Este nueva fundación está dando sus primeros pasos, pero ya ha definido cuales son sus objetivos: “Reformismo21 no es independiente del Partido Popular, al que está adscrito mediante un convenio, pero sí es autónoma. Para preservar esta autonomía, no forman parte de su dirección cargos orgánicos del Partido Popular, ni Reformismo21 es portavoz de sus opiniones. Comparte con él un ideario y un objetivo de servir a nuestro país, pero tiene visiones propias de los problemas”, explican. Tienen como referentes la Constritución de 1978 y el proyecto de Unión Europea, para abrirse a la sociedad y ahondar en debates que afectan a todos los españoles. Vozpópuli habla con Alma Ezcurra, eurodiputada y cordinadora general del proyecto.
Pregunta. Reformismo 21 es un espacio autónomo, pero vinculado al Partido Popular, con vocación de apelar a mayorías sociales. ¿Parte del problema del debate público español es que está demasiado monopolizado por los partidos políticos y sus intereses a corto plazo?
Respuesta. Parte sí, seguro, pero quizá sea injusto generalizar. Es verdad que muchas veces el debate, más que en torno a la política, gira en torno a los políticos; y, además, los hay que trabajan solamente por intereses particulares en lugar de por el bien común, como sucede con Sánchez o los independentistas catalanes. Pero esto no aplica a todos.
También hay que tener en cuenta que la actualidad es frenética y exige mucha atención, con lo que normalmente impide abstraerse, reflexionar más a largo plazo. Para eso existe Reformismo 21.
P. ¿Cree que es justo el reproche que se hace a los partidos de derecha de haber abandonado demasiado las cuestiones culturales para centrarse en la gestión económica? ¿Su fundación viene a cubrir ese flanco?
R. Pero, ¿qué entiende usted por cuestiones culturales? Porque si se refiere a la política cultural propiamente dicha, diría que no, no se ha abandonado. Otra cosa es que estemos hablando de cuestiones ideológicas —la mal llamada «batalla cultural»—, que es un reproche constante a la derecha —o, mejor dicho, a la no izquierda— y de la que, personalmente, también discrepo.
El PP hace políticas culturales, lo que no hace es politizar la cultura, y quizá por eso acapare menos titulares. En todo caso, desde luego que la gestión económica es una prioridad para nosotros. Difícilmente podrán beneficiarse los ciudadanos de las políticas culturales si no pueden llegar a fin de mes, si no tienen trabajo, si no pueden emanciparse o si tienen que destinar tres cuartas partes de su salario a pagar el alquiler. La buena gestión económica es la base sobre la que se construye el bienestar de una sociedad.
Lo que pasa es que no es posible hacer política solo con un Excel, como no lo es ser un buen político sin él. Efectivamente, hay debates importantes que no se han dado. Y muchos espacios han sido ocupados por la izquierda. Especialmente en el mundo de la cultura. Pero es un oxímoron. Porque la cultura es contestación, es reacción. La cultura es incómoda, y bien está que lo sea. De ahí que, en espacios culturales o en la vida en general, yo no crea en los modelos, o en estándares estrictos de referencia. Porque sólo tienen la virtud de servir de excusa a la cancelación y ese es el principal riesgo que tiene la cultura en estos momentos.
Dicho esto, no. Reformismo no cubre ese flanco. Porque Reformismo no responde a ninguno de los mitos con los que la izquierda lleva años caricaturizando a los que no les bailan el agua. Reformismo nace para contribuir a dar forma y contenido a un proyecto político alternativo para España. Porque cuando esta ola pase, y pasará antes de lo que parece, hay un plan B: el plan del Partido Popular.
