Apenas hora y media antes de cumplirse el plazo legal, el premier Benjamin “Bibi” Netanyahu alcanzó un acuerdo con cuatro partidos políticos, cuya suma le permite formar un gobierno con una mayoría de 61 diputados sobre 120. El anuncio deberá hacerlo este miércoles antes de medianoche al presidente de la nación, Reuven Riblin.
La coalición tenía hasta el miércoles a primera hora 53 parlamentarios, y Netanyahu debió aceptar la exigencia de Naftalí Benet, líder del partido Habait Haieudí (Hogar Judío), que exigía el ministerio de Justicia para ingresar al gobierno con sus ocho escaños. Si no hubieran llegado a un acuerdo, el Presidente Riblin podría ofrecer al dirigente laborista “Bugi” Hertzog (social-demócrata) –quien logró 24 bancas- la oportunidad de formar él una coalición. Para evitarlo, Netanyahu accedió a que Ayelet Shaked, una ingeniera de alta tecnología, asuma la titularidad en Justicia.
Es posible asimismo que Benet sea nombrado ministro de Relaciones Exteriores, en lugar de Avigdor Liberman, líder del partido Israel Beiteinu (Israel Nuestro Hogar), quien anunció que sus siete diputados no integrarán la nueva coalición oficial.
Los 61 parlamentarios se alcanzaron sumando los 30 obtenidos por el Likud de Netanyahu (nacionalista de centro derecha), 10 de Kulanu (Todos) del ex ministro Moshé Kajlón (centrista, promotor de políticas sociales), 6 de Iahadut Hatorá (Judaísmo de la Biblia, ultra-religiosos de origen ashkenasí y 7 de Shas (religiosos de origen sefaradí). Estos últimos –sefaradíes- se consideran descendientes de los judíos expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos.
Si bien la mayoría es mínima, ello no significa que el gobierno no cumpla con los cuatro años que marca la ley. Los partidos religiosos aspiran fundamentalmente al apoyo estatal a sus yeshivot (centros de estudios religiosos) y a la exención a sus alumnos de cumplir el servicio militar (hecho que provoca un fuerte rechazo en el resto de la sociedad). El centrista Kajlón logró el ministerio de Economía, que era su aspiración anunciada en la campaña electoral. Y el último en incorporarse, Benet, obtuvo finalmente los cargos que pretendía para su grupo.
El gobierno que emerge de estas elecciones es en definitiva de tono nacionalista, con un fuerte acento religioso, que acepta la idea de un estado palestino siempre y cuando las fronteras de Israel se modifiquen tomando en cuenta factores de seguridad. En este aspecto, y más allá de las declaraciones, el punto clave no es Jerusalén –cuya zona árabe no le interesa realmente a Israel- sino los principales poblados hebreos en Cisjordania, y el estratégico valle del río Jordán, que marca la frontera con el reino hachemita.