Aquel hombrón era un maniático. Y eso que lo había visto todo: la muerte, la guerra, la sangre; tan aficionado al desafuero como el que más, Hemingway sin embargo sentía un apego casi enfermizo por todo lo que le hubiese pertenecido: fotos, periódicos, telegramas, cartas. “Era incapaz de tirar nada”, dijo su cuarta esposa al referirse a la costumbre del Nobel de Literatura (1954) de recopilar.
Gracias a esta obsesión del escritor salen ahora a la luz 2.500 documentos que descansaban en su Finca Vigía, una granja a las afueras de La Habana (Cuba), y que han sido digitalizados para poder disfrutarlos en la Colección Hemingway, que será la exposición permanente en la Librería y Museo Presidencial John Fidgerald Kennedy de Boston.
Las copias digitales, que llegaron el año pasado a Boston y han sido recopiladas por Fundación Finca Vigía -encargados del material-, son el segundo cargamento que llega para la colección del escritor. El anterior fue en 2008, y en él se incluyó un final alternativo a Por quién doblan las campanas. Esta vez no es así; su valor sin embargo, es de otro tipo.
“No hay ninguna bomba real en el nuevo material”, declaró a The New York Times Sandra Spanier, profesora de Inglés en la Universidad Estatal de Pensilvania y editora general del Proyecto Hemingway Letras. "El valor está en la textura de la cotidianeidad, la forma en que completa nuestra foto de Hemingway" . Incluso, Spanier va más allá: "Hemingway no sabía cuando salió de Cuba de que nunca iba a volver. Sus zapatos están todavía allí. Es como si acabara de salir por un momento ".
Hemingway vivió en Cuba desde 1939 hasta 1960, fue el lugar en el que permaneció más tiempo que en ningún otro. De ahí viajó a España, para completar Un verano peligroso: un reportaje que le encargó la revista Life, y en el que narra el mano a mano taurino entre Antonio Ordóñez y su cuñado Luis Miguel Dominguín. Aquejado por su precaria salud tuvo que regresar a EE UU, hasta que enfermo de alcoholismo y depresivo se quitó la vida en 1961 con una escopeta. Se disparó en el pecho.
Tras su muerte, justo cuando más deterioradas estaban las relaciones entre EE UU y Cuba, el expresidente asesinado, John Fitzgerald Kennedy consiguió que Mary, la cuarta esposa del escritor, viajara a la isla para reunirse Fidel Castro. Pudo sacar varias cosas , pero a cambio tuvo que dar la Finca y sus contenidos a los cubanos.
En estos papeles hay verdaderas joyas y curiosidades, por ejemplo un telegrama enviado por la Academia que concede los Nobel en el que puede leerse, acaso con un redacción demasiado pragmática : “En su sesión de hoy, la academia sueca ha decidido darle el premio Nobel de literatura. Por favor, notifíquenos si acepta el premio y si acudirá a Estocolmo el día 10 de diciembre a recogerlo”. De más está decir que Hemingway no acudió.
También la colección incluye 44 borradores para el final de Adiós a las armas; un registro de Pilar, su barco de pesca, y libros que pertenecían a su biblioteca privada, muchos con inscripciones en los márgenes, entre otros. Hasta ahora, los documentos nunca habían abandonado Cuba.