Sumar afrontará en los próximos meses una "reflexión profunda" sobre su relación con el PSOE, según admiten las fuentes consultadas. La dimisión de Íñigo Errejón por las acusaciones sobre él de agresión sexual han revolucionado a la izquierda española, que encadena su enésima crisis tras una década de fulgurante auge y caída. Lo cierto es que el exportavoz parlamentario era el cerebro político y estratégico de Yolanda Díaz. Y fue quien dirigió al partido a una colaboración con los socialistas que tanto cabreo despertó en Podemos.
La propia portavoz del partido, Isabel Serra, ya lo dejó por escrito en una tribuna en El País, en la que acusó a Yolanda Díaz, de forma velada, de trabajar por reinstaurar el bipartidismo que tanto combatió Podemos desde su nacimiento, en 2014: "Sabemos que la subalternización al PSOE acaba con la invisibilización y la pérdida de acción política. Sabemos que las oportunidades de seguir avanzando en nuestro país no se han cerrado porque hay una crisis que sigue abierta (territorial, social, política, institucional). Como hace cuatro años, el camino sigue siendo el que planteó Podemos: reforzar las alianzas con las fuerzas progresistas, feministas y soberanistas, establecer la conversación sobre los avances pendientes y plantear para nuestro país un proyecto republicano como horizonte que vuelva a dejar atrás los intentos del bipartidismo de restablecerse".
La izquierda alternativa al PSOE no ha superado aún la traumática ruptura de Vistalegre II, que la dividió en dos y provocó la escisión de Más Madrid. El posicionamiento estratégico de Íñigo Errejón siguió enturbiando la mirada de Podemos (y Pablo Iglesias) sobre la política española. En verdad, los morados siempre fueron muy recelosos sobre los movimientos de Errejón. Tras la figura del exportavoz subyace un conflicto más formal que ideológico. El mismo que subyace aún respecto a Yolanda Díaz. No por casualidad, Pablo Iglesias dijo que la vicepresidenta segunda estaba más cerca de Más Madrid que de Podemos.
Pero no se trata de algo ideológico, sino de una cuestión formal. Los morados lamentan que tanto Errejón como Díaz se esforzaran en ser una suerte de marca blanca del PSOE, aceptable para la élite. En Podemos molesta que solo ellos sean el rostro enfadado, fuerte y duro que dice las cosas como son. Por eso siempre han creído que hay una concertación entre Yolanda Díaz y el PSOE para destruirles. El conflicto formal está claro. Tanto Yolanda Díaz como Íñigo Errejón parten de la premisa de que para construir mayorías, y sobre todo, para llegar al poder, toca mostrarse como una izquierda asumible por el poder y no confrontar en ciertos asuntos, porque son batallas perdidas de antemano que les descartan como opción transversal.
La forma en la que la izquierda alternativa debe relacionarse con el PSOE es clave. Es uno de los más agrios asuntos de discusión en la izquierda. Ya lo fue antes de que se formara el primer Gobierno de coalición, cuando hubo una parte importante, con Izquierda Unida a la cabeza, que quería un acuerdo programático con los socialistas y dejarles a ellos el desgaste de gobernar. Pero enfrente estuvo Pablo Iglesias, que nunca quiso despreciar la oportunidad de demostrar que la izquierda radical podía llegar a Moncloa y gobernar con sentido para transformar.
Más allá de la confrontación formal. Hay otro gran eje de división. Tanto Errejón como Díaz son valedores de la apuesta por que el Estado pacte con el capital; algo que supone aceptar las reglas de juego del capitalismo para intentar reajustar sus desigualdades desde dentro. Y en esa línea comienzan las desavenencias entre el tándem Díaz-Errejón y el resto de la izquierda que abandera Podemos. El entorno de Yolanda Díaz siempre valoró enormemente la “gran capacidad intelectual” de quien un día sostuvo las riendas de Podemos junto a Pablo Iglesias, ahora caído en desgracia.
La situación orgánica de Sumar es muy complicada. El golpe de Errejón les ha impedido consolidarse una vez más como partido, al menos en el corto plazo. El próximo 14 y 15 de diciembre estaba previsto que se celebrara la asamblea de Sumar, que supuestamente iba a servir para dar certezas a la organización sobre el proyecto. Y eso a pesar del fracaso inicial, tras la 'dimisión' de Yolanda Díaz como coordinadora general del espacio por la concatenación de los estrepitosos resultados electorales.
Errejón tenía un papel clave en esa asamblea, ya que era el encargado la redacción del documento político que iba a actualizar las tesis de la organización. Es el documento más importante de la asamblea. Fuentes de la dirección transitoria de Movimiento Sumar citadas por La Razón admiten que la pata política ha quedado "huérfana". Ante este escenario, la decisión de la coordinadora ha sido la de reunirse el próximo sábado 9 de noviembre para retrasar la asamblea. Txema Guijarro, uno de los miembros de la dirección de Movimiento Sumar, admitió "los tiempos" de la asamblea tendrán que replantearse. Otras fuentes temen la guerra que se viene.
Errejón, además, era una figura importante en Sumar por su capacidad oratoria y su influencia sobre ciertos sectores de la izquierda más moderada. Muestra de ello fue su capacidad para establecer alianzas con partidos como Compromís o Chunta Aragonesista. Sin embargo, su salida también pone en evidencia la ausencia de liderazgos fuertes en un espacio político que ha visto caer a todos y cada uno de sus grandes protagonistas desde hace una década: desde Pablo Iglesias e Irene Montero hasta Pablo Echenique o Juan Carlos Monedero. Pero el fin de Errejón también evidencia que no hay una estructura consolidada en Sumar. Desde el inicio, la integración de todos los partidos en una plataforma amplia ha sido un reto, ya que está integrada por varias facciones con intereses distintos.