El independentismo catalán es en estos momentos el principal foco de la desinformación que se registra en España, según ha señalado este martes el director del Departamento de Seguridad Nacional, Miguel Ángel Ballesteros.
El general, nombrado en su actual cargo por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha afirmado que en torno al llamado procés hay una "campaña tremenda de desinformación sistémica" y que la "cola" de esa campaña sí ha "tocado algo" a las elecciones del pasado 10 de noviembre.
Sin embargo, ha señalado que, en líneas generales, en las tres convocatorias electorales de 2019 la desinformación ha sido "mínima". Según ha dicho, ha habido cosas concretas, como "que alguien publique en Facebook que el presidente se va a abstener", u otras iniciativas en las que se detecta a quién beneficia o quién las paga --hubo una iniciativa que pedía la abstención de la izquierda y otra que pedía el voto para Íñigo Errejón--, pero no campañas.
El Departamento de Seguridad Nacional, que analiza todos los casos de noticias falsas que le remiten las distintas instancias del Gobierno, ha elaborado un informe sobre desinformación para cada una de las tres convocatorias electorales de 2019. Los informes, que no son públicos, no han detectado un aumento particular de la desinformación.
Ballesteros ha participado este miércoles en la presentación del libro #Desinformación. Poder y manipulación en la era digital, coordinado por Manuel R. Torres Soriano, profesor de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide y editado por Comares y el Instituto de Seguridad y Cultura.
A preguntas de público y periodistas, ha apuntado que la próxima Estrategia de Seguridad Nacional, que deberá aprobarse en 2022, tendrá que "repasar" el papel de la desinformación, que deberá tener un papel relevante.
Polarizar la sociedad debilita al Estado
Eso sí, ha señalado que la actual Estrategia, que data de 2017, identifica entre los "potenciadores de las transformaciones la polarización de la sociedad" que se está viendo en toda Europa y también en España. "Se está viendo polarización política, económica, y es una forma de debilitar a los Estados, de crear problemas y de evitar que haya un proyecto común que aglutine a la población", ha ilustrado.
El libro incluye diversos capítulos sobre "Cómo el terrorismo yihadista utiliza la desinformación" o "Al Andalus o la manipulación de la historia" pero dedica buena parte a la actividad de Rusia contra "Occidente" y contra la UE, así como al papel de la desinformación procedente de territorio ruso en "la crisis de la independencia catalana".
No obstante, Ballesteros ha evitado responder a preguntas sobre si en el caso catalán hay indicios de connivencia entre el independentismo y los actores rusos que generaron 'fake news' y se ha remitido a lo que se relata en el libro, que es "bastante realista".
Además, ha advertido de que con la desinformación es muy difícil atribuir la responsabilidad y también calibrar sus efectos. Es lo que ocurrió con la supuesta trama rusa en torno a las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016: ni se ha podido probar connivencia con la campaña de Donald Trump ni se ha demostrado que cambiase el resultado electoral.
"Rusia es coherente, mantiene una estrategia de manera sostenida desde hace décadas; lo que ha cambiado es que, desde hace unos años, sus operaciones de influencia son más agresivas y tiene una mayor tolerancia al riesgo", ha señalado, por su parte, el profesor Torres. En cuanto a China, ha apuntado que también produce desinformación, pero destinada a su ámbito regional.
Lo más complicado es la "subinformación"
El general Ballesteros ha datado el inicio del actual concepto de desinformación en torno a 2013 o 2014 --la desinformación ha existido siempre, pero no su amplificación por las nuevas tecnologías--. También ha advertido de que lo más importante no son las llamadas 'fake news' o noticias falsas, que pueden desmontarse fácilmente salvo en casos de gran sofisticación, sino la "subinformación": los casos en que, a partir de un hecho cierto, se exageran unos aspectos y se ocultan otros para sesgar la información e ir generando lo que se conoce como "postverdad".
Según ha explicado, la fuerza actual de la desinformación radica en que las redes sociales permiten hacer una "propaganda participativa", en que "evita la disonancia", puesto que generalmente se comparte entre grupos afines, y en que el mensaje persiste.
En este contexto, Ballesteros y Torres han hecho un llamamiento a la responsabilidad de los medios comunicación como actores de referencia para facilitar información contrastada. Y eso que, como ha señalado el coordinador del libro, su papel se ha visto debilitado en los años de crisis y con frecuencia son blanco de los ataques de la desinformación.
Torres cree que, además de contar con medios tecnológicos para detectar la desinformación, será necesario empezar a tomar medidas legislativas, no para eliminar por completo las 'fake news', que será imposible, pero sí para "proteger de manera razonable a la sociedad".