La caída del régimen de Al Asad y la llegada al poder de los grupos islamistas marca el fin de una época en Siria y el inicio de otra todavía incierta. Este hecho plantea aún más dudas para las minorías religiosas y étnicas del país, especialmente para las comunidades cristianas. Esperanza, tensión o miedo son algunos de los calificativos que utilizan las fuentes consultadas por este periódico.
“La situación es de calma tensa, es lo que nos han trasladado”, declara José María Gallardo, director nacional de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). Desde la Fundación Pontificia están en contacto con las comunidades cristianas de Siria y uno de ellos es Enrique González, un sacerdote argentino del Instituto del Verbo Encarnado.
Él lleva cinco años destinado en Alepo en una misión que describe como “intensa” y “particularmente variada”, haciendo referencia a la guerra, el coronavirus, el terremoto y el reciente cambio de fuerzas en el poder. González asegura que nadie esperaba que pudiera pasar: “Todo cayó como un castillo de naipes y en diez días tomaron el país”.
Alejandro León, Salesiano Misionero, corrobora ese mismo sentimiento. Él vivió durante cinco años en Siria —desde 2011 hasta 2016— y ha dirigido las misiones Salesianas en Oriente Medio hasta el pasado mes de julio, además, está en “contacto frecuente” con los sacerdotes de Siria
“El punto es que se acaba un régimen, ¿pero el que viene será un poco mejor o podrá empeorar la situación?”, comparte León. Relata que los sirios llevan mucho tiempo esperando un futuro mejor y, ahora que ha llegado ese “después”, nadie sabe en qué resultará. Por eso, Alejandro León describe que los cristianos viven estos momentos “con un poco de esperanza, pero también con mucho miedo”. Sobre ese miedo, Alejandro León cuenta que las razones “son mucho más concretas y evidentes”.
“De repente llega una esperanza”
Sin embargo, todos ellos destacan varios elementos “inesperados” que invitan al optimismo. Después de haber soportado “muchos años de guerra, pobreza e incertidumbre”, la primera reacción de los cristianos ante el avance de los rebeldes y grupos islamistas “fue refugiarse”, tal y como cuenta José María Gallardo. “Los fantasmas de la guerra parecía que volvían a aparecer”, afirma. Sin embargo, la situación es diferente a lo que parecía en un inicio: “De repente llega una esperanza”.
Los dos misioneros cuentan que, “gracias a Dios”, el avance de los rebeldes y grupos islamistas no empleó “una exagerada agresividad”. “Podría haber sido de un modo más cruel”, declara Enrique González. Esta circunstancia y la caída del “dictador” Al Asad, explica Alejandro León, es lo que genera “un poquito de alegría”.
“Están dando pasos que no los hemos visto en otras circunstancias y que son positivos”, declara el González. Otro de los aspectos que destaca el sacerdote es la eliminación del servicio militar obligatorio —de nueve años—, tal y como han notificado los obispos tras reunirse con los “jefes de la nueva dirigencia”.
Esto es importante, ya que la medida provocaba que “muchísimos jóvenes, sobre todo cristianos, dejaran el país” ante la imposibilidad de desarrollar un proyecto personal. “Muchos llegaron a los 30 años sin poder armar un matrimonio o llevar adelante su vida, eso era terrorífico”, relata González.
Otros de los “indicios de esperanza” son la devolución de las escuelas católicas que el gobierno sirio confiscó durante la segunda mitad del siglo XX y el mensaje transmitido por el nuevo gobierno para respetar a las minorías. Es consciente de que la situación puede cambiar, pero “por el momento han dado mucha tranquilidad a la gente”. “Son indicios, todavía hay incertidumbre, pero no hay nada de lo que se temía”, comparte.