Cultura

La guerra de papel: propaganda protestante contra España

Las campañas de desprestigio fueron uno de los métodos más empleados en el norte de Europa para combatir al Imperio de Felipe II

  • El duque de Alba asesina a los inocentes habitantes.

La conocida como “guerra de papel” fue la época donde gracias a la imprenta los países protestantes del norte de Europa desarrollaron un método propagandístico efectivo para desestabilizar la hegemonía de la Monarquía católica del momento, la de Felipe II. Este monarca al haber nacido en España heredó el título de “Rey Católico” otorgado por el Papa a Isabel I y Fernando II tras culminar con éxito la Reconquista en 1492. 

En plena ola reformista en el seno de la Cristiandad surgió un conflicto civil religioso que obligó a los -a priori- más débiles a utilizar métodos más allá de las armas. La lucha por la visión del mundo entre una administración central o una local guiada por la nobleza de los distintos territorios, motivó el desarrollo de los panfletos con fines propagandísticos reclamando más libertad respecto de las autoridades. 

En el 1477, Gutenberg transformó el panorama europeo inventando la imprenta.  A finales del siglo XV, la mayoría de la población era analfabeta, por lo que una imagen transmitía más que las palabras escritas. Esto fue aprovechado por aquellos que ansiaron crear métodos eficaces de propaganda para auparse al poder, que encontraron en los impresores -los periodistas del momento- el elemento necesario para transmitir mensajes a la población. El personaje que supo emplear con mayor eficacia la aparición de esta máquina de impresión fue Martín Lutero. El impulsor de la Reforma empleó una serie de imágenes en contra de la Iglesia católica que estigmatizaron su papel como representantes de Dios en la tierra. Por ejemplo, el ataque hacia la venta de indulgencias del clero logró generar un descontento en contra de la autoridad eclesial. 

En 1545, el papa Paulo IV inició el concilio de Trento para decidir el futuro del cristianismo en época de Carlos V y no finalizó hasta 1563, con su hijo Felipe II como sucesor. El imperio de los Habsburgo españoles, el más poderoso de la época, abanderó la lucha por el catolicismo en Europa. Esto provocará que los ataques pasaran de dirigirse en contra la Iglesia católica a fijar su objetivo en España, donde estaba situada el centro de mando de la Monarquía Hispánica, que defendía militarmente el mensaje del Vaticano. 

Melquíades Prieto es el autor de la obra referencia sobre grabados protestantes en Europa: Origen iconográfico de la Leyenda Negra. En este libro sitúa el inicio de esta propaganda antiespañola en Italia a la hora de describir al soldado español. Más adelante, aparecieron los panfletos -pamfletten en alemán- que forjaron unos prejuicios negativos sobre España y sus gobernadores a lo largo del mundo. Estos conceptos calaron en la población hasta tal punto que perviven en la actualidad a pesar de los intentos de la historiografía de combatir estos mitos. Los temas más utilizados contra los españoles fueron: la Conquista de América, la Inquisición y el régimen del Duque de Alba en Flandes. 

Lutero, como Hércules germánico.

Lutero, como Hércules germánico, de Hans Holbein el Joven

Inquisición y conquista de América

La representación por excelencia que catapultó la imagen peyorativa de España en el siglo XVI fue la empresa de América. El encuentro de dos mundos, tan diferentes como alejados, provocó que los enemigos de la Monarquía Católica construyeran el estereotipo de un conquistador español salvaje dispuesto a acabar con el paraíso armonioso indígena.

Sin duda, la obra crítica de Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, fue el arma perfecta para aquellos dispuestos a atacar la hegemonía hispana. A pesar de que el fraile no escribió la obra -magnificada con cifras inventadas- para fomentar la leyenda negra, sino como llamamiento al emperador Carlos V para controlar los excesos en América, esta fue al argumento idóneo para advertir a los naturales del norte de Europa que esa realidad llegaría pronto si no se actuaba. 

Una de las temáticas más utilizadas por líderes rebeldes como Guillermo de Orange fue la acusación directa a los representantes de Felipe II en los Países Bajos de querer instaurar una inquisición a “la española”.  Esta manipulación propagandística ha tenido un impacto todavía vigente, tanto dentro como fuera de España, forjando una imagen cruel ligada al catolicismo de la Monarquía Universal Hispánica.

El profesor Jaime Contreras cifró las muertes provocadas por el Tribunal del Santo Oficio entre 1540-1700 en torno a 1.346 personas. Aunque esta se considere el número oficial, no se puede utilizar como absoluto pues las tropas napoleónicas destruyeron los archivos de los años precedentes donde tuvo su época de mayor funcionamiento.

El historiador británico Henry Kamen va más allá asegurando en su biografía sobre el duque de Alba que el propio general mandó ejecutar a más personas en su etapa en Flandes que el Santo Oficio. También conviene destacar como método de historia comparada que los especialistas cifran los asesinatos en la Noche de San Bartolomé (24 de agosto de 1572) en Francia contra los protestantes hugonotes, en una horquilla que va de 3.000 a 10.000 homicidios. 

Grabado que expone la crueldad española en el asedio de Haarlem (1572)

Grabado que expone la crueldad española en el asedio de Haarlem (1572). Frans Hogenberg
 

El duque de Alba en Flandes

En aquel tiempo estaba mal visto rebelarse contra el rey, por lo que el objetivo elegido era “los malos ministros”. Guillermo de Nassau tuvo clara esta diferenciación a la hora de movilizar el descontento ante la venida del duque de Alba con los Tercios viejos a las 17 provincias. El general arribó con la misión de pacificar estos estados tras la furia iconoclasta contra el clero católico, con el objetivo de homogeneizar unos territorios tan diversos. 

Los planes de Alba fueron contrarios a los de una parte de la nobleza local, que vio cómo su poder iba descendiendo paulatinamente en favor de la administración central. Los nuevos impuestos, las ciudadelas para albergar soldados -no siempre españoles-, las ejecuciones de cabecillas rebeldes como Egmont y Hoorne… Impulsaron a los neerlandeses a crear una imagen estereotipada de “la tiranía española” representada por el gobernador en Bruselas -Duque de Alba-, pero no contra el soberano de Madrid -Felipe II-. Este arquetipo del enemigo por la propaganda irá variando con el transcurso de los acontecimientos. 

En definitiva, la imagen negativa actual ligada al pasado histórico español bebe de aquellos rebeldes protestantes que abogaron por su destrucción. Esto provoca que se omita del pasado de España acontecimientos pioneros en aquellos tiempos: como ser el primer país en arribar al Nuevo Mundo debido a sus innovaciones marítimas, las reflexiones morales sobre la aceptación del nativo americano como individuo con mismos derechos que los peninsulares o los avances científicos de la olvidada escuela de Salamanca que abrieron las puertas a la Edad Moderna. El lema adoptado por Carlos V ejemplificará los nuevos tiempos que abanderó: ir “plus ultra”, es decir, ir “más allá”. 
 

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