Rusia y Ucrania viven en estos momentos una cruenta guerra, pero las miradas internacionales observan con atención hacia Taiwán, lugar donde podría estallar un conflicto con China como potencia invasora. La inteligencia estadounidense lleva meses advirtiendo que Xi Jinping quiere acabar con la autonomía de la isla. La prueba definitiva la hemos tenido esta semana, cuando el Ministro de exteriores chino, Wu Qian, aseguró el pasado viernes que "no dudarán en iniciar una guerra" en caso de que fuese necesario.
En esta guerra, China tendría enfrente a Estados Unidos, que mantiene una posición de ambigüedad absoluta: la administración Biden no apoya la independencia de Taiwán pero respondería militarmente si se produjese una invasión armada de la isla. De hecho, EEUU ha vendido armas en varias ocasiones a Taipei con la intención de que puedan responder ante una invasión, lo cual es incongruente con no reconocer la independencia de la isla respecto a China.
Esa incongruencia busca precisamente que las cosas no cambien: un apoyo total a Taiwán haría que su Gobierno se envalentonase y declarase la independencia total, mientras que la mera presencia de soldados americanos en la zona hace que China no vea tan claro lanzar un ataque. Una equidistancia estadounidense que desde Beijing se ve con malos ojos: el envío de paquetes armamentísticos no ha gustado al Ejecutivo de Xi Jinping, que considera, en palabras de su presidente, que "vulnera las relaciones, así como la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán".
Por este motivo, en el Diálogo Shangri-La, el foro de seguridad más importante del año en Asia, se han sentado los ministros de exteriores de Estados Unidos y China. El objetivo, calmar las aguas y evitar una escalada de las tensiones que acabe produciendo un conflicto bélico que involucre a las dos principales potencias económicas del planeta. Las conversaciones, según han podido asegurar los gobiernos de ambos países, han sido positivas, pero no sirve para eliminar del todo la tensión que existe en la costa china.
La situación de Taiwán, desde siempre, ha sido un quebradero de cabeza para los países del enclave Asia-Pacífico. Los taiwaneses tienen un gobierno democrático independiente, moneda, constitución y pasaporte propios, además de una autonomía absoluta en cuanto a políticas económicas. Pese a todo esto, como bien contaba Pedro Pablo Valero en Vozpópuli, se trata de un país que nunca existió: perteneció a China, después a Japón y ahora, aunque se proclama un estado soberano, tan solo es reconocido por una veintena de países, la mayoría de ellos sin influencia geopolítica: el único país de Europa que lo hace es El Vaticano.
Además, la población taiwanesa apoya de manera mayoritaria la independencia de la isla, ya que en las últimas elecciones, celebradas en 2020, Tsai Ing-wen, que apuesta por un Taiwán independiente, barrió a su rival pro-chino, Han Kuo-yu. Logró el 57% de los votos.
Ahora bien, ¿por qué tanto interés de China por Taiwán? Los principales motivos son dos: económico y territorial. Pese a que el gigante asiático posee muchos kilómetros de costa, esta está flanqueada por islas que no pertenecen a su territorio. Japón y Filipinas poseen tierras que alteran las rutas de sus barcos. Una de esas islas, la más grande de todas ellas, es Taiwán. Su adhesión a China permitiría que los barcos continentales pudiesen acceder al Pacífico sin tener que "pagar peajes" o llegar a acuerdos con sus vecinos.
Una guerra en Taiwán podría dejar sin semiconductores a Europa
Por otro lado, Taiwán se ha convertido en un enclave fundamental para las grandes empresas tecnológicas orientales (Alibaba) y occidentales (Apple o Google). La isla produce más de la mitad de los semiconductores que se fabrican en el mundo, unos microchips fundamentales para casi cualquier aparato tecnológico. La escasez de este producto tras la pandemia ha generado una gran crisis económica en diversos sectores: los periodos de entrega en el sector de la automoción se han retrasado hasta fechas récord o empresas como Playstation aún sufren problemas de stock. Controlar Taiwán implica tener poder sobre un producto imprescindible para el desarrollo de tecnología.
Precisamente por esto último, para la Unión Europea es fundamental que Taiwán viva en paz. Nuestro continente solo produce un 10% de los semiconductores y aunque el objetivo es llegar al 20% en 2030, el dominio mundial seguirá en manos de los taiwaneses. Precisamente con la principal empresa del país es con quien se está negociando la apertura de una fábrica de microchips: la UE valora a TSMC como principal socia colaboradora para levantar una planta de producción que permita la autosuficiencia europea.
Una invasión de China a Taiwán, si se prolonga en el tiempo como está sucediendo en Ucrania, tendría consecuencias catastróficas para la economía mundial y dejaría en una posición muy vulnerable a la Unión Europea y Estados Unidos. La paralización de la economía haría que sucediese con los semiconductores lo mismo que está pasando con el grano ucraniano: un desabastecimiento casi total, mucho mayor del que ya existe.
Si esto sucediese, las fábricas de coches en Europa tendrían serios problemas para producir sus vehículos: un coche actual necesita entre 5.000 y 8.000 semiconductores. El sector de la automoción, clave para el desarrollo industrial europeo, tendría serios problemas para prosperar. La escasez de este producto tras la pandemia ya ha traído serios dolores de cabeza a los fabricantes, que en algunos casos dan un año de espera a sus clientes para poder disfrutar su vehículo. Con una guerra, sería la hecatombe.
En España, más de un 10% de la economía depende de la automoción, con 650.000 empleos directos y casi 2 millones indirectos. La toma por vías bélicas de Taiwán por parte de China produciría, con total seguridad, un profundo problema económico en nuestro país y la pérdida de muchos puestos de trabajo. Las empresas tecnológicas de nuestro país también sufrirían un serio varapalo, además de aquellas empresas dedicadas a la comercialización de este tipo de productos.
El escenario ideal es que no hubiese un enfrentamiento bélico y todo quedase resuelto por la vía diplomática, aunque no hay garantías de que esto termine sucediendo. La solución intermedia es que el conflicto se retrase en el tiempo: TSMC ya tiene un acuerdo con Estados Unidos para levantar una fábrica de microchips y está en negociaciones con Japón y la Unión Europea para hacer lo propio.
Un país exportador con España
Las relaciones entre España y Taiwán son, según el ICEX, excelentes. De hecho, cada vez lo son más, ya que en 2021 las exportaciones españolas crecieron un 10% respecto a 2020, con una reducción del 2,5% durante el primer trimestre de este año. Se trata de cifras inferiores a las que trabaja nuestro país con Asia, donde el envío de productos sufrió un crecimiento del 14%.
En cuanto a importaciones, es donde el país asiático cobra protagonismo: el crecimiento el pasado año fue del 39% y ha seguido creciendo en 2022 (47%). Es decir, que en caso de conflicto bélico, España perdería a un socio por el que está apostando en los últimos años.
camposgoticos
Recuerdo un publirreportaje :El 80% del trafico de mercancías mundial esta concentrado en las costas Chinas. Si existe una remota posibilidad (Pero verdaderamente existe) de invasión de Taiwán me temo que seria el comienzo de una 3ª Guerra Mundial (No la del Papa gaucho).Con ella nacería la decadencia total de Occidente y seria Oriente el corazon de la Tierra .Has aquí.
Urente
"empresas como Playstation" Un poco de rigor, por favor. Playstation es una marca propiedad de Sony.