El problema es la denuncia, tratar de ganar en los despachos lo que no se consiguió en la pista. España queda retratada por sus pucheritos ventajistas contra el engreído de Mekhissi, por esa reclamación poco decorosa que subió a Mullera al podio de los 3.000 obstáculos en los Europeos de Zúrich sin habérselo ganado. Esas cosas no se hacen, no son elegantes ni deportivas. Porque además, la fantasmada del francés no le perjudicó directamente, no le hizo correr más lento. Pudo ofenderle, está claro, pero no le afectó en lo competitivo. Desde ese punto de vista, España y Mullera se han ganado a pulso el desprecio generado por su burocrática y rastrera maniobra.
Pero la idiotez de Mekhissi, tan fecuente en el deporte profesional, tan repugnante, sí merecía castigo. Para empezar no es reglamentaria, por lo que debía haber sido sancionada sin esperar a que una delegación quedara éticamente manchada con su chivatazo. Pero es que sobre todo es fea y sucia, una suerte rritante de chulería que sí conviene atajar de una vez. El escarmiento es duro, y la verdad desproporcionado, pero debería servir de ejemplo. Un aviso a navegantes para tantos supuestos deportistas que no son capaces de dominar el ego en sus triunfos o en sus celebraciones. Quizás sólo con castigos así se consiga evitar que Forlán restriegue sus músculos tras un gol o que Alves se ponga a bailar encima de un cadáver. Esa manía de sobreactuar y llamar la atención en un ámbito de supuesta corrección.
No son los únicos. Son abundantes, casi mayoría. En Chile van sólo cuatro fechas y dos futbolistas han sido expulsados ya por quitarse la camiseta tras marcar un gol. Otros han sido sólo amonestados porque no han sumado acumulación. Pero les da lo mismo. Como a Cristiano. Si vuelve a marcar el penalti en el último minuto de un 4-1 no resistirá la tentación de faltar a la audiencia: se quitará la camiseta y sacará músculo frente a la grada propia o la derrotada. Por eso las barbas afeitadas de Mekhissi deberían marcar jurisprudencia, una forma de sepultar ciertas memeces del deporte. Pero claro, sin denuncias baratas y casi tramposas como la de Zúrich. Para ganar así es mejor no ganar. No hay forma de que España quede bien.