Los cinco diputados de EH Bildu en el Congreso son más decisivos que nunca. El Gobierno de coalición acordado por PSOE y Podemos necesita los votos o la abstención de la coalición abertzale que lidera Arnaldo Otegi. Para conseguirlo, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, opta por imitar el manual utilizado en Navarra por su compañera de filas María Chivite: no va a reunirse con los bildutarras pero espera sus apoyos.
La relación entre el nuevo Ejecutivo de izquierdas, el primero de coalición en España desde la Segunda República, y Bildu se antoja cuanto menos ambivalente. Porque el PSOE teóricamente mantiene su cordón sanitario a los bildutarras pero en Podemos no tiene problemas en negociar con Otegi y los suyos. Una palmaria disparidad de criterios para relacionarse con un socio necesario al menos para superar la investidura de Sánchez.
Como en Navarra
La situación, salvando las distancias, es muy similar a lo que ocurrió en Navarra. Chivite, del PSOE, ahormó un gobierno de coalición con varios partidos, entre ellos Podemos, y después se hizo con la presidencia gracias a la abstención de Bildu. Sánchez también se ha aliado con la formación que dirige Pablo Iglesias y ahora necesita casi con toda seguridad que los abertzales les ayuden.
Como el PSOE no quiere hablar con Bildu, la clave vuelve a estar, como en la comunidad foral, en los intermediarios. En Navarra no hubo reuniones ni contactos directos entre PSOE y Bildu -al menos oficialmente-, pero uno de los socios de Chivite, en concreto Geroa Bai, mediaba; es decir, la marca navarra del PNV sí hablaba con Bildu y le pedía su necesaria abstención.
En la formación de gobierno que tiene que despejarse en las próximas semanas, ese papel de intermediario interpuesto con Bildu será Podemos. Porque este mismo viernes el diputado podemista por Vizcaya Roberto Uriarte confirmaba el secreto a voces: ellos no tienen problema alguno en dialogar con Bildu. Esa tesis de Uriarte no es baladí porque previamente Otegi había pedido públicamente a Podemos que aclarase si mantenía esa "discriminación absurda" a la coalición abertzale. Aclarado está, por tanto.
¿Qué reclama Otegi?
¿Qué reclama Otegi a cambio de facilitar que Sánchez sea investido y el Gobierno de PSOE y Podemos arranque así su andadura? La reclamación es una: constituir una mesa de partidos para abordar la cuestión territorial. Justo lo mismo que piden sus socios parlamentarios de ERC.
Se ha especulado y publicado que Bildu reclama el derecho de autodeterminación o poner en libertad a los presos de ETA a cambio de sus votos. La realidad es que, como viene contando Vozpópuli, lo que pide es que en la citada mesa se aborden esas cuestiones, y no que se aprueben. Sus votos serán afirmativos o de abstención si dicha mesa se constituye, más allá de que sus exigencias de máximos sean o no posibles.
¿Y qué hará Bildu?
Parece complicado que la mesa de partidos se ponga en marcha. Pero quizás PSOE y Podemos no lo necesiten. Porque Sánchez juega la misma carta que el PSOE jugó en Navarra y que él mismo jugó en moción de censura contra Mariano Rajoy: espera el apoyo de Bildu porque sabe que para Otegi y los suyos el nuevo gobierno es "el mal menor".
Es una estrategia de presión silenciosa. Sánchez y sus socios de Podemos saben que sería muy difícil para Bildu votar en contra de la investidura coincidiendo con PP, Vox y Navarra Suma. Al PSOE le funcionó esta manera de tratar a Bildu para hacerse con el Gobierno foral en Navarra. Y al propio presidente del Gobierno en funciones le funcionó algo parecido en la moción de censura. ¿Por qué no ahora?
Las bases de Bildu decidirán el voto de sus cinco diputados en la investidura de Sánchez. Pero naturalmente la posición que tomen Otegi y los suyos marcarán el signo de esa decisión. Con o sin mesa de partidos, con o sin la mediación de Podemos y con o sin reuniones directas con el PSOE, ahora mismo parece claro que los abertzales no bloquearán la investidura.