Nouriel Roubini, uno de los gurús más seguidos por el mercado gracias a sus certeros diagnósticos de la crisis, ha venido a España y se ha entrevistado con miembros del Gobierno. Traído por la Fundación Rafael del Pino, el economista afirma: “España no debe sufrir otros cinco años. Hay que darle 2 años más de plazo para que cumpla con los objetivos de déficit”.
“En caso contrario, el desendeudamiento simultáneo de los sectores privado y público puede desembocar en una depresión al estilo griego. El FMI ya lo apunta en su último informe. El proceso de ajuste es necesario, pero debe hacerse de forma más gradual. Si todos recortan a la vez es la receta para el desastre, deprime la confianza, la inversión y el consumo”, concluye.
En declaraciones a Vozpópuli tras su reunión con representantes del Ejecutivo, el analista de origen turco explica que “el Gobierno español sabe muy bien lo que tiene que hacer”. Y anuncia que el rescate del Reino de España “será bien acogido por los mercados”. “La potencia de fuego del BCE, del fondo de rescate permanente y, si hiciese falta, de una línea del FMI deberían bastar para rebajar los intereses que abona el país”, argumenta en un tono más optimista de lo habitual.
El experto considera que Rajoy no ha pedido el auxilio europeo debido a las elecciones, los reparos de los alemanes, el miedo al estigma o que el BCE no sea lo suficientemente contundente. De hecho, para Roubini el peligro del rescate consiste en que “el BCE se muestre demasiado cauto, no compre mucho y, encima, las condiciones que imponga sean demasiado severas y hundan aún más la economía española”.
Y tiene algunas palabras de elogio para el Gabinete de Rajoy: “Aunque tarde, el Ejecutivo ha comenzado a adoptar medidas de ajuste y reformas. Además, por fin ha reconocido los problemas del sector bancario, ha realizado un ejercicio de transparencia con sus entidades, ha creado un banco malo y ha empezado el proceso de recapitalización”.
Según Roubini, el principal reto de Europa y sobre todo de su periferia es restaurar el crecimiento. Ése es su talón de Aquiles. Si no lo consigue, será muy difícil aguantar tasas de desempleo del 25 por ciento. “Los ajustes son imprescindibles, pero a la vez hay que enseñar la luz al final del túnel o será ingobernable una Europa plagada de manifestaciones, revueltas y disensiones sociales”, advierte.
En el caso de España, el bautizado como ‘doctor catástrofe’ defiende que tendrá que restaurar su competitividad y que la balanza por cuenta corriente con el exterior se ha reducido en parte por ganancias en competitividad, pero en buena parte también por la caída de la actividad, un ajuste que no es estructural y que por consiguiente no será sostenible. Y si España no logra reconducir eso, no podrá ni pagar su enorme stock de deuda pública y privada ni detener sus aumentos.
"Lo paradójico es que las reformas pueden resultar contractivas a corto plazo. Por ejemplo, una reforma laboral en un primer momento fomenta los despidos y sólo más tarde constituye un marco que puede brindar confianza a los empresarios y animarles a contratar", dice.
En opinión de este antiguo empleado del FMI, el año que viene puede ser peor porque todos los países se adentrarán por la senda de la austeridad y eso puede ralentizar el crecimiento. “El año que viene no sólo la periferia europea se someterá a la austeridad. Los países del norte y Reino Unido también se ajustarán. En Estados Unidos se verán obligados por el techo de deuda y en Japón porque se agotarán los estímulos iniciados después del terremoto”, sostiene.
¿Y qué soluciones hay para los países del sur de la eurozona en un contexto tan duro? “Los ritmos de los mercados y de la UE son muy distintos, pero hay que avanzar en la unión fiscal y bancaria, intercambiar solidaridad o mutualización de la deuda por control o capacidad de veto sobre los presupuestos nacionales. Al mismo tiempo, hace falta que Alemania consuma más y tenga más inflación, que el BCE relaje más su política monetaria y que el euro se devalúe un 10 o 20 por ciento”, contesta.
Preguntado por las intenciones de Alemania, Roubini replica que en Berlín aspiran a preservar el euro: “Ni siquiera quieren una Europa dual porque perderían crecimientos y mercado. Sólo que los alemanes buscan que el resto de países se reforme y se vuelvan más germanos. De todas formas, se han dado avances muy importantes en la mentalidad de los tudescos. Hace unos años hubiese sido inconcebible que el Gobierno alemán se enfrentase al Bundesbank para respaldar la compra de bonos”.
Respecto a las agencias de rating, Roubini comenta que es verdad que fallaron durante el periodo de bonanza y que son muy procíclicas y, por lo tanto, en los buenos tiempos regalan las triples A y en los malos las recortan de manera muy agresiva, sobre todo con Europa. Sin embargo, también advierte de que los inversores siempre se adelantan a las agencias de calificación y comienzan antes la presión si ven que una economía ha iniciado una senda insostenible. “No hay que disparar al mensajero”, remata.