Para todos los que este año buscan alejarse de la fiesta de don Carnal y doña Cuaresma, hemos seleccionado cuatro lugares perfectos donde no llegarán ni siquiera los ecos del carnaval. Bien resguardados de la fiesta que comienza en unos días, son el escondite ideal para disfrutar de uno mismo en un entorno sin desperdicio.
Alentejo (Portugal)
Aunque una parte de esta región se encuentra muy cerca del bullicio de Lisboa, da la sensación de estar a miles de kilómetros de la dinámica capital portuguesa. Y esa idea de lejanía y desconexión con el mundo es parte del encanto de la región del centro y sur del país vecino. Dehesas llenas de alcornoques y olivos, playas salvajes con varios kilómetros de extensión donde perderse por completo y pequeñas colinas que rompen de vez en cuando la planicie forman parte de este rincón que significa literalmente “más allá del Tajo”.
Un pequeño paraíso para los amantes de la tranquilidad, los lugares auténticos y también la historia (no podéis perderos Évora y Elvas —ambas Patrimonio de la Unesco—, las antiguas juderías de municipios como Castelo de Vide o las localidades de Santarém, Portalegre y Beja). ¿Lo mejor de este destino? Que no son muchos los que conocen sus secretos, por lo que ofrece cientos de posibilidades para descubrir por uno mismo el lugar. Un último apunte: obligado probar alguno de sus muchos vinos, que dicen que son de primera.
Selva Negra (Alemania)
Otro destino espectacular que en estas fechas puede disfrutarse sin aglomeraciones de turistas es la Selva Negra. Se trata de una gran zona verde que se sitúa al sur de la ciudad alemana de Baden-Baden y al norte de la de Friburgo. Aquí podréis hartaros de naturaleza y aún así, querer seguir viendo más, porque una de las virtudes de la Selva Negra es que cada valle, cada bosque y cada lago es diferente del anterior. Pero además, en este espacio de cuento encontraréis un largo listado de pueblos que os parecerán sacados de una postal: casas con entramados de madera, suelos empedrados, pequeñas plazas... Hasta escenarios de película como Gengenbach, donde Tim Burton rodó Charlie y la fábrica de chocolate. Toda una experiencia.
Costa Amalfitana (Italia)
Desconectar de todo y de todos es una tarea muy sencilla en lugares como este, con mucho de mágico. La carretera que recorre la costa de Italia desde Salerno a Positano pasando por Amalfi y Ravello es un enorme balcón al mar Tirreno que impresiona incluso a los que han viajado mucho. Tanto que muchos de los que conocen la zona no dudan en repetir.
Una de las razones son las pequeñas poblaciones que encontraréis en el camino, en las que no hay que perder detalle. De hecho, todos los municipios que integran la costa fueron declarados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco hace ya casi 20 años. Y a pesar de que a veces la buena fama en ocasiones defrauda, en este caso todo lo bueno que hayáis oído sobre la costa amalfitana no tendrá nada de exagerado. El único inconveniente suele ser la cantidad de turistas que puedes encontrarte un día cualquiera de agosto, pero en estas fechas no tendréis ese problema. Palabra de que no os decepcionará.
Isla de Saaremaa (Estonia)
Para muchos españoles es una gran desconocida, pero una visita basta para descubrir que Estonia esconde sorpresas alucinantes. Es uno de los países de Europa del Este que más cuida sus zonas verdes (algo más del 10% del país son zonas protegidas medioambientalemente), y por eso merece la pena conocer parques naturales como el de Lahemaa, de los más grandes de Europa. Pero si buscáis algo realmente diferente donde olvidaros de todo para vivir una experiencia nueva, la isla de Saaeremaa es una muy buena opción. Encontraréis pequeñas localidades apenas habitadas, antiguos molinos, cráteres formados por el impacto de meteoritos hace miles de años, el castillo de Kuressaare... Todo en una isla prácticamente sin coches donde disfrutaréis de una tranquilidad difícil de encontrar.