Justo en un momento de incertidumbre, el sector del libro sufre la desaparición de la Dirección Nacional del Libro, Archivo y Bibliotecas y su refundición por una parte en Industrias Culturales y la otra, Archivos y Bibliotecas, en la Dirección de Bellas Artes y Bienes Culturales. En el proceso, la persona encargada de asumir las competencias de Rogelio Blanco, no ha sido nombrada. Es decir, nadie sabe; nadie contesta.
Lo que comenzó, con muchos bríos, la Secretaría de Cultura –supresión del canon, aprobación del reglamento de la Ley Sinde- ha comenzado a ralentizarse en un momento en el que el sector libro necesita interlocutores, más aún en un momento donde, a pesar del aumento de lectores, se registra una caída en ventas del 7% según cifras aportadas por el anterior Ministerio de Cultura, la Federación de Gremios de Editores de España y el Centro Español de Derechos Reprográficos.
A eso se suma un mercado controlado por no más de 20 editoriales. Es decir, el 5% del total de los editores en España produce, comercializa y se hace con las ganancias del 65% de los libros, de ahí que el resto de los editores aboguen por incentivar la compra de libros para las bibliotecas públicas. Sin embargo, el tema pinta mal.
Pero no va a ser el caso, porque nueva Secretaría de Estado de Cultura anunció, entre otras medidas, la supresión de las compras públicas para las bibliotecas de titularidad estatal a pequeños editores. Ante la previsión de un recorte que parecía inminente, muchas han decidido apostar por formatos más competitivos, entre ellos, el libro electrónico.
El libro en papel sigue vendiéndose, y más que el libro electrónico. SIn embargo este último ha experimentado este año un crecimiento en ventas mucho mayor al esperado con la llegada a España de Kindle, el lector electrónico de Amazon, que ofrece ejemplares desde 0,99 euros, el mismo que en otras páginas puede venderse a 9 euros, por ejemplo.
Casas como Ediciones B e incluso agentes más pequeños e independientes como Nórdica y sellos como Musa a las 9 han apostado por subirse al tren del libro electrónico, para el que se exige, además, un cambio en el tipo de IVA del 18% al 4%.