Nadie le quiere y ha perdido todos los apoyos políticos. Sólo un empeoramiento de los mercados o un patinazo del PP en las elecciones llevarían al gobernador a agotar su mandato.
José Luis Rodríguez Zapatero cada vez disimula menos sus filias y sus fobias y el gobernador del Banco de España ha entrado a formar parte de las segundas. El presidente ya no se recata a la hora de criticar en privado la forma en la que Miguel Ángel Fernández Ordóñez ha gestionado la reestructuración de las cajas de ahorro y le provocan sarpullidos los circunloquios con los que suele adornar sus comparecencias públicas.
En el resto del Ejecutivo socialista, Mafo se ha quedado también sin aliados. Algunas voces del Grupo Parlamentario lo tachan de “apestado”. Sus primeras intervenciones como gobernador ante el Congreso pasaron sin pena ni gloria durante los casi tres años en que estuvo arropado por Pedro Solbes. Sin embargo, con el acceso de Elena Salgado al cargo, la mayoría de las lecciones impartidas por el gobernador se tornaron indigestas para el Gobierno y para el PSOE, pues se interpretaron como una descalificación de la política económica.
En estos momentos, hay una coincidencia básica en Moncloa y en las cúpulas económicas de los dos principales partidos sobre la gestión del gobernador: ha perdido un tiempo precioso, cifrado por Alfredo Pérez Rubalcaba en un año, para importar a España el modelo italiano de cajas que el propio Mafo siempre tuvo en la cabeza.
Con una gestión de la crisis bancaria que se considera nefasta, si por el PP fuera estaría dispuesto a saludar la renuncia anticipada del gobernador tendiéndole un puente de plata hacia algún organismo internacional. Cualquier salida es buena, a cambio de gestionar con alguien de confianza al frente del Banco de España la inevitable segunda oleada de fusiones en las cajas y el proceso de recapitalización que le aguarda a la banca, con vencimientos de deuda de 120.000 millones el año que viene.
Tregua de los mercados
Fuentes de los dos principales partidos barajan varios escenarios posibles, siempre vinculados a los resultados electorales del 20-N y a la holgura de la previsible mayoría del PP. El primero: si la crisis de la deuda se agravara, Mafo dispondría de mayor margen para agotar su mandato hasta junio y encarar, por tanto, un semestre de muy difícil convivencia con el Gobierno que presida Mariano Rajoy. Segundo: si los mercados dieran una tregua prolongada a España, el nuevo Ejecutivo ganaría capacidad de maniobra para convencer al gobernador de que su tiempo ha acabado, por métodos más o menos expeditivos.
En el PP se recuerda que el BOE deja espacio suficiente para retirarle al Banco de España las competencias delegadas que le ha ido trasladando el Gobierno en el último año y medio en la regulación del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) y en la legislación de febrero pasado que persigue el fortalecimiento del sistema financiero.
Un choque tan directo entre el Ejecutivo que tomará posesión en Nochebuena y el gobernador, podría desencadenar episodios novedosos adosados a la gestión del supervisor en determinadas entidades financieras que salpicarían también al actual subgobernador, Francisco Javier Aríztegui, cuyo mandato vence en la misma fecha que el del gobernador. Dos por el precio de uno. Por extensión, en la diana principal ha quedado instalado también Jerónimo Martínez Tello, actual responsable de Supervisión, miembro del Consejo de Gobierno y de la Comisión Ejecutiva, además de integrante de la Comisión Rector del FROB.
Ante este sombrío panorama, el gobernador se plantea presentar su renuncia después de las elecciones del 20-N, según la fuerza y la dirección del viento. Fuentes del Banco de España insisten en algo obvio: que la intención inicial de Mafo es coronar su mandato y que una interrupción traumática del mismo dañaría el prestigio internacional de España. Pasó por motivos bien distintos con Mariano Rubio en 1992, pero entonces la tormenta financiera no descargaba como ahora.