Ferran Sáez, en su artículo 'Cal una bona idea', publicado en el diario Ara, cree que de la presente crisis se pueden hacer dos diagnósticos: o bien es un problema que podemos afrontar con los remedios habituales de deuda pública o incentivos fiscales, o bien "cuestiona radicalmente la viabilidad del sistema, que no es otro que el de la economía globalizada (un eufemismo para designar el juego sin reglas que auspició el Partido Comunista de China en la década de 1990 a base de metáforas de gatos)".
El suyo es este último, y por consiguiente reclama emprender un camino alternativo: "desmantelar la globalización" .
"Esto se puede hacer en parte a base de exagerar aranceles, sin duda, pero implica también reducir a mínimos la actual cultura low cost, que, por decirlo como la escolástica marxista, es su superestructura ideológica. Lo ilustraremos con un ejemplo: el epicentro de la expansión del covid-19 en el sur de Europa deriva de un partido de fútbol internacional (Atalanta-Valencia) [el 19 de febrero pasado] que, por su parte, no habría sido posible sin la existencia de vuelos a cuatro duros. La globalización real es posible gracias a móviles baratos, y a vuelos de avión más baratos aún, y al guiñol de Netflix que, por un precio módico, muestra gente que coge vuelos baratos comprados con un móvil chino barato, y luego se enamoran y tal. A mí ya me va bien que este mundo desaparezca: es completamente ajeno al mío. Sin embargo, no sé si todos estarán de acuerdo. Quizá no es la buena idea que buscábamos…"
Quizá no. Aunque será inevitable un mayor control de los desplazamientos en el aspecto sanitario, el retorno a un sistema autárquico en cada estado por miedo a nuevas pandemias no parece la mejor de las soluciones.
Discográficas: ¿qué hay de lo mío?
Entrevista en el Punt-Avui a Eva Faustino, gerente de la Associació de productors i editors fonogràfics i videogràfics catalans, que presenta así la bajada de ingresos que están sufriendo:
"Preveíamos una bajada importante en cuanto a derechos de propiedad intelectual, porque el cierre de discotecas, gimnasios y otros locales comerciales implicaba una bajada de usos que impactaba directamente en la propiedad intelectual. Hemos visto, sin embargo, que, a pesar de que pueda parecer lo contrario, ha habido también una bajada de ingresos con respecto al consumo digital".
Las discográficas catalanas quieren estimular el consumo de música registrada en Cataluña, nada más lógico; aunque con argumentos harto etéreos y sentimentales:
"Ahora más que nunca, hay que concienciar a la sociedad de un consumo musical de kilómetro cero, sí. Debemos ser conscientes de que existe creación de proximidad y de mucha calidad. Ha llegado el momento de devolver a los músicos todo lo que en estas semanas nos han estado dando [se refiere a las gravaciones domésticas que algunos han ofrecido gratuitamente en las redes sociales]… de alguna manera, nos han salvado el alma".
Entrando en materia, piden, entre otras cosas, no sólo ayudas a la financiación, sino también a fondo perdido, que la Generalitat compre discos directamente, y que se incentive «en nuestros medios la presencia de música de autores, intérpretes y productores de Cataluña, a fin de generar derechos de autor».
La revolución que viene
Hay títulos que consiguen ofrecer un perfecto resumen de su contenido: Las fábricas de coches ahora producen equipos médicos y así deberían permanecer. Es un denso artículo del intelectual alemán Ingar Solty que aparece traducido en la web de Catarsi, la que quiere ser "revista de referencia del pensamiento crítico en catalán». «Pensamiento crítico", como es bien sabido, significa: ideas para la agitación de extrema izquierda.
Veamos, a partir de uno de los datos que presenta, cómo funciona ese pensamiento: "En Alemania, en la Baja Sajonia, los miembros de Die Linke están reemplazando los comedores para gente sin recursos y las redes de apoyo a los parados, la mitad de las cuales están cerradas debido al confinamiento, con estructuras propias, garantizando la seguridad alimentaria y llenando el vacío dejado por el estado". Hasta aquí, nada que reprochar; pero prosigue Solty: "Obrando así, nos recuerdan a todos que las revoluciones en toda Europa que siguieron a la Primera Guerra Mundial fueron el resultado de los consejos obreros creados para gestionar el problema de la crisis de las infraestructuras y las redes de apoyo social públicas. Y si no lo hace la izquierda lo harán los fascistas: en Bamberg (Baviera), los neonazis de la llamada Tercera Vía han llamado a organizar el “apoyo vecinal” bajo el lema de “solidaridad con los alemanes”. Al parecer, Die Linke —partido sucesor del partido comunista de la Alemania Oriental, al que se incorporaron izquierdistas del partido socialdemócrata— no da puntada vecinal sin hilo revolucionario y teniendo en mente la sublevación acaecida durante la República de Weimar.
La idea principal a inculcar, que inspirará sin duda los próximos movimientos reivindicativos y las huelgas con las que se amenizarán, es que "la izquierda debería, aquí y en todas partes, hacer campaña por un programa que libere las áreas elementales de la salud, la enseñanza, la vivienda, el transporte y la comunicación del principio de beneficio de manera inmediata". Uno puede pensar que las mascarillas no deberían ser objeto de especulación, pero el problema es que, en el mismo lote de áreas a nacionalizar, le quieren imponer hasta el control de la información por el gobierno. ¿No dijo ya Pablo Iglesias que «la existencia de medios de comunicación privados ataca la libertad de expresión»?
Pensadores como Ingar Solty siempre están viendo, por cualquier motivo, una «oportunidad histórica» para la izquierda. Ahora es el turno de la que aparece a consecuencia de la pandemia. "La tarea de la izquierda es proponer algo más ambicioso [que meras políticas reformistas]. Necesitamos inversiones de billones de dólares para el cambio social y ecológico que piden desde hace tiempo desde el programa electoral del Partido Laborista de Jeremy Corbyn hasta Bernie Sanders pasando por Die Linke en Alemania". Ese cambio tan ambicioso al que aspiran, involucrando en sus planes incluso al clima, se comprende que necesite mucho dinero, pero más bien es al revés: como necesitan mucho dinero, proponen objetivos inalcanzables, en el camino hacia los cuales desaparecerían nuestras ya bastante zozobradas economías.
Torra ya está comiendo el terreno a los socialistas
Jordi Barbeta, el Nacional.cat, afirma que "todo el mundo hace política, pero Torra los saca de quicio, comentando las diferencias en todo el mundo entre los gobiernos locales y las administraciones territoriales.
Afirma que la presidenta de la Diputación de Barcelona o la presidenta del Gobierno de las Baleares no han recibido críticas comparables a las que han llovido sobre el presidente Torra, "blanco de durísimos ataques por plantear sus criterios".
Y centrándose en el manifiesto impulsado por los socialistas catalanes, cree desvelar su motivación:
"Deben tener encuestas que les dicen que el comportamiento del presidente catalán le está dando buenos resultados, políticos claro, y que les está comiendo el terreno. La paradoja es que los firmantes, en buena parte cargos y excargos socialistas, acusan a Torra de politizar el debate sobre la gestión de la crisis, y para resolverlo elaboran documentos de crítica política que añaden más leña al fuego que dicen que quieren apagar".