A muchos les han sorprendido dos cosas de las elecciones vascas. Una es que durante la campaña apenas se hablase del terrorismo de ETA y del famoso relato que debe escribirse sobre lo que ocurrió. Otra es que la coalición Bildu, que engloba a la antigua Batasuna y preside Arnaldo Otegi, haya igualada sus mejores resultados históricos. Ambas cosas guardan relación. Y ambas pueden comprenderse mucho mejor asomándose a la serie ETA, el final del silencio, obra de Jon Sistiaga y disponible en Movistar.
Los comicios vascos del pasado fin de semana se celebraron, carambolas del destino, en el 23º aniversario de uno de los crímenes más execrables de la banda terrorista que, además, provocó una reacción ciudadana hasta entonces inexistente en la sociedad vasca, que por fin salió a la calle en masa para clamar contra el terror. Me refiero, claro está, al secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, joven concejal del PP en Ermua.
Tal y como ha explicado en este diario el columnista Luis Algorri en un par de magistrales artículos dedicados a la serie, uno de los capítulos de ETA, el final del silencio se centra en este atentado. Impacta y hasta estremece comprobar algo que ya intuíamos: las generaciones menos antiguas, esas que han vivido sin atentados de la banda, ni siquiera saben quién es Miguel Ángel Blanco. Les pasa a los jóvenes vascos y también a los del resto de España. No es que lo hayan olvidado, sino que ocurre que nadie se lo ha contado.
Lo mejor de la serie de Sistiaga es que no juzga. O que juzga poco, porque sobre toco cuenta. Narra la realidad de los hechos y los analiza desde múltiples perspectivas. Quienes verdaderamente juzgan mediante sus opiniones son los participantes.
Lo mejor de la serie documental de Sistiaga es que no juzga. O que juzga poco, porque sobre toco cuenta. Narra la realidad de los hechos y los analiza desde múltiples perspectivas. Quienes verdaderamente juzgan mediante sus opiniones son los participantes. Aunque tenga su punto de vista particular, el periodista vasco ha conseguido un sinfín de variopintos testimonios que componen un mosaico bastante fiel a los diferentes sentimientos que conviven en el País Vasco. Todo, o casi todo, incluidos esos resultados electorales que tanto asombran fuera de Euskadi, se entiende mejor viendo la serie.
La factura técnica es exquisita, con una fotografía y unos planos para el recuerdo. El enfoque de cada una de las piezas del puzzle es original. El trabajo de documentación es simplemente perfecto. Faltarán cosas, por supuesto, pero no sobra ninguna de las que se cuenta. Tanto la narración de Sistiaga como el conjunto de opiniones expuestas derrotan no pocos tópicos y tesis interesadas sobre la historia de ETA y sus demoledoras consecuencias sociológicas.
Todos los capítulos de ETA, el final del silencio tendrían que ponerse en las aulas de todos los colegios. Del País Vasco y del resto de España
Hablo de esta serie porque es el momento propicio, tanto por las elecciones citadas como porque el resto del menú televisivo es bastante deprimente. Es el verano una época propicia para las recomendaciones. Porque tenemos más tiempo que nunca para consumir libros o televisión (aunque este año, con el confinamiento, eso es discutible). Quienes tengan ganas de entretenerse y aprender a partes iguales, tienen una gran oportunidad con esta serie. Aquellos que me hagan caso, me lo agradecerán.
Todos los capítulos de ETA, el final del silencio tendrían que ponerse en las aulas de todos los colegios. Del País Vasco y del resto de España. Para que nadie se despiste cuando le cuenten qué pasó. Para entender qué está ocurriendo ahora mismo en Euskadi, sea en las elecciones o en el día a día. Y para, además, combatir esa amnesia colectiva.