El Partido Popular metió a los taxis en campaña por primera vez en España. Novecientos de estos vehículos que han cobrado 60 euros pasean por Madrid la publicidad de las candidatas Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes. Mucho, quizás demasiado, se ha hablado de este asunto en los últimos días. Y, como ya se contó en este blog de campaña, en Ahora Madrid, coalición liderada por Podemos que disputa la alcaldía de la ciudad, han reaccionado colocando sus anuncios en un número indeterminado de taxis, aunque de forma gratuita.
Por encima de la feroz pelea entre Manuela Carmena y Aguirre se alza una pregunta: ¿tienen problemas los taxistas por llevar la publicidad de algún candidato? Para comprobarlo de primera mano, Vozpópuli ha entrado en un taxi que publicita a Aguirre. Una ruta de algo más de una hora en la que los clientes también han aportado sus opiniones sobre esta polémica. El taxista elegido para el experimento (mejor llamarlo así antes que reportaje) es reacio en principio, pero después accede a hacer de cobaya, aunque resulta curioso que reclama el anonimato que por supuesto consigue.
El primer cliente es un señor de unos 45 años que viste traje y corbata y porta una mochila al que recogemos cerca del intercambiador de Nuevos Ministerios. Se extraña más de encontrar un taxi libre con copiloto que de la publicidad del vehículo. "A la estación de Atocha". Y hacia allí salimos. Viendo sus repetidas miradas al reloj, no es difícil adivinar que tiene complicado coger el tren, así que quizás no quiera colaborar en esta suerte de encuesta aleatoria. Como es un hombre de pocas palabras, solo puede destacarse que a él no le preocupa ni le importa viajar junto a la imagen de la candidata del PP a la alcaldía. Ese enemigo permanente de los madrileños que es el tráfico permite esta vez llegar a tiempo. El hombre paga y se apea.
"Esperanza Aguirre es la mejor del PP, porque ella es como Aznar, no como Rajoy ni como la Sorayita", añade, entusiasmada, la viajera
Cuesta unos cuantos minutos volver a encontrar a un viajero. "Esto está muy mal, la crisis nos ha afectado mucho al negocio", comenta el taxista, un tanto resignado. Hay suerte y una señora llama la atención del conductor. También parece extrañada por ver a dos personas en la parte delantera. Nos pone rumbo a la calle Infanta María Teresa que un servidor no escuchado jamás pero que evidentemente sí conoce el chófer. Esta vez ha habido más suerte porque ella es más dicharachera. Está literalmente "encantada" con los anuncios entre otras cosas porque "yo la voy a votar". "Es la mejor del PP, porque ella es como Aznar, no como Rajoy ni como la Sorayita", añade, entusiasmada. Y asegura no entender por qué se ha generado controversia alguna por este asunto, dado que "los taxistas cobran y no se meten con nadie".
"No quiso subirse"
Una vez sin compañía, el taxista confiesa que no es precisamente un aguirrista convencido, pero cree que este tipo de publicidad no genera ningún problema. Eso sí, rememora que dos días atrás, cuando estaba esperando en una parada de taxis, una cliente se negó a montarse porque reparó en el anuncio. Narra que no se produjo ninguna discusión porque "aunque no quiso subirse la respeté como a mí me gusta que me respeten". Asegura que conoce a otros compañeros de profesión que no quisieron publicitar al PP pero igualmente sabe de otros que dijeron sí a la propuesta.
Por último, se sube a esta experiencia un tercer y último cliente. Es moreno, robusto y no parece el más simpático de la ciudad. Coincide con los dos que le han precedido y con el taxista en su escaso interés por esta campaña electoral. Discrepa en su valoración sobre la publicidad de Aguirre. Para él, ningún taxista debiera portar imágenes de candidato alguno porque se puede "incomodar" a los clientes. No aclara si él está incómodo. Pero sí cuenta que su hartazgo con la política tiene que ver con sus orígenes andaluces. Tacha de "vergüenza" lo que está ocurriendo con Susana Díaz y se niega a admitir la posibilidad de que se repitan los comicios allí.
La ruta termina sin problemas. No ha pasado nada extraordinario y no puede concluirse nada riguroso, por supuesto, pero al menos ha sido entretenido. Y cuando un servidor llega a casa y enciende el ordenador se encuentra con las referencias a las extravagantes propuestas de Monago, las fotos absurdas y los mítines vacuos. Cruda realidad de esta campaña que aburre a sus propios protagonistas.