Cultura

'Matilda': así manipulan las élites progresistas el lenguaje de los cuentos infantiles

A principios de siglo XX a unos filósofos iluminados se les ocurrió decir que el pensamiento es el lenguaje y que el lenguaje limita las fronteras de nuestro mundo

Se ha estrenado hace poco en Netflix la versión musical de la novela Matilda, de Roald Dahl. Emma Thompson protagoniza a la temida Trunchbull, que tanto hizo reír a los de nuestra generación cuando fue llevada al cine por Danny DeVito, que además hace de padre de Matilda. Esta primera película la he podido ver mil veces con mis hijos, les chifla. Carcajean, como si fuera la primera vez, cuando la malvada directora le grita a una niña “¡Tu mamá es tonta!”, para más tarde agarrarla por sus trenzas y lanzarla por los aires. Creo que les hace gracia ver que en una película infantil un adulto diga algo tan poco correcto, y no tanto el maltrato infantil.

Hace unos meses mi hijo de ocho años me pidió que le leyera las novelas de Dahl y justo ahora estamos con Matilda. El otro día llegamos a la escena de la que hablo y nos dio un ataque de risa al descubrir que la frase original es “¡Tu mamá es imbécil!”. El ejemplar que leemos es el que tenía yo de niña, ignoro si alguna versión actual habrá cambiado el insulto y se leerá ahora “tonta”, como en la película de 1996. El caso es que tanto esta como la novela divierten mucho a mis hijos. A la menor (seis años), sin embargo, le asustó mucho la versión musical de 2022 y tuvimos que dejar de verla. El guion y la ejecución resultan oscuros e inquietantes en comparación con sus predecesores, aunque el argumento y parte de los diálogos no se han tocado demasiado, más allá de eliminar personajes y añadir algunos nuevos (gente bondadosa de otras razas, los malos son blancos. Ejem). No sólo la Trunchbull deja de ser cómica para resultar oscura y amenazadora, es que la propia Matilda rezuma agresividad (algo que la propia película menciona y achaca a sus circunstancias). Normal que mi enana quisiera dejar de verla.

Los guionistas han querido ahorrarle a mi hija la palabra "tonta", no fuera a sufrir con la violencia verbal, pero consiguen hacerle llorar con el musical entero

Ahora bien, existe un cambio que me pareció llamativo, por lo simbólico. La Trunchbull ya no dice “tu mamá es tonta” ni, por supuesto, “tu mamá es imbécil”. No. La Trunchbull dice “tu mamá es tontaina” en una escena que, por cierto, no tiene gracia alguna. Ni lo pretende, porque la película ya no es una comedia. Es otra cosa. No me pregunten qué, porque resulta inclasificable. Véanla sólo si les gustan los musicales, porque como tal es buena. Si no, a otra cosa, mariposa.

Pero vayamos a lo mollar: tontaina. Mis hijos en su vida habían oído esa palabra. Pero claro, ¿qué otro sinónimo más pueril e inofensivo podían encontrar los traductores sin acabar de desvirtuar por completo el concepto original? La única opción habría sido eliminar la frase, dejando simplemente lo de agarrar por las trenzas a una niña y lanzarla por los aires. Los guionistas han querido tener la delicadeza de ahorrarle a mi hija la palabra "tonta" -no digamos ya lo de "imbécil"-, no fuera a sufrir con la violencia verbal, pero consiguen hacerle llorar con el planteamiento del musical entero. ¿Qué sentido tiene? Todo. Les explico.

Matilda manipulada

A principios de siglo XX a unos filósofos iluminados se les ocurrió decir que el pensamiento es el lenguaje, y que el lenguaje limita las fronteras de nuestro mundo. Una bobada como la copa de un pino, pues ya me dirán si no cómo piensan los bebés. Y piensan, vaya si piensan. El caso es que en lo segundo no andaban tan desencaminados, pues sí es cierto que nuestro lenguaje condiciona la forma en la que vemos el mundo, y viceversa. El lenguaje verbal y el no verbal, por supuesto. Así pues, la película nos dice mucho cuando los personajes adultos malvados de la película son blancos, y el resto (los buenos) de otras razas. Los últimos salvan de los primeros a los niños, que están huérfanos de facto, y llenos de rabia y odio como Matilda. Todo con una puesta en escena tenebrosa: la expresión audiovisual y verbal de la rabia que vive la protagonista roza lo escabroso. Eso sí, dicen tontaina. No tonta. Ni imbécil. Tontaina. Porque es una película protagonizada por niños y, en teoría, para niños.

Cojan algún libro infantil publicado en 2022 y díganme en cuantos se dice “tu mamá es imbécil” y cuántos hay sobre la exploración de los sentimientos, niñas empoderadas y nubes de algodón. Y, sin embargo, el mundo desde el que escribía Roald Dahl se me antoja más amable para la infancia, aunque sólo fuera porque no se promovía como causa la hormonación y castración de los niños. No era un mundo en el que el lenguaje fuera constantemente modificado por las élites, en teoría por mor de no ofender los sentimientos de nadie: ahora tenemos personas menstruantes, personas embarazadas, personas envejecientes y en nada tendremos personas no humanas, si es que no existe ya la idea. Lo que no tenemos son personas en gestación, sólo grupúsculos de células que dependen de la voluntad de sus madres para ser considerados dignos y, en consecuencia, aptos para la vida.

El comienzo del musical es un festival de padres elogiando todas y cada una de las virtudes de sus recién nacidos e hijos pequeños. Uno de ellos tiene Síndrom de Down. Me pregunto si la escena se rodó antes o después de que en Reino Unido -patria de Roald Dahl- hiciera legal el aborto de estos niños en cualquier momento de la gestación. Legisladores imbéciles, disfrazados de tontainas.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli