Las quinielas sobre Madrid hace tiempo que dejaron de funcionar. Ya nadie se cree nada. El periodo previo ha roto los nervios de algún aspirante a candidato y ahora se trata de esperar. Primera semana de marzo, dicen los viejos conocedores de la trama. Se daba por sentado que el ticket Aguirre-González, para Ayuntamiento y Comunidad, respectivamente, estaba cantado y asentado. Esperanza no sólo es la presidenta del PP madrileño sino que es la más jaleada y aplaudida en las encuestas. González abrió la sesión de clausura de la Convención del partido en Madrid. Un signo elocuente. Pero nada es ya seguro.
Se daba por sentado que el ticket Aguirre-González, para Ayuntamiento y Comunidad, respectivamente, estaba cantado y asentado
Todo fluye con rapidez y surgen, desestabilizadores, acontecimientos con los que no se contaba hace tan sólo unos días. La defenestración del candidato socialista a la Comunidad de Madrid, Tomás Gómez, es uno de ellos. Quizás anecdótico. "Nosotros, ni nos inmutamos", dijo pachorramente Mariano Rajoy cuando estalló el terremoto en el PSOE. Algunos chismosos habituales han ido con el cuento de que quizás García Escudero es más rival para enfrentarse al catedrático metafísico Gabilondo que el actual presidente de la Comunidad. Pero Escudero ni está en las listas ni lo pretende. Vive feliz en su deliciosa rutina del Senado, donde ejerce una presidencia con menos sobresaltos que la de una comunidad de vecinos.
También se ha embarrado últimamente el terreno de juego, con la aparición de algunas informaciones sobre episodios pretéritos de espionaje cañí, u otros más dañinos que apuntan al corazón político del entorno del presidente autonómico. La resurrección de estos pasajes, o la aparición de otros nuevos, a caballo entre la toxicidad y la intoxicación, han creado un cierto clima de desazón en Moncloa.
Escaso contraste con el PSOE
Es cuando reaparece el nombre de Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid y siempre en las listas. Sus posibilidades se habían apagado, ya que alguien dio en sentenciar que la pareja González y Aguirre son la baza idónea para unos comicios endiablados. Pero las noticias de última hora, el suspense de Rajoy, los corifeos tóxicos y la incertidumbre general ha reavivado la figura de Cifuentes, quien no goza en Génova de un predicamento excesivo. Se considera que su perfil político no ofrece demasiado contraste con el PSOE. Pero en Moncloa se valora su eficacia, su pasado limpio. Con ella no surgirán titulares molestos o de escándalo.
En el entorno familiar de Cifuentes se ha escuchado ya en estas últimas horas que ella es la candidata más segura a encabezar las listas al Ayuntamiento madrileño
De hecho, en su entorno familiar se ha escuchado ya en estas últimas horas que ella es la candidata más segura a encabezar las listas al Ayuntamiento madrileño. Los rumores no cesan. Y los nervios, tampoco. Los enemigos de Aguirre, que son muchos, y algunos están dentro de su casa, como Pedro Arriola, habían propalado la especie de que Esperanza moviliza demasiado a la oposición y eso no suele ser bueno, según estos estrategas. La gestión de Cifuentes en la delegación del Gobierno está resultando sumamente eficaz, aunque su jefe máximo, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, no la alabe con generosidad. Más bien, lo contrario. La tiene por progre, por borde y por indiscreta, según confiesa gente de sus alrededores.
Entre la abstención y la ira
Pero la batalla de Madrid va a ser enconada. Para el PP es fundamental movilizar a los propios, cuyo ‘animus votandi’ se balancea entre la abstención y la ira. La presidenta del PP madrileño es la figura ideal para este cometido.
"Esta vida es miserable y la muerte, incierta", como dejó escrito San Agustín. Y en el PP, aún más. A finales de la semana próxima o a principios de mes se despejará la incógnita. El tándem González-Aguirre sigue muy poderoso y en la cúspide de todas las variables. ¿Habrá sorpresas? De repente, son tres nombres para dos sillones. Tres aspirantes para dos puestos. Algunos veteranos del partido aseguraban estos días que no. Que Rajoy ya tenía decidido desde Navidad los nombres de Madrid y Valencia, las dos plazas más peliagudas, en las que el sufrimiento del PP puede ser mayor. Y que la apuesta primigenia, la primera opción, sigue siendo la favorita. El caso es que uno sobra.