Imaginemos un escenario en que los políticos no hubieran hecho caso a las advertencias de los científicos. No hablamos de los llamamientos actuales sobre las consecuencias del calentamiento global, sino de lo que sucedió a partir de los años 1970's, cuando los investigadores empezaron a señalar el riesgo de que determinadas moléculas que estábamos emitiendo masivamente a la atmósfera, los clorofluorocarburos (CFC), estuvieran dañando la capa de ozono.
La radiación habría aumentado un 14% en el norte de Europa.
El proceso culminó con la firma del protocolo de Montreal en 1987, y el cese de la emisión de cloro y bromo a la atmósfera tuvo efectos a los pocos años, hasta el punto de que el agujero sobre la Antártida se da hoy por prácticamente por cerrado. Ahora, el equipo de Martyn Chipperfield ha utilizado un modelo de predicción atmosférica en 3D para comparar lo que habría pasado de no aplicar el protocolo internacional con lo que finalmente ha pasado.
El resultado, publicado este martes en Nature Communications, indica que el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida habría crecido hacia 2013 en un 40% y que habría adelgazado de forma significativa en otras partes del globo. Los agujeros estacionales sobre el Ártico también se habrían convertido en algo habitual y la cantidad de radiación ultravioleta que alcanza la superficie terrestre se habría disparado, con especial impacto en las latitudes medias. En zonas como Australia o Nueva Zelanda, que a día de hoy tienen los índices más elevados de cáncer de piel, el modelo predice que la radiación habría aumentado entre un 8 y un 12% y en el norte de Europa, incluido el Reino Unido, el incremento habría sido del 14%.
Referencia: Quantifying the Ozone and UV Benefits Already Achieved by the Montreal Protocol (Nature Communications) DOI 10.1038/ncomms8233