P. Los jóvenes son muchas veces los grandes olvidados del debate público. ¿Qué puede ofrecerles Reformismo 21?
R. Para aplicar el tratamiento correcto contra una enfermedad es imprescindible acertar con el diagnóstico. Y el diagnóstico es grave: los jóvenes han sido obviados en el debate público durante demasiado tiempo. Por razones electorales, durante décadas en España se ha hecho más política mirando al censo que al futuro y, casi por una cuestión biológica, esto no es sostenible en el tiempo. Además, es una injusticia flagrante. Esos jóvenes que han sido
obviados son los mismos que se han desplazado a Valencia con una pala y un par de botas de agua; los mismos que han pasado días ayudando a limpiar casas, negocios, pueblos; los mismos que han interrumpido sus vidas para tratar de reanudar las de las víctimas. Se refieren a ellos como «generación de cristal» y han demostrado ser todo lo contrario. Y encima muchos tienen que aguantar que los llamen fachas.
Pero eso no es todo, porque como consecuencia de la clase de políticas que se han hecho en España, los jóvenes hoy sólo tienen una certeza: que no van a vivir mejor que sus padres. Esto es algo que no había sucedido en mucho tiempo y que nos ha hecho reflexionar. Porque ¿qué es ser joven hoy en España? Es nacer, muy probablemente, en el seno de una familia muchas veces ausente, que deja en manos de colegios y/o cuidadores profesionales la educación de unos hijos que tienen un millón de preguntas e inquietudes, que terminan siendo respondidas en las redes sociales por vaya usted a saber quién. No cuentan con suficientes asideros morales o intelectuales. Ni con cortafuegos. Van a pecho descubierto.
Ser joven hoy en España es, además, hacer todo lo que se te ha exigido para prosperar —estudios, idiomas, experiencias internacionales— para terminar aspirando a un trabajo precario, con el que, en el mejor de los casos, lograrás compartir piso, lejos de tu casa, y al que acudirás en transporte público o bici, no vaya a ser que contamines un mundo que tú no has contribuido a destrozar… Y a esa gente le pedimos que forme una familia o les reprochamos que no entiendan el valor del esfuerzo.
No. Reformismo 21 cree en el valor del esfuerzo, en el talento y la dedicación, pero tienen que conducir al progreso. Y eso es algo que no está garantizado en las circunstancias actuales. Porque la izquierda nos ha sumido en una sociedad que premia al dependiente y castiga al esforzado, y eso es un incentivo nefasto. Por otro lado, los jóvenes en España no quieren líderes paternalistas, quieren la oportunidad de ser la persona que les dé la gana ser. Quieren menos zancadillas y más aciertos. No quieren que nadie les regale nada, quieren una igualdad real de oportunidades que les permita prosperar. Y en eso estamos trabajando, sin prisa, y con honestidad.
P. ¿Qué tipo de voces intelectuales y asociaciones interesan a Reformismo 21 y por qué?
R. Pues la respuesta le va a resultar un tanto enigmática, pero no tengo otra. Todas y ninguna. Todas, porque la vocación es escuchar y entender a todo el mundo. Aunque sólo sea para discrepar con criterio. Ninguna porque parte del éxito de nuestro trabajo pasa por garantizar el anonimato de todos nuestros colaboradores. Reformismo 21 está abierto a todo el mundo, sin excepción. Aquí vienen desde profesionales que son eminencias en sus sectores, intelectuales, adversarios políticos, ciudadanos de a pie… lo que pasa es que, salvo alguna excepción, no contamos con quién trabajamos: nos parece la mejor forma de garantizar que todo el mundo se expresa libremente, sin condicionantes de ningún tipo.
P. ¿Diría que el debate público está escorado a la izquierda? ¿Existe la hegemonía 'progre' o es una leyenda urbana?
R. Me resisto, una vez más, a comprar los marcos. Para empezar, creo que hay que distinguir entre debate público y debate político. Porque, muy a mi pesar, no son dos conversaciones que coincidan.
El debate político, el mediático, no es que esté escorado, es que le han dado la vuelta al tablero. Pero, ojo, que puede ser un giro de 360 grados. Porque la elite progresista cada día está más sola, más alejada del mundo real y de los problemas de la persona común, que desde luego no son ellos. La España que dibuja la izquierda es casi una caricatura de lo que realmente somos.
