Destinos

Llegó el momento de hartarse a castañas

Por fin llegó el momento de recogerlas de entre las hojas en un agradable paseo otoñal y después comerlas crudas, asadas o en deliciosas sopas y suculentos postres. Y ya de paso, de disfrutar de una de las escenas más bellas que nos regala esta época: la explosión de color de nuestros castañares, con los árboles encendidos en rojos y ocres. Éstas son cuatro excursiones en busca de este fruto seco que, por cierto, tiene propiedades ideales para combatir la melancolía.

  • Sendero en El Castañar de El Tiemblo, en Ávila (Flickr | es.topsportholidays.com - imagen con licencia CC BY-SA 2.0)

El Tiemblo (Ávila)

A menos de una hora de Madrid, la Reserva Natural del Valle de las Iruelas esconde uno de los más bellos bosques de la Península, famoso por el contraste cromático de los castaños con los sotos de robles, acebos y pinos de la zona. Un escenario bucólico y plagado de senderos cubiertos de hojas secas, erizos y castañas, que discurren entre ejemplares colosales, algunos únicos en su especie.

Por ejemplo, el famoso Abuelo, el soberano de la ruta, un castaño monumental de más de 500 años, con 19 metros de altura y 16 de diámetro. Su tronco, totalmente hueco, ofrece una imagen fantasmagórica pero llena de vida, puesto que siempre rebrota en primavera. Cuentan los lugareños que en su interior, hace muchos años, se resguardaban de la lluvia rebaños de cabras. Hoy es el hito indiscutible de esta excursión entre castañas.

Fraga de Catasós (Pontevedra)

Lo encontramos a las afueras de la villa de Lalín, a medio camino entre Santiago y Orense. Alfombrado de hojarasca, este pequeño bosque mixto declarado Monumento Natural alberga sin embargo algunos de los castaños más altos del continente europeo, que pueden alcanzar los30 metros y que han sido, por ello, objeto de análisis científicos.

Castaños cuya madera ha servido para fabricar los pazos de la zona, como aquel que se encuentra en el mismo sendero y que inspiró a Emilia Pardo Bazán su novela de Los pazos de Ulloa. Su fruto, esas castañas tan nutritivas para los meses de invierno, se encuentran desperdigadas por el suelo entre la masa boscosa.

Castañar Montánchez (Cáceres)

Es fácil recolectar castañas en este bosque extremeño, así como otros tesoros comestibles como moras, setas y espárragos. Pero es, sobre todo, una experiencia fantástica -y nunca mejor dicho- la de adentrarse en este corto sendero que parte de la plaza de toros de la localidad cacereña para transportar, de pronto, a unos parajes de cuento pintados con amarillos, pardos y rojos sobre un manto mullido de hojas y musgo.

La ruta es fácil y rápida -apenas dos kilómetros- por lo que es perfecta para hacer en familia y, si quedan fuerzas, emprender otro camino, el llamado De donde nace, que conduce al nacimiento del Arroyo de los Molinos a lo largo de ocho kilómetros.

Castañar de la Sierra de Aracena (Huelva)

Simbólico paisaje de la provincia onubense, este castañar que forma parte del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, crece hoy campante gracias a sus suelos ricos en hierro y magnesio, pese a haber sido introducido entre los siglos XV y XVI.

Hoy es ya uno de los rasgos distintivos de esta sierra y de sus gentes, hasta el punto de que la castaña forma parte del nombre de algunas poblaciones e incluso aparece en heráldicas municipales. Dado que es un fruto muy apreciado por los habitantes del lugar (ese potaje de castañas propio de la zona…) es fácil por esta época encontrar cuadrillas de recolectores o ‘apañaores’, en busca de este pequeño manjar que tiene distintas variedades y un sinfín de posibilidades.

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