España es, desde hace años, su patria literaria y afectiva. En Madrid, en una taberna de Menéndez Pelayo, escribió el peruano su primera novela, La Ciudad y los perros, la misma que entusiasmó el editor Carlos Barral y que le hizo merecedor al peruano del Premio Biblioteca Breve.
Son muchos los motivos que unen al Premio Nobel Mario Vargas Llosa con España. Y a los originales, se suma uno más: La cátedra que lleva su nombre y que ha sido creada de la mano de la Fundación Biblioteca Virtual "Miguel de Cervantes", en colaboración con otras diez Universidades.
La Cátedra Vargas Llosa pretende convertirse en un modelo cultural y educativo que fomente el estudio, la investigación y la difusión a nivel internacional de la cultura contemporánea en español.
"Estoy muy ilusionado y conmovido hoy porque la Cátedra que lleva mi nombre será un espacio donde los escritores de todo el mundo Iberoamericano podrán dialogar, debatir, acercarse, intercambiar, discutir y buscar las ideas necesarias para hacer frente a los retos que se nos presentan, no sólo culturales, sino sociales, económicos y políticos”, comentó el Nobel durante el acto de presentación al que asistió también Juan José Armas Marcelo, director de la Cátedra.
En el encuentro, Armas Marcelo resaltó la importante aportación de Vargas Llosa a la literatura en español y ha destacado del escritor de "La ciudad de los perros" su carácter de "novelista", pero sobre todo de "pensador".
También estuvo presente el escritor chileno, embajador de su país en Francia y amigo íntimo del homenajeado, Jorge Edwards, quien ha sido el encargado de inaugurar la primera Cátedra con la conferencia titulada "Las verdades novelescas de Vargas Llosa".
Entre bromas, guiños y anécdotas, Edwards recordó los años que compartió con Vargas Llosa en el París de los años sesenta, al que se ha referido como "el París del nouveau roman y del expresionismo".
Durante esos años, ha dicho, tuvo el placer de conocer a "un joven escritor, de extraordinaria inteligencia, de pensamiento literario original, autónomo, dotado de una increíble seguridad y de una mirada polifónica, aguda, atenta".
"Ya en aquella época se atisbaba en su prosa un cierto desprecio del adorno verbal, de la metáfora excesiva, de la prosa poetizada, y al mismo tiempo el uso constante, integrado en la narración, de inmediatez, de fuerza, de choque", ha recordado, antes de mostrar su admiración por "la inquietud y el espíritu crítico" que han caracterizado siempre a este genio de la literatura.