A raíz de la pérdida de cinco disparos del 23-F tras la obras de remodelación del Congreso de este verano, el presidente de la Cámara, Jesús Posada, que había visto cómo su directriz de respetar los disparos de la intentona golpista había sido ignorada, encargó rápido otro informe en busca de nuevos hallazgos de aquella embestida, puesto que todavía no existe catalogación oficial al respecto. Y la maniobra ha resultado como por arte de magia. Un equipo de topógrafos, aprovechando los avances técnicos, según la versión de las Cortes, ha podido identificar ocho marcas de disparos nuevas que no estaban contabilizadas: dos en los plafones planos del techo, tres en la zona de bóveda y otras tres en la faja sobre la cornisa de focos.
Este descubrimiento, que llega 32 años después que se elaboraran los primeros informes al respecto, ha creado un ambiente de misterio en los pasillos del Congreso, donde la pregunta de por qué ahora y no antes se ha dado con estas marcas era irremediable. Así, haciendo recuento, ahora hay 35 impactos registrados, cuando debería haber 40 si no fuera por la pala de los obreros que eliminó para siempre los cinco disparos de la tribuna de prensa. Cinco huellas que todavía perdurarán en la memoria de este país.
Y es que no fue un fallo en la vigilancia o un error de cálculo del equipo de arquitectos. El documento elaborado por la Secretaría General de la Cámara Baja, el mismo que da cuenta de los ocho nuevos impactos, camufla bajo una serie de causas el tropiezo cometido. Y ello, pese a que tal y como publicó Vozpópuli en su día, éste se debió principalmente al descuido de los operarios, según informaron a este diario fuentes parlamentarias. La arquitecta conservadora detalla ahora en su informe que “la premura con que se realizaron los trabajos (veinte días del mes de julio y primera quincena de agosto), los problemas de instalación, por el reducido espacio de que se disponía en la estructura de madera, así como la dificultad para acceder a la documentación sobre el 23-F, por su carácter reservado, han contribuido a la eliminación de algunas señales de la que no fueron conscientes ninguna de las personas que han intervenido en la obra”. Las prisas no son buenas consejeras.
Asimismo, el dossier de la Secretaría General minimiza el fallo de haber sellado los cinco disparos de la tribuna de prensa al esgrimir que “el cajeado para las rejillas se realizó desde la parte superior para dañar lo menos posible el techo existente, por lo que no se podían ver estos impactos ya que no llegaron a traspasar los sucesivos entablados”. Pese a ello, el Congreso afirma que “si bien no es posible asegurar con certeza cuántos impactos, de los 37 identificados originalmente (en diciembre de 1981), se han mantenido a lo largo de los años, la existencia de los cinco de la tribuna de prensa es incuestionable”. La autocrítica llega tarde.
Exhibición después del error
En declaraciones ayer los periodistas, el presidente del Congreso restó importancia al baile de cifras sobre el número de disparos registrados en el hemiciclo antes y después de las obras, puesto que, a su juicio, lo importante es que el recuerdo de lo ocurrido hace 32 años en "el templo de la democracia", enfatizó, "debe quedar para siempre". La Cámara quiere dar "máxima transparencia" a este asunto, señaló.
Posada recordó que antes de las Jornadas de Puertas Abiertas de los próximos 3 y 4 de diciembre tiene previsto exponer ya la marca de un disparo del 23-F registrado en una rejilla de ventilación del Salón de Plenos del Congreso. Todo un despliegue tras dejarse cinco disparos en el camino y sacar otros ocho de la chistera, con ayuda de las nuevas tecnologías. Halloween ya ha llegado al Congreso.