Cultura

La noche de los libros consigue impresionar al público sin pirotecnia

No era tarea fácil ofrecer 600 actividades en un evento que podría haber resultado tan maravilloso como decepcionante. Sin embargo, el recorrido, lleno de buena literatura, brilló por sí mismo.

Este tipo de eventos son, por lo general, tan entusiastas como propensos a la desilusión. Demasiados encuentros y recitales que se solapan entre sí. Demasiados nombres de peso, que de tan abundantes, se vuelven nada. Demasiadas expectativas. Todo en ellos suele ser excesivo, excepto el contenido. Sin embargo, esta séptima edición de La Noche de los Libros supo administrar sus 600 autores y eventos de manera tal que al llegar la medianoche nadie se quedara con la sensación de haber recorrido una maratón tan literaria como estétil.

El evento comenzó en horas de la tarde y se extendió hasta la media noche en librerías, salas de bibliotecas, espacios culturales, auditorios y locales de la ciudad de Madrid. Se oficiaron desde tablaos literarios hasta recitales al uso en el Café Gijón o Conferencias en el Ateneo de Madrid. No hubo formato que no se pusiera a prueba.

Uno de los favoritos de la noche, Ricardo Piglia, no defraudó con su conferencia sobre Novela y Traducción, donde ofreció una versión destilada y mucho más sintética de sus reflexiones al estilo de El último lector, alimentada con dosis extras de improvisación y oralidad. Igualmente destacable fue la conversación entre Fernando Savater, Jon Juaristi y Félix de Azúa sobre Literatura, reflexiones todas ellas tan jocosas como lúcidas, acerca de las inseperables conexiones entre Filosofía y Modernidad, no exentas por supuesto a  discrepancias entre los ponentes acerca de qué tan moderna o pre moderna es la literatura en España, el papel de la parodia en la literatura cervantina o el uso del humor en el teatro de Shakespeare o en la cultura griega.

Una de las actividades que mayor expectativa había levantado fueron los diálogos de tres Músicos de Letras, Loquillo, Sr. Chinarro y Francisco Nixon, con los escritores Luis Alberto de Cuenca y Elena Medel y el dibujante Darío Adanti, las cuales se celebraron en la Real Casa de Correos, las tres, con aforos casi completos. En uno de los encuentros, el Sr. Chinarro, Antonio Luque, adelantó detalles de Exitus, su primera novela, con la que el icono del indie español se pasa de la guitarra a la narativa con la comodidad de un buen jinete.

Un programa que prometía fue el que incluía el mano a mano de autores de Dos Generaciones: Javier Tomeo frente a Daniel Gascón, José María Merino con Javier Bonilla y Arcadi Espada ante Ramón González Férriz. No menos interesante, aunque un punto por encima de lo hilarante -al uso de quienes participaron- lo fue el duelo entre posmodernos y dramáticos, protagonizado por Javier Calvo, Manuel Vilas, Agustín Fernández Mallo y Roberto Valencia en Alcalá 31, la sede de la Consejería de Cultura y Deporte de la Comunidad de Madrid.

Un éxito de asistencia  fue el ciclo Los olvidados de El Boom, realizado en el anfiteatro Gabriela Mistral en Casa de América, con conferencias de 20 minutos de los autores Edmundo Paz-Soldán, Rodrigo Fresán y Jorge Volvi acerca de autores no del todo estudiados del Boom Latinoamericano como Clarice Lispector, Juan Carlos Onetti y Jorge Ibargüengoitia

En la Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes, además, se dieron cita Ricardo Piglia, Manuel Gutiérrez Aragón, Vicente Molina Foix, Marta Sanz, Luis Magrinyà, Luisgé Martín y Javier Montes para celebrar la Noche Anagrama. En el encuentro, se conmemoraron los 500 títulos de la colección Narrativas Hispánicas de esa editorial independiente con la que se han dado a conocer buena parte de los autores hispanoamericanos más importantes.

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