En febrero de 2004, el barco de mercancías taiwanés Med Taipei navegaba frente a las costas de California cuando un fuerte temporal soltó 24 de sus contenedores en cubierta y lanzó 15 de ellos al mar. Cuatro meses después, los científicos del Acuario de la Bahía de Monterrey (MBARI) realizaban una inspección rutinaria del fondo del océano con un vehículo robótico cuando localizaron uno de estos contenedores a 1.300 metros de profundidad.
Durante los últimos diez años, este contenedor lleno de ruedas de coche ha permanecido en el lecho oceánico cambiando las condiciones del entorno y el equilibrio entre las distintas formas de vida. En marzo de 2011, otro equipo de investigadores del MBARI descendió de nuevo hasta el lugar para documentar los efectos de este vertido en el fondo del mar durante siete años. Su estudio, publicado en la revista Marine Pollution Bulletin, describe las diferencias entre la comunidad de animales que se ha instalado junto al contenedor y las que viven en el fondo.
Cuando uno de estos contenedores cae al fondo del mar se convierte en poco tiempo en una especie de arrecife artificial. Sobre sus paredes metálicas se han instalado algunas especies de gusanos tubulares, vieiras, caracoles y tunicados. Una de las sorpresas de los investigadores es que las paredes del contenedor están menos oxidadas de lo esperado, lo que atribuyen a las bajas temperaturas y la baja concentración de oxígeno. La otra observación inesperada es la ausencia de especies que se instalan en los arrecifes cercanos, como esponjas y corales. Los científicos aún no saben si atribuirlo al poco tiempo transcurrido o al recubrimiento de pintura del contenedor, al que estas especies podrían ser sensibles.
En el entorno del contenedor ha descendido la diversidad de especies
Los investigadores también han observado cambios en el entorno más cercano del contenedor, donde se da una concentración de depredadores inusual y ha descendido la diversidad de especies. En esta zona aparecen caracoles del género Neptunea y algunos tipos de cangrejos y escasean otras especies de animales filtradores que sí son frecuentes en esta profundidad.
El contenedor, resume el estudio, ha provocado cambios al proveer de una superficie a especies que necesitan adherirse, se ha convertido en un obstáculo para las corrientes locales, ha atraído a más depredadores y puede ser un posible foco de materiales tóxicos. Por fortuna, los 1.159 neumáticos de coche que hay en su interior no han salido al exterior, lo que habría provocado un efecto mayor. Cada año se vierten al mar miles de contenedores como éste (algunas fuentes estiman que unos 10.000) y muchos de ellos contienen sustancias más peligrosas, como batería so pesticidas, lo que tiene un impacto mucho mayor en el ambiente.
Se estima que cada año se vierten 1.000 contenedores como éste en las principales rutas marítimas
Los científicos creen que las rutas marítimas por las que circulan estos grandes mercantes podrían estar sufriendo un gran impacto ecológico por estos vertidos. Algunos de los efectos, advierten, podrían tardar en aparecer décadas, y debido a sus características pueden tardar siglos en desaparecer.
"Solo hemos empezado a caracterizar el potencial impacto a largo plazo de un solo contenedor en hábitat del fondo del mar", asegura Josi Taylor, líder del estudio. "Aunque los efectos de un solo contenedor pueden parecer pequeños, los miles de contenedores que se pierden cada año en el fondo oceánico podrían terminar convirtiéndose en una fuente importante de contaminación de los ecosistemas del fondo del mar".
Referencia: Deep-sea faunal communities associated with a lost intermodal shipping container in the Monterey Bay National Marine Sanctuary, CA (Marine Pollution Bulletin)
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