Casi nadie esperaba que lo más destacable del mandato de Barack Obama al inicio de su segunda legislatura iba a ser sus movimientos en materia tributaria. Acaba de aprobar una subida en los impuestos a las rentas altas, camufladas como acuerdo para evitar el abismo fiscal, que comienzan a hacer demasiado reales los temores de la banca privada en Europa y en España. La tentación de ejemplarizar con las clases altas es demasiado fuerte para los Gobiernos en crisis, a pesar de que el efecto recaudatorio sea muy inferior al impacto social. Pero, además, ha iniciado una cruzada contra el secreto bancario cristalizada en la FACTA (Foreign Account Tax Compliance Act), un protocolo de intercambio de información que ya han suscrito Alemania, Italia, Francia y España.
Aunque a este lado del Atlántico se ha aireado a los cuatro vientos que ya hay acuerdo en materia fiscal entre republicanos y demócratas, lo cierto es que en EE UU sólo se ha alcanzado un inédito pacto para subir los impuestos a las rentas altas. El abismo fiscal comprende una serie de medidas para contener el gasto, que incluyen tanto una fuerte subida de impuestos, que se hace especialmente dura para las clases medias (como casi siempre), así como un duro recorte del gasto.
Concretamente, el endurecimiento impositivo alcanzaba los 700.000 millones de euros, mientras que el recorte de gastos, con especial mención a defensa y sanidad, sería de 110.000 millones. Una circunstancia pondría sobre la mesa de manera automática la recesión y, sobre todo, dispararía el paro, o al menos así lo creen en ambos flancos del arco parlamentario estadounidense.
Duro al capital
Obama alcanzó un acuerdo sobre la campana que incluye a grandes rasgos la subida del tipo impositivo del 35% al 39,6% a las rentas superiores a los 400.000 dólares (o a las parejas con más de 450.000) así como un incremento de las rentas del capital del 15% al 20% a los incluidos en el mismo rango.
Esta última medida es destacable, en un país en el que la cultura bursátil es casi una religión. No se recuerda en los últimos años un endurecimiento a los rendimientos por inversiones. Al contrario: EE UU ha presumido siempre de ser el adalid de la democratización de los mercados, donde las rentabilidades de vértigo eran para todos, no sólo para un selecto grupo de inversores cualificados. Famosas han sido sus ‘tiendas de bolsa’ a pie de calle.
Conviene no olvidar tampoco el incremento del impuesto sobre bienes inmuebles, del 35% al 40% para aquellas posesiones con un valor superior a los cinco millones de dólares.
Un endurecimiento fiscal para ricos que es realmente temido por los bancos privados en Europa y concretamente en España. En nuestro país, el paro se dirige hacia los 6 millones de personas, los desahucios están en primera línea mediática, hay impuestos a los medicamentos; y una reforma laboral que incluyen la posibilidad de despedir en cuanto haya previsión de caída de ingresos. Si proliferan escándalos como los de las participaciones preferentes o más casos de corrupción, todo ello en un entorno de recesión, los gobiernos, de derechas o izquierdas, intentarán lanzar el mensaje de que no sólo pagan los más desprotegidos, aunque la realidad es que el estrato social más perjudicado es la clase media.
No en vano, acaba de finalizar una amnistía fiscal que ha permitido a los evasores fiscales anular sus deudas pasadas con Hacienda, quedando resueltas las responsabilidades penales con el pago de un 10% del patrimonio. No es extraño que el número de sicavs en liquidación vaya en aumento.
Adiós al secreto
Obama, además, ha creado la FATCA, para intentar atajar un fraude fiscal que en EE UU calculan en al menos 100.000 millones de dólares. Y lo han hecho al estilo americano: presionando sin más a los bancos (preferentemente suizos) para que les faciliten información, bajo amenazas de expulsión del país y, posteriormente, la imposición de un recargo del 30% sobre los ingresos de fuente estadounidense. Así de crudo.
Eso ha provocado una absoluta grieta en el sistema bancario. Las entidades suizas ya han advertido a sus clientes que no pueden mantener sus cuentas en secreto. Los fondos de inversión sofisticados también avisan de que facilitarán los datos. La adhesión a la FACTA por parte de los principales países de la Eurozona suponen un movimiento contra el fraude fiscal cuyo alcance es imposible de adivinar y, desde luego, constituye lo más relevante que se ha hecho nunca hasta la fecha.
Así pues, Obama deberá gestionar el enorme déficit de EE UU, pero de momento ya ha tomado la decisión de endurecer la fiscalidad a los ricos, enarbolando una cruzada contra los paraísos fiscales. Si acaba con esto último, su mandato no habrá sido ni mucho menos estéril o irrelevante, aunque no haya protagonizado grandes episodios bélicos internacionales ni las bolsas se hayan anotado subidas de otros tiempos.