"Gallardón es un tipo inteligente y un político brillante, pero me temo que el caso Bárcenas le pasará factura". Así se expresa una alta fuente de Moncloa, con trato frecuente con Rajoy. El presidente ha perdido la confianza en su ministro de Justicia. Considera que no ha actuado con lealtad en el "affaire Bárcenas" y que se ha puesto de perfil en algunos momentos clave para el partido y para el Gobierno.
"Un verso libre", así se autodefinía Ruiz Gallardón en sus tiempos de gloria, cuando comandaba la comunidad de Madrid con mayoría absoluta. Aspiraba a todo y no contaba con nadie. Circulaba en la órbita de Aznar pero se orientó hacia Rajoy en cuanto el PP llegó a la Moncloa. Quería la cartera de Defensa, buena plataforma para cualquier aventura politica, pero Don Juan Carlos se la había reservado a Pedro Morenés y Gallardón tuvo que aterrizar en la de Justicia, un territorio incómodo, erizado de disputas y diabólicamente politzado.
Balance negativo
Mediada la legislatura, el balance de su gestión arroja más sombras que luces. Está enfrentado a los fiscales por la reforma del Código Penal; a los jueces por la reforma del Poder Judicial; al sector de tribunales por el desmesurado incremento de las tasas; a buena parte del votante del PP por las idas y vueltas con la nueva Ley del Aborto y, finalmente, a la dirección de su partido y a la Moncloa por su escasa decisión a la hora de manejar los asuntos políticos que les afectan, léase en especial el "affaire Bárcenas".
"Nunca le han visto como alguien del PP, siempre ha ido por su cuenta, con sus intereses y sus ambiciones", comentan estas fuentes. Mariano Rajoy lo considera un político inteligente, un profesional bien formado pero alguien con el que no se puede contar para cuestiones comprometidas. "Cree que no es leal ni con él ni con el PP, y esto con Rajoy es asunto grave".
Antes de abandonar el Ayuntamiento de Madrid, dejándolo sumido en la mayor ruina y la mayor deuda que recuerde la historia, Gallardón había cuidado su imagen de representante de la línea "progresista" de su partido. Nadie entendíaen Génova sus excelentes relaciones con el grupo Prisa. De hecho Polanco, el fundador de aquel grupo, siempre le elogiaba y hasta le reservó un destacado papel en alguna de las intrigas urdidas en tiempos del felipe/polanquismo.
En los primeros compases de la Legislatura, Ruiz Gallardón quiso dar muestras de identificarse con su grupo, con su familia popular. Anunció una reforma judicial en la buena línea de apartar los órganos directivos y altos tribunales de la refriega política. Avanzó una nueva ley del aborto para sustituir la del zapaterismo y nombró Fiscal General del Estado a Eduardo Torres-Dulce, un eficaz profesional bien visto por los conservadores pero con escaso peso político para ese cargo. Como se ha demostrado.
Reproches públicos
Ministro contestado y sin apenas avales en el Gabinete, fue objeto de severas críticas tanto por parte del presidente del Poder Judicial, Gonzalo Moliner, como del propio Fiscal General en la reciente apertura del Año Judicial. Moliner se quejó de la escasez de medios y censuró la reforma del órgano de gobierno de los jueces, que tras una serie de incomprensibles cambalaches, ha resultado un fiasco censurado por todos, tanto la familia jurídica como la oposición en pleno. Los jueces incluso le montaron una huelga a Gallardón. El Fiscal General, por su parte, criticó el futuro código procesal penal, que aunque tiene neormes aspectos positivos, atribuye la dirección de la investigación al fiscal, y no al juez como hasta ahora, aunque "se le niega la capacidad de maniobra necesaria para llevar a cabo esa función", señaló Torres Dulce.
Estas críticas por parte de dos de los más altos representantes del estamento judicial español, vertidas en acto de tal relevancia y en presencia de las más altas autoridades de la Nación, incluídas el Jefe del Estado y el presidente del Gobierno, lejos de pasar inadvertidas, evidenciaron la frágil estabilidad política del titular de Justicia. Un despiste de Don Juan Carlos a la hora de dar paso a la intervención de uno de los oradores camufló lo señalado del momento. La anécdota Real desvió la atención del varapalo al ministro. Pero sólo por unas horas. En ese acto quedó sellado públicamente el nivel de tensión entre el ministro y los principales representantes del mundo judicial.
Rechazo y malestar
Pero ha sido el "caso Bárcenas" el que ha desatado el recelo, primero, y la desconfianza, después, entre Moncloa y Gallardón. El ingreso en prisión del ex tesorero, las citaciones a la vicesecretaria general del partido así como a otros destacados dirigentes de la formación, la actuación de la fiscalía Anticorrupción...han causado enorme malestar en la formación popular y un rechazo mal disimulado hacia el titular de Justicia. Gallardón, según estas fuentes, no ha actuado como se esperaba de él. Se ha implicado lo justo y hasta a veces parecía que iba contra su equipo.
Sus fricciones con la vicepresidenta del Gobierno derivadas de la nueva ley del aborto, que tenía que haber sido aprobada en el pasado Consejo de Ministros pero que se ha visto nuevamente pospuesta, también ha sacado a la luz pública estas tensiones en el Gabinete. Gallardón las tuvo que negar, una vez más, en la rueda de prensa de este viernes, en presencia de Sáenz de Santamaría. Pero la ley no llega. "Hay mucho trabajo", vino a excusar un desarbolado Gallardón, mientras se explayaba ante la iniciativa de que los notarios puedan celebrar matrimonios a 95 euros por pareja..
La duda es cuándo llegará el punto final a la presencia de Ruiz Gallardón en el Gabinete. Rajoy deberá hacer cambios antes de las europeas. Pero este relevo es de los que "hacen ruido", algo que le espanta al presidente del Gobierno. En cualquier caso, Rajoy no cuenta ya con Gallardón entre el núcleo de sus leales. Está sentenciado.