Y eso me lleva al debate público, que es el de la gente real. Lo que preocupa a los españoles son otras cosas: a la gente le importa poder prosperar, aspiran a vivir con cierta holgura, comprarse una casa, formar una familia y no vivir asfixiados a impuestos. Pero para esto es preciso que haya libertad, que el Estado funcione y que los políticos molestemos poco. Por eso Reformismo es un proyecto que ilusiona: porque no piensa en clave de partido, piensa en clave de país. Aquí hablamos sólo de políticas, no de políticos. Y eso es casi contracultural en estos momentos.
P. La vivienda es el mayor problema de los jóvenes, en octubre hay una manifestación convocada en Madrid para protestar por lo complicado del acceso. ¿Cuál es el enfoque de la fundación para aportar soluciones a esta crisis?
R.Creemos que la solución al problema de la vivienda pasa por replantearse casi todo lo que hasta ahora se ha estado haciendo. Primero, porque la imposibilidad de acceder a la vivienda está acabando con la clase media. Cada vez son menos los españoles que pueden comprarse una casa. Y no se trata de construir más vivienda social y que se condene a la gente a vivir casi de prestado; se trata de no impedir que la gente prospere, de no entorpecer que quien quiera pueda tener una casa en la que echar raíces, un hogar. Es una cuestión de libertad, no de caridad.
Obviamente esto afecta sobre todo a los jóvenes. Es dramático que, de media, tengan que emplear más del 95% de su sueldo en pagar el alquiler y que la edad media de compra de vivienda sea cuarenta y un años. Por eso, además de fomentar la cohesión territorial, de manera que las oportunidades no se concentren sólo en las grandes ciudades y la gente no se vea obligada a abandonar su pueblo, ciudad o provincia por razones económicas, se debe impulsar la construcción de vivienda y fórmulas como la propiedad temporal o la propiedad compartida. También tenemos que impulsar que los jóvenes puedan acceder a hipotecas en condiciones beneficiosas, la simplificación radical de los procesos burocráticos y la liberalización de suelo, entre otras cosas.
P. Existe la sensación de un desplome general en el interés por las cuestiones culturales. ¿Cómo se explica a una sociedad que la tradición, la identidad y los rituales son cruciales?
R. Nosotros no creemos que eso sea exactamente así. Más bien al contrario: creemos que en cierto modo se está reavivando el interés, especialmente el de los jóvenes, por la cultura en general. Y particularmente por nuestra cultura y nuestras raíces. Sucede, por ejemplo, en la música, donde muchos artistas populares retoman de pronto el flamenco o tradiciones como los pasos de Semana Santa, pero también en la gastronomía o la moda. Está pasando.
P. Existe cierto debate en la derecha sobre la Unión Europea. ¿De qué manera puede establecerse una relación con Bruselas que no aplaste la soberanía nacional?
R. Podríamos enumerar las ventajas de pertenecer a la Unión Europea, pero eso ya está un poco visto. Es casi mejor constatar que vivimos en un mundo globalizado y de grandes bloques y que, en consecuencia, la Unión Europea es más necesaria que nunca. Por eso, no conspira contra nuestra soberanía, al revés: es la herramienta para que la voz de los españoles se escuche, para que España sea relevante en el mundo. De ahí que sea tan importante estar bien representados en Bruselas.
Con todo, es verdad que hay que replantearse esta Europa en la que vivimos. Tiene que ser menos burocrática y más de la gente; no puede limitarse a exportar regulación.
P. ¿Cuáles son los planes de Reformismo 21 a corto plazo? ¿En qué actividades, 'podcasts', informes o seminarios están trabajando?
R. Escribimos muchos informes, aunque no publicamos todos. Hemos escrito, por ejemplo, sobre temas tan distintos como el estado de la juventud española, el mandato de Bukele o la gestión del agua. Y, además de escribir, organizamos muchísimos seminarios con expertos, de los que luego terminan surgiendo ideas, proyectos, nuevos informes. Próximamente sacaremos también nuestro pódcast. Y el fin de todas nuestras acciones es el mismo: crear un proyecto de país ilusionante, a largo plazo, que afronte los problemas de nuestro tiempo y en el que quepamos todos.