Muchas veces he escuchado la frase de que “el dinero es cobarde”, pero siempre he pensado que con ella se hacía referencia al temor de las grandes fortunas, la gente rica, los grandes inversores, a correr riesgos con su pasta; jamás, la verdad, llegué a imaginar que sería yo quien un día viviera esa situación, quien llegara a sentir miedo. En primer lugar, porque los pocos ahorros acumulados a lo largo de mi vida laboral no merecían una atención especial y, en segundo, porque siempre di por sentado que vivíamos en un país con plena seguridad jurídica, o al menos eso pensaba, donde nadie tenía que temer por el producto de su esfuerzo.
Ha sido un proceso lento, que ha ido madurando con el paso de los meses y que ha terminado por cristalizar en la toma de una decisión triste y dolorosa en vista del empecinamiento de nuestros dirigentes, a los que parece no importar sacar a Cataluña de la Unión Europea y del euro, y lo que es peor, romper los lazos emocionales existentes entre familiares y amigos. Nada que les haga entrar en razón parece importarles. Mi alarma ha crecido hasta hacerse insoportable cuando he empezado a oír hablar de “corralito” con los depósitos en caso de que estos señores lleven adelante su aventura.
Nada que les haga entrar en razón parece importarles. Mi alarma ha crecido hasta hacerse insoportable cuando he empezado a oír hablar de “corralito”
De modo que hace unos días empecé a moverme, dispuesto a hacer realidad el traslado de mis ahorros a Huesca. Inicialmente había previsto hacerlo este jueves, que es fiesta en Barcelona y normalmente en toda su área metropolitana. Podía ser un buen día, porque debido a esa circunstancia no tenía necesidad de faltar al trabajo.
La verdad es que llevo días dándole vueltas y pensando en cómo materializarlo evitando hacer un viaje a Huesca en balde por culpa de algún trámite que pudiera faltarme. Por este motivo he estado en contacto con un empleado de mi oficina del Banco Sabadell para garantizarme que la gestión era posible, primero, y que se podría hacer razonablemente en una mañana de desplazamiento. El empleado, muy amable, ya en la primera conversación que tuvimos me dio a entender que no era el primer cliente que había llamado interesándose por el tema.
Anteayer me llamó al móvil y me explicó que debido al gran número de peticiones de este tipo que el banco está recibiendo en sus oficinas de Huesca y limítrofes a la provincia de Lérida, el Sabadell ha establecido un nuevo procedimiento para que los clientes puedan trasladar allí sus ahorros sin necesidad de desplazarse. Supongo que prefieren dar todo tipo de facilidades antes que consentir que la clientela emigre a otra entidad.
No he necesitado desplazarme a Huesca
Es evidente que el banco ha cambiado de actitud, porque cuando me acerqué por primera vez para contarles mis miedos y adelantar mis intenciones trataron de convencerme con argumentos como que no había motivos para preocuparse, no iba a pasar nada, el banco no podía tomar postura y un montón de vaguedades por el estilo. Parece que ahora lo ven diferente. De modo que al final no he necesitado desplazarme hasta Huesca para hacer el cambio, aunque el viaje lo tendré que hacer igualmente porque otro familiar está metido en una operación idéntica a la mía y su banco parece que no es tan comprensivo como el mío.
Aparte de estos dos casos, en mi entorno tengo otro familiar muy cercano que también ha sacado los ahorros fuera de Cataluña, con gran disgusto del director de la sucursal a quien no le ha hecho gracia perderlo como cliente, pues su saldo en cuenta era muy superior al mío. El hombre se enteró tarde y además no sabía cómo proceder. Ahora ya lo sabe. Parece que La Caixa ha dado instrucciones a los directores de oficina sobre cómo tratar y atender este tipo de peticiones.
De modo que ya está. Ya lo he hecho. Los ahorros que he ido acumulando estos años ya no están en Cataluña. Me siento más seguro, pero también más triste, mucho más triste. Jamás pensé que mi oficina bancaria estuviera en Huesca, viviendo yo como vivo en Barcelona. No sé cuál será el final de esta historia, una historia que para unos parece un cuento de hadas y para otros, para mí, una pesadilla, pero me temo que no sea buena. Ayer dejé mis ahorros en un lugar más seguro, y no sé si dentro de un tiempo tendré que marcharme yo también.
Nunca he querido que mi nombre aparezca en público, aunque quizás debería firmar estas líneas. Sería lo normal en un país normal, aunque si esta situación fuera normal yo no debería tener mi dinero a 200 kilómetros de mi casa. Ese es el motivo de que no firme este escrito: el miedo.
Un catalán y español asustado.