Una de las conquistas de este modelo de sociedad que padecemos es el desapego. Una suerte de emasculación programada, primero, y luego aceptada por demasiados. Hasta que excluyen lo que tienen delante. El sentido de la pertenencia queda adscrito sobre todo a lo que tienes, luego a banderas deportivas y, si acaso, a políticas y a nacionalismos. En cambio, apenas unos pocos nos aceptamos como parte de lo que tenemos delante, estemos donde estemos. Porque hay demasiada torpeza en considerar que eres tan solo de un reducido lugar que algunos llaman patria o nación. Los naturalistas somos tan de los polos como de las selvas, tan de los océanos como de los volcanes. Es decir, verdaderamente globales por aceptarnos de la vida en su conjunto.