“Ya era un ministerio débil, ahora tiene una cuarta parte de los recursos de antes”. Fuentes del Ministerio de Sanidad trabajan a contrarreloj para atajar la enfermedad del Covid-19, pero han sido señalados como los culpables de la polémica compra de 640.000 test rápidos de China para detectar el virus y que se ha revelado una estafa. El propio Pedro Sánchez anunció a bombo y platillo esa operación, clave para reducir los contagios en las residencias de mayores, que ahora representa una mancha más en su operativo anticrisis.
Para muchos funcionarios de Sanidad, el problema es que si antes eran pocos, ahora con la fragmentación de Igualdad, Consumo y Seguridad Social (los tres en manos de Podemos), su capacidad de acción es mínima. La descentralización de las competencias a las Comunidades Autónomas ya lo debilita con respecto a otros países europeos. Y a ello hay que añadir el desmembramiento a lo largo de los últimos años de gobierno de Sánchez.
“Primero fue el ministerio de Igualdad de Carmen Calvo, y ahora los de Podemos”, se quejan fuentes de la sede ministeriales de Paseo del Prado. “El presupuesto de este ministerio equivale al de un ayuntamiento”, ejemplifica un exalto cargo. “Antes se manejaban unos 480 millones de euros, con los cambio de Sánchez, les quedan unos 120 millones. Además, la crisis ha cogido al ministro con la estructura patas arribas”, agregan otras fuentes.
La página web del ministerio sigue sin actualizarse, y en las ruedas de prensa solo acude el epidemiólogo Fernando Simón. Es director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, un hombre respetado por sus compañeros de trabajo, pero también un experto que ha cometido muchos errores, entre otros el de reducir el impacto en España del contagio. Según fuentes del PSOE, "Simón no tiene la culpa", porque se limitó a seguir las órdenes de sus superiores políticos. Sobre todo eso habrá que esperar que pase la tormenta para aclarar las responsabilidades.
El mando único, otro error de Sánchez
El ministro Salvador Illa, que muchos aseguran que está “muy superado” por la crisis, ha evitado que hablasen otros altos cargos más allá de Simón. “¿Dónde está su director general? ¿Dónde está el secretario general de Sanidad?”, se quejan los que miran con sorpresa las actuaciones de Illa y su equipo.
Sánchez le dio el mando único en los primeros días del estado de alarma para centralizar todo el operativo, y tal vez sustraer a las Comunidades el protagonismo. Pero Illa no tiene el equipo ni los conocimientos adecuados. “Fue una decisión política, tal vez un acto de prepotencia o protagonismo de Sánchez”, reconocen el PSOE. Y un error. Porque las Comunidades han denunciado al Gobierno por su inacción y ahora el Ejecutivo ha reculado dejando libertad para que compren material sanitario por su cuenta. Mientras, se han perdido diez días cruciales.
La compra fracasada de los test rápidos de China se ha convertido en un símbolo del caos. Los técnicos de Illa apostaron por un fabricante chino que ofreció una “ganga” (así lo expresó la ministra de Exteriores). El proveedor español, que sigue anónimo, recibió del Estado el encargo, y fracasó. En Sanidad se excusan en que en España no hay capacidad de producción de los test rápidos, pero el debate sigue al rojo vivo porque hay al menos dos laboratorios que sí ofrecieron su servicio.
Protagonismo e ideología
“Sánchez tardó en hablar con Pekín y por razones ideológicas no se apoyó en el sector privado, que tiene en el terreno a gente preparada que sabe cómo adquirir material. Se entregó a unos funcionarios que llevan 20 años sin hacer compras internacionales. El resultado está a la vista de todos”, comentan fuentes que han trabajado para tejer una red rápida con el país oriental y sus embajadas. Grandes empresas dieron su disponibilidad, pero Sánchez no movió ficha. La frustración es elevada. “Ha sido un ridículo internacional”, zanjan.
Dos de cada diez infectados en esta crisis en España son personal sanitario. Son cifras únicas en el mundo. Las imágenes de enfermeros sin mascarillas y cubriéndose con bolsas de basura han dado la vuelta al mundo. En los medios italianos, donde más se está viviendo esta crisis, observan con sorpresa a esa escasez de material.
Ministros elegidos por razones políticas
El propio perfil de Illa al mando de Sanidad se ha cuestionado. El ministro no tiene ninguna experiencia en el ámbito médico o sanitario. Es licenciado en filosofía, y entró en el Gobierno como cuota PSC, en un esquema de repartición de tarea realizada más por un encaje de bolillos políticos que por la habilidad de sus ministros. La entrega de Consumo a Alberto Garzón y Servicio Social a Iglesias se baso en los mismos criterios.
Así que en el cuartel general de la lucha contra el coronavirus, muchos funcionarios ahora trabajan para áreas como Consumo, que todavía no ha tomado iniciativa relevante, y Seguridad Social de Iglesias. En este caso, el vicepresidente social tiene competencia en asistencia a los sin techo y las residencia de mayores. Las residencias son uno de los principales focos de contagio, pero en el sector nadie sabe si responden a la autoridad regional o estatal. La UME, por ejemplo, solo se limita a desinfectar las zonas aledañas a las residencia, sin entrar en ellas. Caos más caos.
Las víctimas, mientras tanto, aumentan cada día. Ya son más de 5.000 personas, con un índice de crecimiento preocupante. El Gobierno insiste en mirar (y ofrecer una lectura) de vaso medio vacío. Otros departamentos, como Hacienda (hay más) han acudido en ayuda a Sanidad. “El troceamiento de Sanidad en cuatro ministerios ha hundido una estructura ya débil, fue un gran error”, sentencian quienes ven de cerca el trabajo de Illa. El Gobierno lo sabe pero considera que la crisis sanitaria se olvidará y se centra en la recuperación económica. Cree que ahí se va a jugar su permanencia en el poder.