La batalla en el 38 Congreso del PSOE tiene visos de superar en acritud al que encumbró a José Luis Rodríguez Zapatero a la secretaría general del partido en el año 2000. Quizá entonces no hubo tal grado de enfrentamiento en el bien entendido de que José Bono partía como claro favorito mientras que el resto de los aspirantes (además del propio Zapatero, Matilde Fernández y Rosa Díez) no eran más que comparsas. Al final fueron nueve los votos de ventaja que el ya ex jefe del Ejecutivo sacó respecto al ex presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, nueve votos que cambiaron el destino del PSOE.
Y de la lección que se ha sacado de lo sucedido entonces surge la propuesta del secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, junto a au secretario de Organización, Marcelino Iglesias, de que los cerca de mil compromisarios que acudan a Sevilla puedan votar con total y absoluta libertad. El voto es con papeleta y en urna, y para garantizar el secreto del mismo se estudia que todos los delegados pasen necesarliamente por cabina para recoger su papeleta, de manera privada, sin público, de modo que ninguno tenga por qué obedecer consignas de su respectiva federación ni someterse a presiones, según ha podido saber Vozpópuli.
La decisión, que parece más de forma, es realmente de fondo, porque abre muchas más incógnitas de las que cierra respecto al futuro liderazgo del partido y pone de manifiesto la profunda desconfianza que hay entre todos respecto a la limpieza del proceso en el sentido de que muchos pueden verse impelidos a votar no por su candidato favorito sino por el que le imponen desde la dirección de su federación.
Por ejemplo, nadie duda del alineamiento del lendakari Patxi López con Pérez Rubalcaba, pero no parece tan claro que otras personas muy significativas del entorno del vasco, como Eduardo Madina, tengan el mismo entusiasmo por el ex vicepresidente del Gobierno. De hecho, el secretario del Grupo Socialista en el Congreso declaró recientemente en una entrevista en TVE que Rubalcaba representaba “la experiencia” y Chacón “una manera de interpretar de interpretar el PSOE” sin querer definirse por ninguno de los dos.
Triunfo de Chacón
Otro de los que no ha mostrado sus preferencias es el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, consciente de que apostar por el caballo perdedor le deslegitimaría en su ya complicada carrera por conservar el gobierno de la Junta de Andalucía en las elecciones autonómicas del 25 de mayo. De hecho, Griñán ha comentado a personas de su entorno que “no va a ganar el que se está pensando”, esto es, Rubalcaba, y es que cada vez parece más factible un triunfo de Carme Chacón.
Las posibilidades de Chacón sólo podrían verse mermadas en caso de un tercer candidato, que contribuiría a dividir parte del voto que, en principio, podría ir para la catalana. Ese es el principal riesgo para ella ante los devaneos del alcalde de Toledo, Emiliano García Page. Su posible candidatura, auspiciada por alguien que ha dejado claro su rechazo a Chacón, José Bono, puede interpretarse como una maniobra para dejar el camino expedito a Rubalcaba.
Ya se ha iniciado el proceso de congresillos para la elección de compromisarios y lo previsto es que el secretario de Organización del PSOE, Marcelino Iglesias, comparezca ante la prensa la próxima semana para explicar detalles de la cita congresual. Iglesias ha prometido una neutralidad exquisita de la dirección del partido, pero a nadie se le escapa que Chacón es la candidata de Zapatero y que, en cierto modo, el ex presidente del Gobierno quiere revertir la decisión del año pasado de no celebrar primarias para la elección de candidato y que forzara a Chacón a apartarse de la pugna.