Fue el lunes cuando lo escuché. Era entonces el penúltimo día del 2024, aunque este detalle apenas importe. Porque nadie nos prometió que las cosas cambiarían en cuestión de horas por el simple hecho de colocar un cinco en un número de cuatro cifras que sólo cobra protagonismo en los calendarios y en la Historia. Porque un nuevo comienzo no supone un final. Porque hay dramas que siguen navegando a la deriva sea el año que sea.
Confieso que la frase pasó veloz, como el tren que no se detiene en una estación, pero yo de alguna forma la retuve y quedó durante un rato colgando en el aire cálido de mi coche. La pronunció Fernando Clavijo, presidente de Canarias, en una entrevista radiofónica. Y no me refiero a esa que han recogido periódicos e informativos en la que acusó a Gobierno central y Partido Popular de ser cómplices de una crisis migratoria sin precedentes. Me refiero a otra que pasó quizá desapercibida para muchos y que a mí -sin embargo- me resultó terriblemente cruda. Le preguntó el periodista de la emisora si las Islas tienen la capacidad suficiente para atender a todas las personas que están llegando hasta allí en patera y su respuesta fue la siguiente: “No la hay. Depende, si estamos hablando de almacenar niños y niñas y si estamos hablando de dejar a gente descampados, pues probablemente espacio hay para que haya gente. Si estamos hablando de atender a las personas que llegan velando por sus derechos (…) no hay capacidad y no estamos pudiendo hacerlo”.
Almacenando niños -con toda la carga que conlleva la palabra almacenar- y peleándose por su reparto entre comunidades. Como si los chavales fueran pura mercancía. Como si fueran frutas y verduras que el vendedor guarda en diferentes cajas en un cobertizo a la espera de sacarlas a tienda. Estamos hablando de menores, por Dios. Chicos y chicas que tocan tierra después de una travesía que jamás imaginaremos desde esta orilla y que ellos nunca olvidarán y que son depositados directamente en centros canarios desbordados, al límite, con capacidad para dos mil niños y que acogen ya a más de cinco mil ochocientos. “Nunca en los últimos treinta años desde que llegó la primera patera a Canarias había ocurrido una situación como esta”, lamentó Clavijo. Un récord insostenible y un acuerdo entre partidos que no llega.
No entiendo de políticas, sólo de seres humanos que requieren de ayuda, que tienen derecho a una oportunidad y cuyo único delito es haber nacido en países sin recursos, en lugares en guerra
En total, cuarenta y seis mil migrantes alcanzaron las costas canarias en ese otro tiempo que es pasado, pero que continúa muy presente y que fue ya el 2024. Sólo en la última semana del año llegaron cerca de dos mil en una treintena de embarcaciones, por llamarlas de alguna forma, o de “cayucos fúnebres” si tenemos en cuenta que con dos fallecidos arribó la primera barcaza del 2025. Qué les dices de fechas y de fiestas especiales a todas esas personas. Qué les dices cuándo para ellas la vida es pura supervivencia y no hay espacio si quiera en su interior para otra cosa que no sea el oxígeno que atrapan a duras penas con cada bocanada. Urge una respuesta desde hace ya demasiado tiempo. No sé si es difícil o tan fácil que hasta resulta más complicado que unos y otros se pongan de acuerdo y pasen de las acusaciones a las soluciones. No lo sé. No entiendo de políticas, sólo de seres humanos que requieren de ayuda, que tienen derecho a una oportunidad y cuyo único delito es haber nacido en países sin recursos, en lugares en guerra.
Ellos no han tenido una Navidad que llegará solo cuando reciban el trato que merecen. Porque una noche-vieja no para todos supone un día-nuevo. Mientras el 31 de diciembre dos personas desnudas se abrazaban bajo las mantas en una habitación a oscuras y aisladas del mundo o una mujer apuraba un vino a solas mirando las uvas y haciendo balance de las horas perdidas, o un anciano lloraba tal vez en silencio por las soledades que no se irán con el 2025… mientras todo eso ocurría, decenas de personas con la mirada triste observaban los fuegos de artificio que anunciaban el cambio de año desde una embarcación sostenida por palillos y oliendo a salitre y a muerte. Porque morir y vivir puede ser para ellas lo mismo, “exactamente igual -como escribiera Van Gogh- que para la hierba y las florecillas el hecho de germinar y marchitarse”.
cnasciturus
04/01/2025 11:35
Te pasaste de buenismo para narrarnos una mentira [digo narrarnos, tú ya me entiendes]