En los prolegómenos del proceso soberanista, hace año y medio, algunos ministros, los que más contactos tienen con Bruselas, solicitaron ayuda en diferentes instancias comunitarias para que contribuyeran a desarmar la agenda de Artur Mas en Cataluña. Hubo pronunciamientos claros de algunos comisarios europeos e, incluso, del expresidente de la CE, Jose Manuel Durao Barroso, en contra del proceso, aunque llegó un momento en que tanto él como su equipo de Gobierno empezaron a estar hartos de que al visitar España nada más se les preguntase por su opinión sobre Cataluña.
Desde entonces ha llovido mucho y ahora las embajadas de los principales países europeos asentadas en Madrid han enviado notas a sus gobiernos en las que se toman a chirigota el proceso soberanista y dan por desactivada la consulta del 9 de noviembre, una vez que la Generalitat ha decidido a adaptarse, a su manera, a las decisiones tomadas por el Gobierno y por el Tribunal Constitucional para frenar la celebración de un referéndum formal.
En las notas de los embajadores se informa del "desestimiento" del Gobierno catalán en su ofensiva soberanista
“En la Unión Europea nunca han sido vistos con simpatía procesos como el que desde hace tiempo se da en Cataluña y, mucho menos, que los gobiernos se salten la ley a la torera. Lo que sí percibimos al principio fue una consternación en la diplomacia europea por el rumbo que tomaba el problema, sensación que ahora ha disminuido porque empieza a tomarse todo a chirigota”, explica un alto cargo del Gobierno. Y añade: “Algunos embajadores han acudido de nuevo a visitar a Mas y le han advertido en tono confidencial que lo suyo no va a ningún lado y que si sigue en sus trece, Europa le dará la espalda”.
En realidad, aseguran estas fuentes, la transformación del 9-N en una consulta simbólica y un tanto disparatada, previsiblemente de carácter festivo, ha sido interpretada en buena parte de las embajadas europeas como un desestimiento del Gobierno catalán en su ofensiva soberanista. Ante el nuevo escenario, Mariano Rajoy no hará lo que David Cameron cuando, antes del referéndum escocés, pidió ayuda a sus socios y a él mismo para que advirtieran de forma preventiva de los peligros de un sí a la independencia.
La respuesta del presidente español fue inmediata. Rajoy utilizó una de sus intervenciones en el Congreso de los Diputados para asegurar que el referéndum escocés suponía un “torpedo” en la línea de flotación de la Unión Europea y que un hipotético triunfo del sí a la independencia separaría automáticamente a Escocia de la UE y la dejaría sin todas las ayudas y beneficios vinculadas a su pertenencia al club. El presidente fue todavía más allá, adelantando que España no facilitaría en ningún caso la hipotética entrada de una Escocia independiente en la UE, recado que también sirvió, como es lógico, para Cataluña.
Papeleta difícil para Camerón en el Reino Unido
Pasado el susto y comprobado que los unionistas vencieron en Escocia por un 55% de los votos con una participación del 86% de los electores, la lectura que se extrae en el Gobierno de lo acontecido en el Reino Unido no deja en muy buen lugar a David Cameron. Muchos en el Gobierno español opinan que incurrió en un riesgo innecesario al autorizar la celebración del referéndum y que ello le acabará pasando factura ya que, aunque en apariencia todo sigue igual, nada volverá a ser como antes. En adelante, Cameron tiene que gestionar una situación complicada, consciente de que hasta la reina Isabel II tuvo que apelar a la Iglesia anglicana para intentar dar la vuelta a las encuestas, en la creencia de que era irreversible el triunfo de la independencia. A ello se suma el ambiente tan hostil hacia la UE que se respira en el Reino Unido y la actitud defensiva que homologa en este escenario a la mayoría de los británicos.
Rajoy habló de "torpedo" a la UE después de que Cameron le pidiera ayuda antes del referéndum escocés
En todo caso, si algo positivo tuvo el referéndum escocés, añaden estas fuentes, fue que demostró el firme rechazo que suscita en la Unión Europea cualquier aventura secesionista en uno de sus territorios. Esto mismo se lo han transmitido a Artur Mas buena parte de los embajadores con los que se ha entrevistado, el alemán y el francés entre ellos, un tanto perplejos ante la ausencia de proyecto y de guion que revela el presidente de la Generalitat a partir del día después de la hipotética independencia y ante la inocencia que destila cuando expone que vería bien “una Unión formada por más de 60 Estados miembros”. “Si hace año y medio todavía había algún embajador que le escuchaba con atención, ahora lo relevante es que ninguno le toma en serio”, asegura un alto cargo del Gobierno permanentemente en contacto con la diplomacia europea.