Todo buen periodista de búnkeres que se precie sabe que Talavera de la Reina pertenece a la provincia de Toledo. Allí, en el hotel Ébora, es donde se encuentra el búnker privado más grande de España desde 1982, un lugar que siempre ha llamado la atención por lo rocambolesco que resulta pensar en que se pueda llegar a necesitar. Sin embargo, desde que el 24 de febrero de 2022 el ejército ruso comenzase su invasión al territorio ucraniano, el miedo a un conflicto de dimensiones mundiales que desemboque en ataques nucleares ha estado cada vez más presente.
El último paso al borde del escenario más crítico tuvo lugar el 18 de noviembre, cuando Estados Unidos daba permiso a Ucrania para utilizar su armamento de largo alcance dentro del territorio ruso, lo que hizo reavivar el temor al desenlace nuclear. Se trata de una amenaza más real de lo que pueda parecer, según la asociación Arms Control, y es que Rusia es el país del mundo con mayor número de bombas atómicas, con más de 6.000 unidades.
Cuando comenzó a hablarse de bombardeos y armas químicas fueron muchos millonarios en todos el mundo los que comenzaron a interesarse por los refugios subterráneos y la construcción de búnkeres, construcciones que parecen más propias de las películas de guerra que de un país occidental en pleno 2024. También en España, donde los que se lo han podido permitir económicamente han contactado ya con los constructores que comercializan este tipo de instalaciones generalmente subterráneas.
Desde 1975, la referencia en búnkeres de hormigón ha sido siempre Antonio Alcahud, un ingeniero nuclear residente en Tarragona que ha levantado más de 400 en todo el país. Sus precios comienzan en poco menos de 50.000 euros, con los que se puede obtener uno de 50 metros cuadrados donde se podrían esconder hasta 25 personas durante 15 días. Los más importantes que ha llevado a cabo están al oeste de la ciudad de Madrid, en las lujosas urbanizaciones de Majadahonda y Las Rozas, una zona donde siempre crece la demanda en momentos de crisis bélica como la de Ucrania.
Precisamente, fue Antonio Alcahud el que construyó en 1982 el famoso búnker de Talavera de la Reina a petición del dueño del hotel Ébora, don Justino Pérez, quien deseaba disponer de un búnker en su finca familiar por temor a un ataque nuclear de los rusos. Según cuentan sus herederos —Pérez ya falleció— fue el ingeniero atómico el que lo convenció para construirlo en los sótanos del hotel, donde actualmente hay una capacidad de 400 personas.
De chapuzas a constructor de búnkeres gracias a la guerra
Una de las empresas que construyen estos refugios blindados que protegen de ataques aéreos es la de Francisco Márquez. Su proyecto de búnkeres nació al calor de esta guerra entre Rusia y Ucrania que ya va camino de cumplir tres años desde que las tropas de Putin entrasen en el territorio de Zelenski. Se trata de una curiosa historia, ya que él es un albañil de Huelva que llevaba toda la vida haciendo reformas de cocinas y baños y que en 2018 tuvo la idea de su vida: acordándose de su padre, que era constructor de pozos, decidió abrir un negocio de búnkeres de acero prefabricados que lleva por carretera a cualquier punto de España.
"En Underground Building S.L. realizamos este tipo de bunkers ya que no sabemos cuando puede comenzar una guerra núclear, para su construcción contamos con grandes profesionales", explica el constructor. "La escalada de tensiones entre las distintas naciones nucleares resulta algo difícil de negar hoy día, con nuevas amenazas provenientes de países que ya conocemos, ellos han logrado aumentar el nivel de alerta por una guerra núclear".
Los precios de Francisco oscilan entre los 30.000 euros y millón y medio. Los más pequeños son del tamaño de una habitación y los más amplios, del tamaño de una gran bodega donde se pueden albergar hasta 50 personas. En el momento en el que estalló la invasión comenzó a recibir unos 15 pedidos cada semana, según cuenta, un 50% más que solo unos días antes.
En la actualidad hay un arquitecto español que está triunfando en Estados Unidos y en medio mundo desarrollando proyectos de supervivencia extrema, entre ellos, búnkeres de lujo. Su nombre es Alfredo Muñoz, natural de Burgos, y es miembro del Instituto Estadounidense de Aeuronáutica y Astronáutica. Antonio y Javier aseguran que, como no es una vivienda, no es necesaria la firma de un arquitecto. Se entiende que un búnker tiene que estar enterrado, porque así se evita la radiación. La LOE no permite viviendas enterradas, por lo que hay que pedir muchos permisos para construir uno. Los búnkeres de 500 metros cuadrados, 2 o 3 millones de euros, pero llevan desde 2021 trabajando en uno low-cost que se construye e instala por 150 mil euros.
En realidad, el búnker más grande de España está junto a la base aérea militar de Torrejón de Ardoz, en Madrid, donde hay disponibles unos 10 mil metros cuadrados y una capacidad para alojar a 600 personas. También hay otro búnker en el Palacio de la Moncloa: Pedro Sánchez tiene a su disposición un búnker subterráneo de tres pisos y 7.500 metros cuadrados diseñado a prueba de bombas nucleares y ataques químicos. Dentro, pueden aguantar 200 personas durante varias semanas.
En España hemos visto que comienzan a anunciarse casas y construcciones. En Llucmajor (a 30 kilómetros de Palma de Mallorca) han puesto a la venta una antigua base militar con un búnker subterráneo de unos 2.000 metros cuadrados y 4 metros de altura. Su precio: 3,8 millones de euros. Y en Madrid, en la localidad de Fresnedillas de la Oliva (a 50 minutos del centro) ofrecen un búnker de granito de la Guerra Civil por 413.000 euros. Eso sí, se vende inseparablemente con una parcela de 3.000 metros cuadrados que incluye una casa de dos plantas, ocho habitaciones, y seis cuartos de baño.
En España no es muy habitual que haya hoteles con búnker, pero sí en Suiza. Hoy, de hecho, hay más de 300.000 refugios en casas, hospitales... y hasta colegios. Se debe a que allí la ley obliga, después de la crisis de los misiles cubanos, a que todos los edificios de nueva construcción tengan uno. La obligatoriedad llegó con la ley federal de 1971. Ahora hay aforo en búnkeres para el 114% de la población. Una de las que tiene plaza asegurada es Julia, una extremeña que vive en el país helvético desde los años 90.