De los "mártires de la persecucuión religiosa" de la guerra civil al "protomártir" catalán de la persecución política. El origen del plantón de Artur Mas a la vicepresidenta del Gobierno en la noche del jueves hay que buscarlo en Tarragona. Allí empezó todo.
En la ceremonia de beatificación de 522 religiosos asesinados tras el estallido de la guerra civil a manos del milicianos del bando republicano, Artur Mas tuvo que ceder el puesto de honor al presidente del Congreso, Jesús Posada, quien en la línea que marca el protocolo del Estado, ostenta el primer puesto de la representación oficial en ausencia del Jefe del Estado o del presidente del Gobierno. Cuentan algunos de los asistentes que el rebote de Artur Mas fue descomunal.
"Que se enteren de que esto es Cataluña"
Desplazado por un mero presidente del Congreso español, en la versión narrada por uno de los asistentes, Artur Mas renegó de lo que consideró "encerrona". Aseguró que no volvería a consentir que la Generalitat se viera desplazada, arrinconada por el protocolo español. "Esto es Cataluña, que lo sepan de una vez", comentó alguno de sus asesores, haciéndose eco del pensamiento de su President.
Pero no había razones para sentirse ofendido, ya que según el decreto 2099/1983 sobre el ordenamiento general de las precedencias en el Estado, es bien sabido que el presidente del consejo de una comunidad autónoma aparece en el lugar número 10 del protocolo, por detrás del Rey, la Familia Real, el presidente del Gobierno, presidentes de las Cámaras y de los órganos judiciales.
Jesús Posada, pues, apareció por delante del presidente autonómico, con el consiguiente enojo monumental por parte de éste, quien hizo saber a sus próximos que no volverá a ocurrir tal cosa. Y así fue. Y de ahí el plantón de este jueves a la vicepresidenta en la entrega de medallas de la organización empresarial catalana, Fomento del Trabajo.
Soraya Sáenz de Santamaría, que figuraba como presidenta del Gobierno en funciones, ya que Rajoy se encontraba en la cumbre iberoamericana, debía cerrar el acto. Al ser informado Mas, optó por declinar la invitación y enviar a su consejero de asuntos económicos, Felip Puig. Un desafuero puesto que no se había producido ninguna novedad en el orden protocolario establecido. El propio President, muy enfadado, habló luego de que Moncloa había cambiado el orden del protocolo. "Se me invitó en unas condiiciones determinadas, para presidir el acto, pero el Gobierno decidió cambiare el protocolo y la Generalitat quedaba en segundo orden". Y decidió no asistir.
Desde tiempos de Tarradellas
El portavoz de la Generalitat recurrió incluso a una referencia histórica, netamente errada. "Esto no había ocurrido en 36 años, desde el presidente Tarradellas", dijo Francesc Homs. Sin reconocer que las disposiciones del protocolo son las que son y que Jordi Pujol jamás interpuso problema alguno de este tipo pese a que en tiempos de Felipe González, y antes de que se actualizase el protocolo, los presidentes autonómicos aparecían al mismo nivel que los ministros, lo que ahora no ocurre puesto que figuran por delante incluso de los vicepresidente del Gobierno.
Sáenz de Santamaría no entró a valorar la descortesía del presidente catalán. "Yo cumplí con mi agenda y son otros quienes tendrán que explicar los motivos para no ir". Recordó su condición de presidenta en funciones y le quitó hierro a la polémica.
Un President acomplejado
"El acomplejado Artur Mas desconoce estos matices", afirmaban en privado fuentes de la fontanería monclovita. "El protocolo es la plástica del poder", recordaba siempre Pujol quien reprendía a sus más ofuscados colaboradores cuando perseguían algún tipo de enfrentamiento o colisión con los poderes del Estado por estos asuntos.jdfjfkdsjfk djf dkfjdklf j
Famosa es la anécdota de la primera visita oficial de Pujol a Moncloa en tiempos del presidente González. Los vehementes funcionarios catalanes tan sólo habían colocado la senyera en el auto ofical del President, sin que ésto lo advirtiera. Al llegar a la puerta del Palacio monclovita, los servicios de protocolo recordaron la necesidad de que el vehículo exhibiera también la bandera española. Pujol reaccionó indignado con sus subordinados, se colocó el banderín nacional y se acabó el lío. "Sólo los tontos se burlan del protocolo", recordaba el malicioso canciller Talleyrand.