar de ser vicepresidenta y líder del espacio político. Era consciente de que le tocaba, pero no quería. Por suerte todo ocurrió como pensé que iba a ocurrir”. Más claro, agua.

“La política no es una mala profesión. Si tienes éxito tienes muchas recompensas, si caes en desgracia siempre puedes escribir un libro”Ronald Reagan

“Yolanda se enteró a la vez que la mayoría de los españoles, el lunes 15 de marzo, con aquel vídeo en el que anuncié mi decisión y en el que pedí a todos “animar y apoyar a Yolanda para que, si lo decide y lo quiere la militancia, sea la candidata de Unidas Podemos en las próximas generales y la primera mujer presidenta” (¿Les suena?)

“Ella estaba en ese momento en una reunión telemática con otros ministros europeos. Le pedí que viniera a comer a mi despacho. Entró y me dijo: “¡Qué cabrón eres, qué cabrón eres!”. Nos dimos un abrazo, comimos tranquilamente y planificamos algunas cosas. No iba a aceptar que le quitaran las competencias de trabajo para ser vicepresidenta. Le dejé claro que eso no ocurriría y todo salió bien”. Curioso que ahora, un año después, el pobre Pablo, traicionado por su elegida, no recuerde nada de cómo organizó la sucesión en Yolanda Díaz...

Pero, el libro, deja alguna otra perla. Por ejemplo, cómo es la relación en el Gobierno de coalición y las tragaderas de Pedro Sánchez con la parte morada de ¿su? Ejecutivo. Recuerda Iglesias:

“La misma mañana del anuncio de mi dimisión le mandé a Pedro Sánchez un mensaje largo de WhatsApp para explicarle mi decisión (…) En el mismo mensaje le informé de que la vicepresidenta iba a ser Yolanda, de que Ione  se quedaría al frente del Ministerio de Derechos Sociales y de que Enrique Santiago iba a asumir la Secretaría de Estado para la Agenda 2030”. Esto es lo que hay, Pedro, le vino a decir. Y Pedro lo asumió sin rechistar.

En el mismo mensaje le informé de que la vicepresidenta iba a ser Yolanda, de que Ione  se quedaría al frente del Ministerio de Derechos Sociales y de que Enrique Santiago iba a asumir la Secretaría de Estado para la Agenda 2030”. Y Sánchez lo asumió sin apenas rechistar...

“Fue un mensaje largo, y él me contestó también un mensaje largo, muy cariñoso, en el que me agradeció la labor que había desempeñado en el Gobierno. Pedro entendió la lógica política de mi decisión, pero me planteó que tendríamos que discutir lo de los nombres en el Gobierno. A esto último le dije que no (...) Nosotros no teníamos nada que decir sobre la cuota del PSOE en el Gobierno, pero la nuestra la decidíamos nosotros”. Es decir, Sánchez tenía que tragar como ha seguido tragando con el Sí es Sí, Irene, Ione y los desastres de Pam.

A veces, insisto, para comprender lo que vivimos hoy hay que repasar lo que se escribió hace un tiempo. Y en el caso de la caída de Pablo Iglesias y el auge de Yolanda Díaz, nada mejor que leer al exvicepresidente. Ya lo dijo Ronald Reagan:“La política no es una mala profesión. Si tienes éxito tienes muchas recompensas, si caes en desgracia siempre puedes escribir un libro”. Que aporta muchas claves al leerlo tiempo después.

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